LENTES OSCUROS
(Occhiali neri)
2022. Dir. Dario Argento.
Diana (Ilenia Pastorelli) maneja en su auto por las calles de Roma y nota que la gente está mirando hacia el cielo. Baja de su auto y se acerca a un grupo de personas. Con sus lentes negros empieza a visualizar un eclipse total de sol y alguien comenta: “los antiguos pensaban que los eclipses presagiaban males para la humanidad”. Más adelante, sabemos que Diana es prostituta de lujo. Asiste a los hoteles para encontrarse con sus clientes. Uno de ellos quiere que le permita realizar un acto que ella rehúsa, otro queda muy satisfecho. Al salir del hotel y entrar en su auto, un hombre quiere atacarla, pero ella logra alejarse, y el tipo la persigue a gran velocidad. Diana choca contra otro auto en el cual muere la pareja china que manejaba, quedando vivo un niño en la parte trasera. Diana sobrevive el accidente, pero pierde la vista. De alguna manera, el eclipse ha cumplido como mal presagio.
Todo lo anterior es el prólogo de la película en una brillantísima secuencia, usual en el maestro Argento. No he mencionado que antes del incidente de Diana, ha ocurrido el crimen de otra prostituta cuando salía de un hotel. Simplemente por ese inicio, se conforma la brillantez de Argento en el manejo del género que le dio renombre dentro del “giallo” italiano, con la saña asesina y los litros de sangre consecuentes. A partir de este momento, la cinta sigue con su atmósfera de intriga y suspenso, aunque de manera moderada, centrándose más en la relación que surge entre Diana y el niño huérfano, Chin (Andrea Zhang), así como su adaptación a la nueva calidad de invidente, sin dejar de lado su profesión. Diana no siente haber sido culpable directa de la muerte de los padres del niño, por lo que lo visita, creando una situación de madre sustituta ante el niño, primero reacio a sus atenciones y, luego, dependiente de ella.
El maestro Argento se regodea en las escenas violentas, pero no deja en suspenso la identidad del asesino. Lo sugiere, de manera simple en unos momentos previos a mostrarlo abiertamente. Por otro lado, no “explica” los motivos que le llevan al crimen: es un psicópata, como tantos vistos ya, cuyas compulsiones pueden ser comprendidas por un público, sobre todo el que se ha acostumbrado a ver su cine. Las secuencias siguientes al escape de Diana y Chin, de su casa, para evitar que la policía llegue a llevarse al pequeño (que había escapado del orfanato para buscarla), son simples, efectivas, sin mayor elaboración, más que estar siempre poniendo en alerta al espectador de hechos que no ocurrirán, tal como Argento lo ha realizado en sus mejores películas.
Tal
parece que a sus ochenta y dos años, Argento prefiere centrarse en la víctima y
sus circunstancias. Esos malos presagios del eclipse solar la llevarán a
consecuencias funestas: no será solamente esa persecución asesina, sino su
nueva realidad de ceguera y futura soledad. De antemano, como espectadores, sabemos
que la relación entre Diana y Chin no tendrá futuro al tratarse de una
prostituta y de un niño. Lo más terrible para Diana será el destino que
enfrenta. Aún ciega, por necesidad de dinero, acude con un antiguo cliente para
tener sexo. El tipo le comenta que es mejor para él, ya que siempre se ha
considerado un monstruo físicamente. Argento nos pone a pensar en las secuelas
de las vidas de los sobrevivientes de crímenes, amenazas, asaltos, todo aquello
que nos saca, injustamente, de una rutina de comodidad. La escena final es
ambivalente entre la esperanza y el desconsuelo.
Andrea Zhang, Ilenia Pastorelli y el maestro Argento, durante el rodaje