AMOR
SIN BARRERAS
(West Side Story)
1961. Dirs. Robert Wise y Jerome Robbins.
El 18 de octubre de 1961 se
estrenó en Nueva York en una gran premiére. El 13 de diciembre siguiente tuvo
su estreno oficial en Los Ángeles y por ese motivo entró en la carrera de los
Óscares de su año llegando a obtener once nominaciones para ganar en diez
categorías. Costó seis millones de dólares en esos tiempos, lo que era un gran
capital, pero llegó a recuperar siete veces su costo solamente en Estados
Unidos por exhibiciones continuas. Si añadimos los ingresos mundiales y, ahora,
lo que se ha recaudado por proyecciones en televisión, ventas en Beta, VHS,
Láserdisc, DVD, Blu-ray, estamos ante una de las comedias musicales más
exitosas de todos los tiempos. Su gestación inició desde finales de los años
cuarenta como proyecto del compositor Bernstein y del escritor Arthur Laurents
para adaptar al clásico “Romeo y Julieta”, a la realidad neoyorquina
contemporánea. Una joven latina, María, y un muchacho idealista estadunidense,
Tony, se enamoraban perdidamente, a pesar de las limitaciones y los odios de
raza, representados por la rivalidad entre pandillas juveniles de un sector
urbano. Por este motivo, había un enfrentamiento donde la muerte del líder de los norteamericanos Jets, Riff, amigo y casi familiar
del muchacho, a manos del hermano de la joven, Bernardo, líder de los Sharks, quien,
a su vez, era atacado y muerto por éste. Inocente de todo, la joven recibe la
noticia deformada donde se le dice que su amado ha muerto. Cuando se
encuentran, el muchacho es asesinado por otro miembro de la banda
puertorriqueña, dejando sola a la joven. La vieja trama clásica tenía un
conjunto de canciones compuestas por el mencionado Leonard Bernstein, joven
conductor y compositor, con letras de Stephen Sondheim quien debutaba así en
Broadway (y más tarde crearía su propia leyenda personal como autor completo de
melodías y espectáculos ya inmortales). La partitura era elegante y bastante
bien elaborada mezclando la canción popular y romántica (“María”), el sonido
latino (“Mambo”) y el jazz (“Cool”) con contrapuntos (“Quinteto”) y tesituras
operáticas. Esta música daba lugar a coreografías espectaculares del director
Jerome Robbins.
Todos esos elementos se
unieron para seducir a un público que la tornó en obra legendaria y clásica
instantánea que llegó a casi 800 representaciones en su primera puesta en
escena. En 1960 comenzó la filmación de la versión cinematográfica donde el
guionista fue Ernest Lehman (Intriga internacional, La mentira maldita)
y la dirección quedó en manos del mismo Robbins aunque se decidió que se
apoyara con un realizador experimentado, en cuanto al aspecto fílmico, por lo
que entró Robert Wise ( El día que la tierra se detuvo, La
que no quería morir, La novicia rebelde, entre muchas otras cintas
ya clásicas). Sin embargo, hubo
diferencias creativas que provocaron fricciones entre los directores, aunque se
mantuvieron las excitantes coreografías de Robbins, así como los créditos de
ambos. Es un testimonio visual de lo que los espectadores de teatro pudieron
disfrutar en esa primera temporada escénica: muchos de los bailarines
originales fueron integrados a la película y las coreografías, estilizadas
ahora en el espacio más libre, dejaban notar el genio del coreógrafo.
La selección del
elenco fue
larga y abundante: la leyenda más interesante reside en que Elvis Presley
estuvo considerado para el papel de Tony, pero su representante se negó,
afirmando que sería un rol muy controvertido para el joven ídolo juvenil, ¡como
asesino del hermano de su novia! Otro posible Tony fue el joven emergente
Warren Beatty, aparte de nombres populares como Tommy Sands, Frankie Avalon,
entre muchos. El papel terminó en manos de quien sería el menos exitoso de
todos en el futuro: Richard Beymer,
porque había destacado en la cinta El diario de Ana Frank (Stevens, 1959).
Natalie Wood, actriz establecida, luego
de haber iniciado como niña actriz, ahora consolidada como bella estrella
joven, ganó el rol a Audrey Hepburn, Millie Perkins, Diane Baker, y sobre todo
a Susan Kohner. Para el rol del cabecilla de los Jets, se seleccionó al
consumado bailarín Russ Tamblyn. En el
rol de Bernardo, se privilegió a George Chakiris,
quien había participado, dentro del grupo de bailarines, en la producción de
Broadway (y curiosamente, había interpretado a Riff en Londres). Y para Anita,
la novia de Bernardo, quedó en el papel Rita Moreno,
actriz secundaria, puertorriqueña, con mucha experiencia,
sobresaliendo a Miriam Colón, Bárbara Luna y a Chita Rivera, quien había creado
el rol en Broadway, pero quien estaba por estrenar otra producción teatral que
también sería grandísimo éxito: “Adiós, ídolo mío” (Bye Bye Birdie). De no
haber sido por este motivo, Robbins no hubiera dejado de exigirla.
Técnicamente, la filmación
directa en 70 mm permitió una brillantez de excelencia en sus proyecciones
sobre pantallas con las dimensiones adecuadas. El espectáculo no podría
compararse a lo que se podría ver sobre un escenario o por la pantalla de un
televisor en blanco y negro. Aquí en México se estrenó en 1963, en el Distrito
Federal, en una sola sala equipada con esa pantalla de 70 mm, ¡autorizada
solamente para mayores de 21 años!, donde duraría seis meses en exhibición.
A Monterrey nos llegó al año siguiente al Cine Montoya, anterior
espacio teatral inaugurado en 1956, ahora adaptado a cine con pantalla
panorámica y el sistema adecuado para la proyección de los 70 mm, donde también
provocó la admiración de los asistentes. Aunque no se tuvo la restricción de
entrada para adultos, la película venía cortada en una escena donde el galán
entraba en la recámara de la joven latina para sugerir y luego, comprobar, que
tenían relaciones íntimas; igualmente, se mutiló la repetición de una canción
casi al final de la película porque, un anónimo censor o distribuidor, pensó
que ya era demasiado. Y es que, curiosamente, el público asistía a una cinta
abiertamente musical para abuchear a las canciones en cierto momento. Eran
otros tiempos, muy contrastantes con los que ahora vivimos.
Fue, y sigue siendo, mi película
favorita. En esos tiempos previos a la videocasetera, al cable o al ahora
sistema de plataformas, para repetir una película, había que quedarse a verla
de nuevo, si es que había permanencia voluntaria en las salas. En el Montoya,
no era así: para verla de nuevo, había que pagar otro boleto y era caro: ¡diez pesos!
Ahí, la disfruté 4 veces, aparte de adquirir el disco de vinilo que traía las
canciones de la película, aunque, por desgracia, no incluía el popular mambo:
años más tarde, el compact disc, traía extras y toda la banda sonora
completísima. Luego, la película, cuando ya empezó a recorrer el circuito de
salas de cine, en segundas, terceras y enésimas corridas, como se acostumbraba,
fueron otras 22 ocasiones en el Elizondo, Araceli, Rodríguez, Alameda. Al
comercializarse las videocaseteras, se pudo ver en formato Beta, pero recortado
en imagen, aunque ¡por fin!, se pudieron conocer las secuencias mutiladas. Ya
en el formato VHS, hubo una versión en “widescreen” que permitía ver la imagen
completa, aunque disminuida, pero ¡qué importaba!: completa y en formato, al
menos con sonido estéreo. El DVD restauró el esplendor y el Blu-ray, editado
por motivo de su cincuentenario, ya en pantallas digitales, permite difrutarla
en todos sus aspectos. Imposible contabilizar en cuántas ocasiones la he visto,
una vez que la pude poseer como si fuera libro, objeto precioso, posibilidad de
miles de delicias. Hace diez años la celebré por sus cincuenta años. Ahora, he
tenido la oportunidad de seguir vivo para rendirle tributo nuevamente por sus
sesenta años. Nunca podré expresar lo que me significó para la vida (contexto,
momentos íntimos, nuevas experiencias, descubrimientos personales, alimento
para mi cinefilia). Sigue y seguirá siendo la número uno.
Los directores Jerome Robbins y Robert Wise
Para los amantes de la película, recomiendo un libro donde vienen todos los pormenores: antecedentes, obra teatral, proceso de creación de la película, anécdotas y datos puestos al día...Barrios, Richard
West Side Story: the Jets, the Sharks and the Making of a Classic
Running Press, 232 pp., 2020
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