viernes, 29 de octubre de 2021

TRISTE FRACASO

 
EL EJÉRCITO DE LOS LADRONES
(Army of Thieves)
2021. Dir. Matthias Schweighöfer.

         Esta cinta viene a ser el antecedente de uno de los personajes de la excelente “El ejército de los muertos” (2021. Dir. Zaxk Snyder): el ladrón Dieter (el realizador, coguionista Schweighöfer) quien era el experto para abrir la caja fuerte del casino en una Vegas infestada de zombis. Aquí lo conocemos como aburrido empleado de una oficina bancaria, admirador de Hans Wagner, creador en el siglo XIX de un cuarteto de cajas fuertes basadas en las cuatro óperas del ciclo “El anillo de los nibelungos” (de otro Wagner: Richard), del cual explica toda su historia en videos que sube al YouTube, donde recibe una invitación para asistir a un certamen de apertura de cajas fuertes. Así conoce a Gwendoline (Nathalie Emmanuel), ladrona profesional, que desea vivir la experiencia de poder robar esas cajas fuertes que se encuentran en tres ciudades distintas de Europa.

         El tono de la cinta pretende jugar con los estereotipos del alemán fársico e inocente. Schweighöfer es un popular actor del cine de su país que, por desgracia, al aparecer como protagonista principal, pierde todo encanto y se torna en pesado patán que se justifica como “nerd”. La cinta nos narra la forma en que cada una de las tres cajas es abierta y saqueada, para que todo se convierta en una repetición de los mismos efectos, mientras el personaje nos narra la trama básica de cada ópera. Ya sabemos, quienes vimos la cinta de Snyder mencionada arriba, que el objetivo de los ladrones en ella, era llegar a la cuarta caja. E igualmente, en esa cinta se sabía que Dieter terminaba como víctima de los muertos vivientes. En esta cinta, el personaje tiene sueños de zombis que lo amenazan y matan, a lo que una de las cómplices en el robo le cuenta que más que sueño es profecía.

         Han de imaginar que la cinta termina en el momento en que Dave Bautista y Ana de la Reguera llegan a la cerrajería Gwendoline, en California, para reclutar a Dieter. Cómo llegó ahí, le corresponderá descifrarlo usted si es que se anima a ver esta fallida cinta, filmada en la República Checa, con algunas locaciones en las ciudades que tenían a las cajas fuertes. En los créditos finales se da crédito a quienes realizaban la limpieza de Covid en los sets y lugares de filmación ya que fue realizada dentro de la misma pandemia. En la película se menciona lo que está sucediendo en Las Vegas con su apocalípsis zómbico, mientras que en Europa, la preocupación de la gente no está en que ese hecho se pueda propagar en el continente (como pasó con el Covid en todo el mundo). Así, no entiende uno los motivos por los que resulta más importante robar cajas fuertes.

         Aparte del pesado alemán Schweighöfer, está el fortachón británico Stuart Martin, admirador de las cintas de acción norteamericanas, por lo que se hace llamar “Brad Cage”, cuyo rol que aparenta ser del simpático galán . El francés Jonathan Cohen interpreta a otro desagradable agente de la Interpol. En fin, una cinta que, a pesar de pertenecer al universo Snyder, también productor, no contiene ninguna de las cualidades que el propio director le hubiera concedido. Se convierte en un acto narcisista donde el director-actor-coguionista se rinde tributo, se piensa gracioso, pero termina demostrando todo lo contrario.

jueves, 28 de octubre de 2021

RAZONES DE PESO

 ATENTADO EN EL ESTADIO
(Final Score)
2018. Dir. Scott Mann.

         El tema de una amenaza mortal contra los asistentes a un estadio ha sido el punto principal en varias películas dirigidas por excelentes cineastas. En 1977 Domingo negro dirigida por John Frankenheimer, narraba el pretendido ataque por el grupo terrorista Septiembre Negro a los Estados Unidos durante el juego de Superbowl (por este motivo fue prohibida en México: podría dar ideas a quienes quisieran atacar al Estadio Azteca, por ejemplo, ¡y esto fue en serio!). En 1995 Muerte súbita dirigida por el siempre subestimado Peter Hyams, donde el vicepresidente de Estados Unidos era secuestrado por un maleante durante un importante juego de Hockey, amenazando con volar el estadio. En ambos casos estaba casualmente un personaje clave, capaz de enfrentar a los villanos y lograr salvar la situación, como pasaba en la deliciosa serie de Duro de matar (1988 – 2013) con héroe infiltrado dentro de un espacio cerrado que servía para propiciar la esperanza. Este asunto tiene una nueva lectura en la reciente Atentado en el estadio que ocurre en Londres, durante un juego de británicos contra rusos.
         Knox (Dave Bautista) visita cada año a la viuda de un amigo suyo que murió en batalla y de lo cual se siente culpable. Al traer ahora dos boletos para un juego de soccer, Knox invita a Danni, la hija adolescente de este amigo. Con camuflaje, un grupo de rebeldes rusos capitaneados por Arkady (Ray Stevenson) entran al estadio, se apoderan del cuarto de seguridad, así como de toda comunicación interna y para el exterior, colocan cien cargas de explosivos en un ala del estadio y solicitan que se les entregue al hermano de Arkady, o sea Dimitri (Pierce Brosnan, en actuación corta y especial) del cual saben que asistiría a dicho juego. Un prólogo nos ha mostrado que en 2001, los hermanos Arkady y Dimitri fueron los líderes de una revuelta revolucionaria. Al notar que ya había muchos muertos sin posibilidad de triunfo, Dimitri desistió de sus fines por lo que fue asesinado y su hermano puesto en prisión. Arkady ha descubierto que Dimitri no murió sino que pactó con el gobierno británico para conseguir asilo. Ahora viene en su búsqueda.
         A partir de esta sinopsis se continua con amenazas, enfrentamientos, requerimientos que serán la parte que proporcione suspenso al espectador aparte de jugar con sus emociones. Ya sabemos muy bien que no habrá gran originalidad en lo que va a acontecer sino en cómo nos lo van a narrar, además de la consiguiente y obligatoria lección moral. También es de sobra conocido que estos argumentos no apelan al sentido común ni a la realidad absoluta: se manipula a la acción, se apoya en efectos especiales, se crean personajes extremos que viven en la maldad absoluta, sin piedad, contra los seres nobles que creen en la humanidad y en la obligación del sacrificio absoluto para redmirla. Si no se utilizara al cine como medio para crear aventuras maravillosas a través de la imagen (como pasa con la lectura usando la imaginación), sería aburrido y decepcionante librarse de estas oportunidades para modificar al mundo y nuestras realidades.
         Dimitri ha cambiado su rostro por medio de cirugías plásticas por lo que el reconocimiento facial a través de computadora no ofrece resultado. Entra en acción el inesperado fortachón que se ha enterado de las sangrientas intenciones del villano mientras buscaba a la adolescente que se le ha perdido por lo que se mezclarán dos historias de búsqueda y protección: ambos casos sobre familia. Arkady busca a un líder fracasado que prefiere su sacrificio a producir más muertes inútiles. Knox requiere salvar a la hija del hombre que murió por su responsabilidad personal para evitar otra muerte sin sentido. En el trayecto, habrá aprendizajes personales que le ofrecen al espectador razones de peso para seguir creyendo en la humanidad.
El simpático Amit Shah como ayudante
involuntario del fortachón Bautista
         Un ritmo subyugante donde el héroe muestra también limitaciones y vulnerabilidad. Dentro de las incongruencias de espacio y tiempo, el espectador se sumerge en el vértigo de las situaciones porque, saliéndose de estas coordenadas, las reacciones y las soluciones se sienten correctas aunque en un mundo real no podrían ser perpetradas de esta manera. Dave Bautista posee la simpatía de un Dwayne Johnson o Van Damme, con su tosca y gruesa figura, ahora como estelar solitario en lugar de acompañarse por los Guardianes de la galaxia. El extraordinario irlandés Stevenson se ha vuelto villano por antonomasia aunque siempre distinto y versátil. Hay un personaje secundario que ofrece humor y soporte a la acción: el joven asistente Faisal interpretado por un gracioso Amit Shah (a quien hemos visto en Un viaje de diez metros). Aparte, la película cumple con esa delicia para todo espectador apasionado: los villanos sufren y reciben su merecido antes de morir, para exorcizar todos los demonios de la realidad en que vivimos. Diversión magnífica.
Bautista, Brosnan y Stevenson
Pierce Brosnan con el director Scott Mann

lunes, 25 de octubre de 2021

MI ALMA A LA GRACIA...

EL CONTADOR DE CARTAS
(The Card Counter)
2021. Dir. Paul Schrader.

         Al inicio de la película, el personaje de William (Oscar Isaac) está en prisión y nos narra que ahí aprendió a contar cartas. Ofrece toda una técnica que involucra las barajas mayores contra las menores e intermedias. Las diferencias de jugar al Black Jack, que Póker o la simple ruleta. Luego, lo vemos ya en acción: esta habilidad le ha permitido vivir sin llamar la atención: apostar poco, ganar poco, moverse de casino a casino, ciudad a ciudad. En uno de ellos coincide con una presentación de John Gordo (Willem Dafoe), representante de una compañía de seguridad y ahí conoce a Cirk (Tye Sheridan), joven que le ha reconocido como uno de los excompañeros de su padre, quien fuera reclutado e instruido por Gordo para torturar a prisioneros en Abu Ghraib. Dado de baja con deshonor, se dio a la bebida, a golpear a su mujer e hijo, hasta que ella les abandonó y el hombre se suicidó. Ahora quiere capturar, torturar y matar a Gordo, por lo que le pide apoyo a William. Por su parte, éste ha recibido la oferta de Lalinda (Tiffany Hadisch), una agente de jugadores para que se integre a su “establo” y participe en torneos mundiales. William se interesa en el caso de Cirk y acepta, por lo tanto, el ofrecimiento de la mujer. Esta será la base de los acontecimientos siguientes.

         El maestro Schrader retorna al cine luego del éxito de El reverendo (First Reformed, 2017) y muchos obstáculos previos o fracasos de taquilla y crítica. A los 75 años, el guionista de Taxi Driver (Scorsese, 1976) y realizador de joyas ya clásicas (Gigoló americano, 1980; La marca de la pantera, 1982; Días de furia, 1997; entre muchas otras), mantiene su interés hacia el cine marcado por la espiritualidad o personajes que prefieren una existencia dentro del ascetismo (a su manera). Como en otras películas, no hay un desarrollo lineal de personajes, ni la trama se entretiene en las pasiones esperadas: en este caso, no importa si se está ganando o perdiendo dinero. William tiene la costumbre de llegar a su cuarto de motel y cubrir todos los muebles con mantas evitando color y, tal vez, dentro de su neurosis, gérmenes, pero más allá, de la suciedad, insalubridad, mugre, de las mazmorras donde se torturaba implacablemente a prisioneros, para luego fotografiarse con ellos para sellar la humillación como seres humanos. Todo ello aparece en una secuencia onírica. La cinta es tan rica en detalles que todo comentario será siempre incompleto, sobre todo si no se desea revelar lo que acontece para que el espectador se sorprenda.

         Los personajes de Schrader desean purgar su culpa. William asegura que jamás pensó que estar encarcelado le vendría bien. Su anhelo, en realidad, sería mantenerse en ese estado. En su espalda lleva tatuadas dos frases: “Confío mi vida a la providencia. Confío mi alma a la gracia” (que forman parte de la letra de una canción, referencia de otro trabajo del realizador) que vienen a enfatizar el sentido espiritual de William. En su caso, el pasado ha vuelto para obsesionarlo con la realidad de su existencia: la presencia de Cirk trae de vuelta terribles recuerdos que reflejan su traición hacia la democracia y hacia sí mismo al convertirse en animal que atacaba a sus semejantes. El deseo de venganza de Cirk se transforma en la percepción de William: su intención es que el joven pueda rehacer su vida como una forma de redención, de limpieza moral al hacer en otro lo que fue incapaz en muchos. No obstante, hay un problema de empatía.

         La cinta ocurre en los casinos, en los moteles u hoteles. Todo es oscuro, en medio de personas cuyas vidas se rigen por el gusto del azar, la ludopatía, la ambición que lleva a la nada y el vacío. Hay una secuencia donde Lalinda y William pasean por un espectáculo de luces en un parque. Es el momento en que parece que la trama tomará otro rumbo, pero es simplemente un respiro. El maestro Schrader, autor de “Trascendental Style in Film”, texto seminal en cuanto al estudio de la espiritualidad en el cine de Ozu, Dreyer y Bresson, de los cuales ha mantenido su admiración y aplicación en el cine que filma, alcanza niveles supremos en esta cinta que no tiene igual si se le compara con otros títulos del cine contemporáneo norteamericano. La cinta entretiene: no es una película de ritmo lento, sino que va construyendo su narrativa: el espectador se va enterando, indirectamente primero, luego con imágenes, finalmente con acción, de lo que desea compartir el maestro Schrader. Lo que debe aplaudirse es que no se regodea con las escenas de tortura y evita una secuencia directamente que vendría a traicionar su estilo.

         Oscar Isaac muestra su versatilidad en un año de mucha actividad y presencia en pantallas. Tiffany Hadisch, principalmente comediante, se encuentra con un personaje que resulta opuesto a los que interpreta. Tye Sheridan, el joven actor lanzado por Spielberg a la fama, sustituyó a Shia Laboeuf cuando éste no pudo participar y Nicolas Cage se lo recomendó al director. El trío de actores (Dafoe aparece incidentalmente) resulta formidable en este manifiesto sobre la crueldad humana y su posible redención, aunque sin que se justifiquen las acciones que la provocaron. Al final, como buen admirador de Bresson, unos dedos se unen contra un muro de vidrio que separa: eso nos pide Schrader, mantener una distancia y dar rienda suelta a la reflexión. 

El director Paul Schrader y su elenco en Venecia 2o21



viernes, 22 de octubre de 2021

LA HOMOFOBIA OFICIAL

OPERACIÓN JACINTO
(Hyacint)
2021. Dir. Piotr Domalewski.

         Al término de esta película, unas notas nos informan que entre 1985 y 1987 se realizaron persecuciones contra homosexuales en Polonia. Se levantaron once mil registros, como una base de datos que daba lugar a chantajes y amenazas. Este hecho histórico sirve de base para narrar una ficción que muestra la barbarie e injusticia contra una minoría indefensa. Tomando como base al personaje del joven sargento, Robert (Tomasz Zietek, atractivo y excelente), en una Varsovia de 1985, que no queda satisfecho ante el asesinato de un homosexual, sobre todo cuando se culpa a un inocente que termina en la cárcel muerto, disfrazándolo de suicidio, se narra su propia investigación, aún contra las órdenes de su propio padre, autoridad dentro de la misma policía. Así, comienza a frecuentar los baños públicos y las calles donde se reúnen homosexuales. Interroga a quienes puedan darle informes, pero, sobre todo, conoce al joven estudiante Arek (Hubert Milkowski, ángel y demonio), también posible sospechoso de haber participado en el crimen, al cual frecuenta y del cual empieza a sentir afecto. De pronto, se empieza a introducir en una compleja red de mentiras y conveniencias.

         Robert está a punto de casarse con la joven Halinka, con la cual mantiene relaciones sexuales. Su trabajo cotidiano, mezclado con su propia investigación, le introduce a un submundo que debe permanecer oculto y privado. Gracias a Arek, asiste a una fiesta donde otros hombres le flirtean; una noche, en la confusión de una pinta de graffiti, el estudiante le besa. Robert queda asombrado, pero le pone a pensar: como consecuencia está la reacción usual al ir a poseer sexualmente a su prometida. Sin embargo, ahí queda un momento para reflexionar sobre su propia situación, que le llevará a su decisión personal. Puede haber comparaciones con la extraordinaria y subestimada Encrucijada (Cruising, 1980, Friedkin) donde el detective Al Pacino llegaba a engañarse a sí mismo sobre su orientación sexual, pero en este caso, la diferencia estriba en las consecuencias político-sociales.

         Lo que más importa a la película es la denuncia de la hipocresía policial y la recreación de una etapa vergonzante en la historia del país. Sabemos que el estigma homosexual siempre fue poderoso y terminó con muchas vidas (todavía, aún con la proclamación de libertades y derechos, sigue habiendo una homofobia orgánica). La misma cinta informa que esos 11,000 registros realizados durante la época, no han sido destruídos y se encuentran escondidos en alguna parte. El título de la cinta es, precisamente, como se nombró a esta persecución. “Jacinto” como nombre irónico por la delicada flor. El realizador Domalewski ha obtenido premios a lo largo de su carrera y esta cinta, en particular, se ganó la mayoría de los premios cinematográficos en Polonia.

El excelente Tomasz Zietek

         La cinta, muy recomendada por su tema policiaco y de acción, se equilibra con la descripción emocional de su personaje. Robert es un joven que usualmente tiene mirada melancólica. Un conflicto con la relación de su padre, siempre criticándolo y empujándolo para penetrar en esa red de injusticia y corrupción, que se complementa ante la insatisfacción que se nota en el trato hacia su novia. Robert disfruta del momento sexual y, no obstante, mantiene su tristeza. Su rostro de asombro ante el beso masculino, la mirada hacia la foto del estudiante, la noche de insomnio pensando en lo que acaba de sucederle, para que luego llegue a desatarse la pasión. Redonda y profunda, denuncia de un hecho, retrato de corrupción, pero también del autodescubrimiento que cubre todas las aristas de un personaje inquietante y magnético.

El realizador Piotr Domalewski



 

        

domingo, 17 de octubre de 2021

AMOR SIN BARRERAS: 60 ANIVERSARIO

AMOR SIN BARRERAS
(West Side Story)
1961. Dirs. Robert Wise y Jerome Robbins.

         El 18 de octubre de 1961 se estrenó en Nueva York en una gran premiére. El 13 de diciembre siguiente tuvo su estreno oficial en Los Ángeles y por ese motivo entró en la carrera de los Óscares de su año llegando a obtener once nominaciones para ganar en diez categorías. Costó seis millones de dólares en esos tiempos, lo que era un gran capital, pero llegó a recuperar siete veces su costo solamente en Estados Unidos por exhibiciones continuas. Si añadimos los ingresos mundiales y, ahora, lo que se ha recaudado por proyecciones en televisión, ventas en Beta, VHS, Láserdisc, DVD, Blu-ray, estamos ante una de las comedias musicales más exitosas de todos los tiempos. Su gestación inició desde finales de los años cuarenta como proyecto del compositor Bernstein y del escritor Arthur Laurents para adaptar al clásico “Romeo y Julieta”, a la realidad neoyorquina contemporánea. Una joven latina, María, y un muchacho idealista estadunidense, Tony, se enamoraban perdidamente, a pesar de las limitaciones y los odios de raza, representados por la rivalidad entre pandillas juveniles de un sector urbano. Por este motivo, había un enfrentamiento donde la muerte del líder de los norteamericanos Jets, Riff, amigo y casi familiar del muchacho, a manos del hermano de la joven, Bernardo, líder de los Sharks, quien, a su vez, era atacado y muerto por éste. Inocente de todo, la joven recibe la noticia deformada donde se le dice que su amado ha muerto. Cuando se encuentran, el muchacho es asesinado por otro miembro de la banda puertorriqueña, dejando sola a la joven. La vieja trama clásica tenía un conjunto de canciones compuestas por el mencionado Leonard Bernstein, joven conductor y compositor, con letras de Stephen Sondheim quien debutaba así en Broadway (y más tarde crearía su propia leyenda personal como autor completo de melodías y espectáculos ya inmortales). La partitura era elegante y bastante bien elaborada mezclando la canción popular y romántica (“María”), el sonido latino (“Mambo”) y el jazz (“Cool”) con contrapuntos (“Quinteto”) y tesituras operáticas. Esta música daba lugar a coreografías espectaculares del director Jerome Robbins.


Todos esos elementos se unieron para seducir a un público que la tornó en obra legendaria y clásica instantánea que llegó a casi 800 representaciones en su primera puesta en escena. En 1960 comenzó la filmación de la versión cinematográfica donde el guionista fue Ernest Lehman (Intriga internacional, La mentira maldita) y la dirección quedó en manos del mismo Robbins aunque se decidió que se apoyara con un realizador experimentado, en cuanto al aspecto fílmico, por lo que entró Robert Wise ( El día que la tierra se detuvoLa que no quería morir, La novicia rebelde, entre muchas otras cintas ya clásicas). Sin embargo, hubo diferencias creativas que provocaron fricciones entre los directores, aunque se mantuvieron las excitantes coreografías de Robbins, así como los créditos de ambos. Es un testimonio visual de lo que los espectadores de teatro pudieron disfrutar en esa primera temporada escénica: muchos de los bailarines originales fueron integrados a la película y las coreografías, estilizadas ahora en el espacio más libre, dejaban notar el genio del coreógrafo.

La selección del elenco fue larga y abundante: la leyenda más interesante reside en que Elvis Presley estuvo considerado para el papel de Tony, pero su representante se negó, afirmando que sería un rol muy controvertido para el joven ídolo juvenil, ¡como asesino del hermano de su novia! Otro posible Tony fue el joven emergente Warren Beatty, aparte de nombres populares como Tommy Sands, Frankie Avalon, entre muchos. El papel terminó en manos de quien sería el menos exitoso de todos en el futuro: Richard Beymer, porque había destacado en la cinta El diario de Ana Frank (Stevens, 1959). Natalie Wood, actriz establecida, luego de haber iniciado como niña actriz, ahora consolidada como bella estrella joven, ganó el rol a Audrey Hepburn, Millie Perkins, Diane Baker, y sobre todo a Susan Kohner. Para el rol del cabecilla de los Jets, se seleccionó al consumado bailarín Russ Tamblyn. En el rol de Bernardo, se privilegió a George Chakiris, quien había participado, dentro del grupo de bailarines, en la producción de Broadway (y curiosamente, había interpretado a Riff en Londres). Y para Anita, la novia de Bernardo, quedó en el papel Rita Moreno, actriz secundaria, puertorriqueña, con mucha experiencia, sobresaliendo a Miriam Colón, Bárbara Luna y a Chita Rivera, quien había creado el rol en Broadway, pero quien estaba por estrenar otra producción teatral que también sería grandísimo éxito: “Adiós, ídolo mío” (Bye Bye Birdie). De no haber sido por este motivo, Robbins no hubiera dejado de exigirla.


Técnicamente, la filmación directa en 70 mm permitió una brillantez de excelencia en sus proyecciones sobre pantallas con las dimensiones adecuadas. El espectáculo no podría compararse a lo que se podría ver sobre un escenario o por la pantalla de un televisor en blanco y negro. Aquí en México se estrenó en 1963, en el Distrito Federal, en una sola sala equipada con esa pantalla de 70 mm, ¡autorizada solamente para mayores de 21 años!, donde duraría seis meses en exhibición. A Monterrey nos llegó al año siguiente al Cine Montoya, anterior espacio teatral inaugurado en 1956, ahora adaptado a cine con pantalla panorámica y el sistema adecuado para la proyección de los 70 mm, donde también provocó la admiración de los asistentes. Aunque no se tuvo la restricción de entrada para adultos, la película venía cortada en una escena donde el galán entraba en la recámara de la joven latina para sugerir y luego, comprobar, que tenían relaciones íntimas; igualmente, se mutiló la repetición de una canción casi al final de la película porque, un anónimo censor o distribuidor, pensó que ya era demasiado. Y es que, curiosamente, el público asistía a una cinta abiertamente musical para abuchear a las canciones en cierto momento. Eran otros tiempos, muy contrastantes con los que ahora vivimos.


         Fue, y sigue siendo, mi película favorita. En esos tiempos previos a la videocasetera, al cable o al ahora sistema de plataformas, para repetir una película, había que quedarse a verla de nuevo, si es que había permanencia voluntaria en las salas. En el Montoya, no era así: para verla de nuevo, había que pagar otro boleto y era caro: ¡diez pesos! Ahí, la disfruté 4 veces, aparte de adquirir el disco de vinilo que traía las canciones de la película, aunque, por desgracia, no incluía el popular mambo: años más tarde, el compact disc, traía extras y toda la banda sonora completísima. Luego, la película, cuando ya empezó a recorrer el circuito de salas de cine, en segundas, terceras y enésimas corridas, como se acostumbraba, fueron otras 22 ocasiones en el Elizondo, Araceli, Rodríguez, Alameda. Al comercializarse las videocaseteras, se pudo ver en formato Beta, pero recortado en imagen, aunque ¡por fin!, se pudieron conocer las secuencias mutiladas. Ya en el formato VHS, hubo una versión en “widescreen” que permitía ver la imagen completa, aunque disminuida, pero ¡qué importaba!: completa y en formato, al menos con sonido estéreo. El DVD restauró el esplendor y el Blu-ray, editado por motivo de su cincuentenario, ya en pantallas digitales, permite difrutarla en todos sus aspectos. Imposible contabilizar en cuántas ocasiones la he visto, una vez que la pude poseer como si fuera libro, objeto precioso, posibilidad de miles de delicias. Hace diez años la celebré por sus cincuenta años. Ahora, he tenido la oportunidad de seguir vivo para rendirle tributo nuevamente por sus sesenta años. Nunca podré expresar lo que me significó para la vida (contexto, momentos íntimos, nuevas experiencias, descubrimientos personales, alimento para mi cinefilia). Sigue y seguirá siendo la número uno.        

Los directores Jerome Robbins y Robert Wise


Para los amantes de la película, recomiendo un libro donde vienen todos los pormenores: antecedentes, obra teatral, proceso de creación de la película, anécdotas y datos puestos al día...

Barrios, Richard
West Side Story: the Jets, the Sharks and the Making of a Classic
Running Press, 232 pp., 2020


Este diciembre se estrenará una nueva versión, "políticamente correcta" del maestro Spielberg. ¿Para qué volver a filmar una cinta clásica? Esperemos y veamos...