LA DESAPARICIÓN DE STEPHANIE
MAILER
Novela de Joël DickerEditorial Alfaguara
1ª. Edición, México – julio de 2018.
650 pp. - $399
Cuando está a punto de
retirarse de su oficio el capitán de policía Jesse Rosenberg recibe la visita
de la joven periodista Stephanie Mailer quien le expresa que veinte años atrás
se equivocó en la investigación de los asesinatos de la librera Meghan Padalin,
así como del Alcalde Gordon del pueblo de Orphea, en Los Hamptons, Nueva York, junto
con su esposa e hijo pequeño. La subsecuente desaparición de Mailer hará que
Rosenberg se dedique a reabrir el caso, al lado de su viejo colega Derek Scott
y Anne, la subjefa policial de Orphea. Ambos crímenes darán lugar a una
narración espléndida, plena de personajes con sus respectivas circunstancias, que
irán cerrando pistas, descubriendo viejos secretos, pero sobre todo mostrar el
ya usual juego de perversiones ocultas en familias o personas cuyas apariencias
engañan como la popular frase expresa.
Joël Dicker, autor suizo que obtuvo gran éxito con una obra
anterior (La verdad sobre el caso Harry
Quebert, 2013) cuando apenas contaba con 27 años de edad, ahora retorna a la
gran intriga utilizando nuevamente un escenario norteamericano porque ha sido
el tradicional y adecuado escenario de la novela policiaca, tanto en ambiente
como en el carácter de quienes se dedican a la resolución de crímenes. La
esencia moral de buenos contra malos ya ha sufrido una revuelta con el paso del
tiempo. Ante tanta oferta del género, el lector busca aquello que brinde sustancia
y entretenimiento aunque todo se haya narrado ya, pero siempre los laberintos de
las motivaciones del crimen serán atrayentes, permitirán reinicidir sobre la
naturaleza humana, para satisfacer a quiénes andamos también, en la
imaginación, desde este lado del libro, buscando al culpable al mismo tiempo
que los detectives de la ficción.
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Los asesinatos suceden durante la inauguración de un festival
de teatro que, con los años, pondrá en el mapa a Orphea. La desaparición de la
periodista, a pocas semanas de la apertura de la vigésima edición preocupa al
alcalde actual ya que puede afectar al turismo. La unión de autoridades
estatales y municipales será necesaria ante las complejidades que se
presentarán. Todo esto atrapa al lector. Lo más destacable de Dicker es que
introduce a muchos personajes, por lo que el menú de sospechosos es variado,
pero elabora sobre cada uno de ellos. Pasa del presente al pasado y cada hecho
permite que su construcción se vaya cimentando. La melancolía de Rosenberg
tiene un motivo particular que, a su vez, se narra desde los orígenes. Como
resultado, no es solamente el relato de crímenes y su continua resolución: son
descansos para el lector, tan entretenidos, que no hacen que se pierda la
intención primigenia. No se pierde la cadencia: se refuerza. Hay algunos casos
que pueden pensarse inútiles hasta que resalta su inclusión como comentario
lateral, moral.
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Como en toda buena novela policiaca aparecen los giros
inesperados. ¿Qué une a los crímenes de hace veinte años con la reciente
desaparición de una joven investigadora? Dicker nos lleva de la mano por 650
páginas ofreciendo pistas y pistas para sorprender, sin dejar cabos sueltos,
terminando con algunas ironías, destacando que aunque la justicia triunfe siempre
habrá intersticios sin rellenar, puntos negros: lo que es nuestra realidad. Lo
que sí hay que dejar claro es que la infame traducción deja mucho que desear:
se nota el apresuramiento para que la novela fuera traducida rápidamente y
apareciera en castellano (la edición en idioma original ocurrió en marzo y para
julio ya estaba en España y México). Uno comprende la idea pero las palabras,
en muchos casos, son inadecuadas y hasta ridículas. No afecta, de todos modos,
la esencia de la larguísima y atrayente novela.