lunes, 12 de septiembre de 2022

EL AMOR FILIAL

TODO SALIÓ BIEN
(Tout s’est bien passé)
2021. Dir. François Ozon.

                   Emmanuéle (Sophie Marceau, sobria y elegante) recibe la noticia de que su padre ha sufrido un derrame cerebral. En el hospital, el hombre, André (André Dussolier, de nostálgicos recuerdos por sus roles con Alain Resnais), octogenario, está inconsolable por lo que significará su dependencia hacia los demás. En cierto momento, le pedirá a Emmanuéle que le ayude a morir. A partir de ahí, empezará toda una serie de dudas, consultas, conflictos morales. Emmanuéle tendrá que compartirlo con su hermana Pascale (Géraldine Pailhas, contenida), para encontrar una solución. Ante la pregunta de su abogado por el motivo para haberse negado, la mujer contesta: “no puedo decirle que no a mi padre”.

                   Basada en las memorias de Emmanuéle Bernheim, quien fuera novelista y guionista, colaboradora de Ozon en varias de sus películas (“Bajo la arena”, “Ricky”, “Swimming Pool” o “5 x 2”), la cinta viene a ser un tributo a su recuerdo, además de mostrar, sin llegar a la protesta o la denuncia, una situación común en Europa: la decisión de morir con dignidad. Al no ser permitida la Eutanasia en Francia, Emmanuéle opta por preguntar a una asociación suiza, donde, bajo ciertas circunstancias legales, puede realizarse. La cinta prefiere centrarse en las relaciones humanas: a pesar de no haber tenido una niñez feliz con su estricto y contradictorio padre, Emmanuele mantiene el amor y el respeto.

                   A través de unas cuantas escenas que suceden en el pasado, se nota la crueldad del padre: si la niña no interpretaba un mapa de carretera, era una idiota;  si la encontraba comiendo, le decía gorda. En una secuencia, la esposa de André, Claude (Charlotte Rampling, actriz fetiche de Ozon, siempre excelsa), va a visitarlo al hospital, se da cuenta que sigue vivo, decide irse. Poco a poco se irán develando los motivos de su frialdad y la explicación de André hacia su hija: “tu madre es de concreto; está muerta”).

Sophie Marceau y Charlotte Rampling, como la madre

                   Emmanuéle llega al grado de pagarle a la responsable de la asociación suiza, sus gastos para viajar a París y le proporcione informes: la mujer (Hanna Schygulla, ya casi octogenaria, con una brillantez transparente) le explica la burocracia, pero surgen otros temas: el posible arrepentimiento casi a la hora de la asistencia al suicidio (el aspirante debe de tomar por su propia mano, el líquido mortal: nadie puede “matarlo”, debe ser por propia mano).

Las hermanas con la abogada suiza (Hanna Schygulla)

                   Es tan redonda la película que se presentan todos los aspectos laterales de la familia: aparte de esos recuerdos infelices, están los nietos de André, a los cuales el abuelo desea ver en un recital donde interpretará el clarinete. O Serge el marido de Emmanuéle, quien es curador de un museo de cine (en algún momento comenta que iniciará un ciclo de Buñuel, André le responde que le gustó mucho la película acerca de los adolescentes y Serge le saca de la duda en perfecto español “Los olvidados”.

                   La cinta sucede entre un 15 de septiembre y el final de abril del año siguiente. El espectador va siendo testigo de la convalecencia de André, además de la terquedad en su convicción por abandonar la existencia: “tengo 85 años, si acaso esto hubiera ocurrido diez años antes…”. De la misma manera, los sentimientos encontrados de las hermanas se van asentando: sin dejar de presentir el dolor, va ocurriendo una resignación anticipada. De esta manera, el maestro Ozon nos habla de la dignidad, de la inevitabilidad de la muerte, de que existe un tiempo para las diversas etapas de la vida: el proceso que todo ser humano experimenta, en relación con los demás, a pesar de la mezcla de momentos crueles o entrañables.

André Dussolier, Sophie Marceau y François Ozon en Cannes 2021



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