EL PROYECTO ADÁN
(The Adam Project)
2022. Dir. Shawn Levy.
Luego de que un texto nos indica que es el año 2050 y que los viajes en el tiempo existen, aunque no nos demos cuenta, tenemos al piloto Adam (Ryan Reynolds), herido y siendo perseguido, mientras escapa hacia el año 2022. Ahí se encontrará con Adam, él mismo, con apenas 12 años (Walker Scobell). Mientras que el Adam adulto llora la pérdida de su mujer Laura (Zoë Saldaña) a la cual trata de rescatar en el año 2018, el Adam niño lleva un año de haber perdido a su padre Louis (Mark Ruffalo). Ambos unirán fuerzas para sobrellevar sus penas, alterar la historia, jugar (literalmente) con el tiempo. Luego de su colaboración previa en Free Guy: Tomando el control (2021), el maestro Levy se reúne con Ryan Reynolds para ofrecer una trama de ciencia ficción donde se dejan de lado todas las convenciones previas y teóricas que se han utilizado para explicar las divergencias, convergencias y desastres de los viajes temporales (si existieran).
La cinta, entretenimiento absoluto con acción, enfrentamientos, naves fabulosas, villanas carcomidas por la ambición, en realidad se deja atrapar por la línea emocional. El encuentro entre un mismo personaje bajo dos edades distintas sirve para dejar claro el sentido de pérdida, la oportunidad de la redención, la necesidad de aprovechar el momento en que se está sobre la tierra. Hay una secuencia, donde Adam adulto enfrenta a su padre, científico, y le corrige una frase que Louis atribuye a los romanos (“Disfrútate a ti mismo”), pero que sabe perteneciente a la letra de una canción de 1949 (que Woody Allen utilizó con fantasmas en su magistral Todos dicen que te amo, 1996 para subrayar la necesidad de gozar la vida). Ese momento sirve para establecer el sentido real de la cinta: aunque nunca vemos cómo es el mundo de 2050, una referencia a Terminator permite imaginarlo. La búsqueda de Laura por Adam adulto (que ocurre en el tiempo menos imaginado) viene a ser el Orfeo que desea a Eurídice, pero que dictamina la fuerza del destino: lo que será, será. El juego de pelota entre Adam niño y Louis sella el amor filial.
Si
en Free Guy teníamos a un tipo viviendo dentro de un mundo de
videojuegos, con una existencia totalmente aparente, y la serie de cintas sobre
Una noche en el museo nos hablaba de un mundo oculto detrás de las
paredes, donde la historia revivía por sus personajes con todo el tono fársico
posible, o en Gigantes de acero los pleitos entre robots, como deporte
extremo, ofrecían otra visión del mundo interior de su personaje principal,
refugiado en ellos como alter egos, ahora el maestro Levy juega conjuntando
tiempos y personas: habla de los cambios que sufrimos como personas por las
edades que vamos experimentando, las imágenes equivocadas que construimos sobre
los demás, el olvido de los momentos gratos o la restricción que uno se impone
para tornarlos gratos. Su cine, lejos de quedarse en la mera diversión, ofrece
ideas, dimensiona a sus personajes, e insiste en los roles familiares.
El realizador Shawn Levy con Ryan Reynolds