domingo, 26 de diciembre de 2021

PREGUNTAS

 

C’MON, C’MON
2021. Dir. Mike Mills.

         Luego de Así se siente el amor (2010) que era un tributo a su padre, y Mujeres del siglo veinte (2016), donde rememoraba los tiempos de su educación sentimental, el excelente Mills nos ofrece un delicado y lírico retrato acerca de las relaciones humanas contemporáneas. Johnny (Joaquin Phoenix, reconfirmando su excelencia) es un productor de audio que viaja a Los Ángeles para apoyar a su hermana Viv (Gaby Hoffman) y cuidar de su sobrino Jesse (Woody Norman) quien tiene nueve años, es demasiado precoz e inteligente para manipular su realidad, cuando ella debe viajar a Oakland para apoyar a su marido, quien padece de ciertos trastornos emocionales. Su trabajo hace que Johnny lleve consigo a Jesse hacia Nueva York y Nueva Orleans, para que ambos se vayan conociendo.

         El trabajo de Johnny consiste en entrevistar a niños y adolescentes preguntándoles acerca de sus puntos de vista sobre la realidad en que viven, el futuro que esperan, las emociones que sienten acerca de las actitudes de otras personas, entre muchas preguntas. Aunado a su forma laboral, aparecen otras preguntas y situaciones hacia su inteligente, pero sensible sobrino. El niño, de pronto, actúa como si fuera un huérfano al cual se ha acogido en el seno de una familia y cuenta sus fantasías al respecto. En otros momentos, escucha a Mozart. Usualmente escucha a Johnny en sus conversaciones telefónicas y reacciona al respecto.

         La relación entre Johnny y Viv, usualmente tensa por las experiencias del pasado con una madre enferma a la cual el hombre consentía mientras la mujer rechazaba ahora empieza a tener otra fase de acercamiento gracias a la presencia y cuidado del pequeño Jesse, quien entiende el problema de su padre, al cual añora, y ahora utiliza a su tío como ente sustituto, sin caer en el chantaje sentimental. El niño, sin que se le pregunte, comenta sus propias inquietudes en el equipo de audio de su tío: “uno nunca sabe lo que va a ocurrir, por eso hay que darle y darle y darle…” (que en inglés equivale al “c’mon, c’mon, c’mon” que da título a la cinta).

         Nunca se cae en el melodrama. Hay momentos en los cuales Jesse muestra una ternura inmensa que el realizador no trata de manera sentimental; en otro caso, la posible pérdida del niño, que provoca angustia en el tío, resulta ser un juego que tampoco termina en el reclamo, ni en el abrazo que se complementa con lágrimas. Mills es lo suficientemente inteligente para sugerir, sacar conclusiones, enmarcar su trama con realidades que ya no permiten caer en las fórmulas de siempre: los jóvenes temen por su futuro, pero no carecen de esperanza. Jesse viene a ser uno de ellos.


El realizador Mike Mills con el excelente Joaquin Phoenix



sábado, 25 de diciembre de 2021

FIN DEL PLANETA

NO MIRES ARRIBA
(Don’t Look Up)
2021. Dir. Adam McKay.

         Una buena crítica hacia el populismo de Trump (y otros líderes conocidos y cercanos) donde la verdad hacia el mundo se oculta en función de perseguir intereses creados y personales. Al descubrir la candidata a Doctora Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence, menos pesada que en otros de sus papeles), un nuevo cometa que llevará su nombre, primero le invade la alegría para luego descubrir con angustia que su trayectoria le llevará a chocar contra la Tierra en seis meses. Informa del hecho a su mentor, Mindy (Leonardo DiCaprio) y al científico Oglethorpe (Rob Morgan) y se ponen en camino a hacerlo del conocimiento de la Presidenta de Estados Unidos. Lo que primero se siente charlatanería, luego se vuelve asunto de importancia y, aunque se envían varios cohetes armados para desviar al cometa, todo se desinfla al descubrir el billonario Isherwell, que el cometa contiene grandes cantidades de metales en peligro de extinción y tierras raras en grandes cantidades. Los planes cambian ante la angustia de los científicos.

         La película sirve como comentario satírico ante el mundo en que estamos inmersos y todo lo trivializa: la asistencia del par de científicos a un importante programa matutino con una pareja (interracial, por supuesto) de superficiales conductores deviene en la poca credibilidad de la intensa Kate a la cual le sigue una serie de “memes” insultantes y burlones. Al contrario, Mindy, por su atractivo físico (es un decir: DiCaprio ya es un adulto maduro, grueso) es seleccionado por el Gobierno como responsable científico y se torna en objeto sexual de la conductora Brie (Cate Blanchett) quien se excita cuando el hombre le debe de expresar que “todos vamos a morir”. El tiempo pasa y tal parece que la catástrofe deberá seguir adelante, sin marcha atrás.

         Sin embargo, la película se siente pasada de moda ante el nuevo régimen norteamericano. De hecho, en la oficina de la Presidenta hay, en la pared, un óleo que muestra a Richard Nixon (en otro a Nancy Reagan) y claro que la premisa es “hacer más ricos a los ya demasiado ricos”. Por encima de todo interés por el bien común, se anteponen las ambiciones personales. Ya se ha llegado al grado tecnológico de que las máquinas manejen a los seres humanos hasta en sus sentimientos y emociones, o efectúen compras acorde con los índices de popularidad. El narcisismo es rampante: el propio Mindy es seducido por una fama que luego descubre efímera, mientras que Kate, el personaje menos contaminado de la cinta, trata de ponerse bien consigo misma y su conciencia (para ello se apoya en Yule, interpretado por Timotheé Chalamet, un joven incrédulo pero místico). Una ventaja contra todos los defectos de la película estriba en un reparto de grandísimas personalidades (oscareados y nominados al por mayor: otro tinte de ligereza).

         Una cinta sin redención: espejo del mundo contemporáneo donde imperan las No-Cosas (información, mensaje, virtualidades, falta de contacto físico), como lo expresa el filósofo Byung Chul-Han, que han marcado a una generación de la cual solamente puede esperarse otro tipo de vida, otro sistema de comportamiento, otro orden de cosas. Esta destrucción del mundo puede verse como metáfora del calentamiento global o de la pandemia que no muestra su pronto final. Hay dos epílogos que son significativos y que no voy a revelar aquí, pero que redondean estos absurdos que nos circundan. Irregular y vulgar al mostrar todo digerido, sin dejar de ofrecer un punto de vista contemporáneo.

El director Adam McKay con Lawrence y DiCaprio



martes, 14 de diciembre de 2021

DESPERTAR A LA VIDA

 

FUE LA MANO DE DIOS
(É stata la mano di Dio)
2021. Dir. Paolo Sorrentino.

         Fabietto (Filippo Scotti) vive en Nápoles y disfruta de su familia cuyos integrantes son bastante peculiares: tías obesas, entre las cuales una de ellas ha encontrado finalmente novio a los 43 años, pero es anciano, expolicía y habla por medio de un aditamento electrónico. La matriarca es una mujer que vive enojada y se expresa por medio de groserías. Hay un tío estafador. Sin embargo, su padre y su madre parecen ser las únicas sensatas. La madre es una bromista que no se detiene, aunque le cueste amistades. El padre es comunista y ateo, pero trabaja en un banco. Su hermano es aspirante a actor y, de hecho, audiciona, sin éxito, como extra para una película de Fellini. Ocurren los usuales problemas familiares: el padre ha sido infiel durante años con una compañera de trabajo. La madre le ha soportado, pero cuando vuelve al tema, empieza toda una discusión cotidiana. Además está la pasión futbolera: Maradona y los goles que son, de acuerdo con un viejo tío, producto de la mano de Dios. Y así se van dando las cosas hasta que ocurre una tragedia. Fabietto tiene 17 años y se encuentra en el umbral de la vida. El tono de la cinta va cambiando mientras el joven se va adecuando a la búsqueda de sí mismo.

         De manera contrastante, mezclando tonos y géneros, Sorrentino se mete a narrar románticamente su primera juventud en su natal Nápoles. Al inicio, la cinta comienza en un estado de sueño, surrealista: la tía Patrizia, muy sensual, espera un autobús, pero se le aparece San Genaro, en un auto lujoso y con chofer, para llevarla a donde encontrará a un pequeño monje que será el amuleto para su fertilidad. De manera abrupta, sin aviso, la cinta se torna terrenal para que el marido de la tía la llame ramera y la golpee. La obsesión de Patrizia por embarazarse le ha hecho prácticamente entrar en un estado de locura. Fabietto, al ir con sus padres a ver a la pareja en conflicto, vive una de tantas aventuras familiares. Así del sueño a la comedia amable que provoca risas y sonrisas en el espectador. Parece que ese será el tono de la película, pero no es así: a la mitad, entra la tragedia y luego el drama personal.

         Fabietto comenzará a descubrir el mundo. Entre las amistades peligrosas (un contrabandista menor), la primera relación sexual (con el personaje menos esperado), las películas que ve (aunque no es muy cinéfilo), el acercamiento a personas que le harán diferenciar la verdad y la mentira de la existencia, asistimos al crecimiento emocional de un muchacho que vive las etapas que, necesariamente, de una manera u otra, debe el ser humano de experimentar para atravesar sus diferentes edades: aquí Fabietto lo hace en poco tiempo, pero de manera substancial. Y bueno, de acuerdo con ciertas personas, todo se debe a la mano de Dios.

         Comparado con Fellini, sobre todo después de La gran belleza (2013) que era un acercamiento lateral y puesta al día de la “dolce vita” italiana, no puede dejar de notarse aquí su influencia porque además de nombrarlo directamente, el personaje del “pequeño monje” con el cual inicia la cinta y que será significativo por su tía Patrizia, se puede ver salido de cualquier cinta barroca y alucinante del maestro italiano. Además, no puede dejar de pensarse en Amarcord (1973), pero Sorrentino sigue siendo fiel a su temática sobre los cambios de la vida, así como el Andreotti de Il divo (2008) o el músico de Juventud (2015), ahora tenemos a un jovencito que debe acostumbrarse al cambio, a la nueva etapa, mientras encuentra sentido a la vida que tiene enfrente…

Filippo Scotti con Paolo Sorrentino en el Festival de Venecia 2021



domingo, 12 de diciembre de 2021

LA ASCENDENCIA

 

MADRES PARALELAS
2021. Dir. Pedro Almodóvar.

         Janis (Penélope Cruz) es fotógrafa en el invierno madrileño de 2016. Luego de una sesión con el antropólogo forense Antonio (Israel Elejalde), le comenta que en su pueblo debe de haber una fosa donde se enterraron a víctimas de los crímenes de la guerra civil, entre ellas, su bisabuelo, y le pide su ayuda. Es el preámbulo para que ambos tengan relaciones y Janis quede embarazada. En la maternidad, conoce a Ana (Milena Smit), adolescente. Mientras Janis no se arrepiente y reconoce que fue un accidente, Ana sufre. Una vez que sus hijas nacen, todo queda atrás. Prometen volver a encontrarse. Cuando Janis recibe a Antonio para que vea a su hija, la reacción de éste es confusa: no la reconoce como su hija porque es una niña con piel morena y desconfía de Janis, quien le pide que se vaya. Tiempo después reencuentra a Ana que le informa de la muerte de su hija. Janis, entonces, toma decisiones para encontrar la respuesta a ciertas dudas que surgen en su cabeza. Y no puede contarse más.

         Sin dejar de lado su inclinación melodramática, el maestro Almodóvar ofrece un interesante giro sobre el tema de los cambios accidentales en las guarderías de hospitales, al mostrar una gran madurez en sus intenciones expresivas acerca de la toma de conciencia en cuanto al pasado histórico, la ascendencia familiar, el sentido del honor y la necesidad de ajustar cuentas con nosotros mismos. La finalidad no es el pretexto melodramático: Almodóvar, ya bastante maduro, se preocupa por el sentir nacional en su patria. Hubo cien mil desaparecidos en la Guerra Civil que se encuentran diseminados por las tierras nacionales. Infinidad de familias que desconocen dónde quedaron los restos de sus antepasados relativamente recientes. Una situación que no es exclusiva de España y que se mantiene en el presente, producto de otro tipo de guerra sucia. Conocer los orígenes y aceptarlos, son condiciones obligatorias para toda persona. Este es el principal objetivo de expresión para el maestro Almodóvar. 

         Es deslumbrante cómo un tema repetido en películas y telenovelas se convierte en piedra de toque para extender su significado hacia asuntos más serios, políticos e históricos. La película nunca cae en el tremendismo, ni en la fórmula fácil. Todo se va narrando naturalmente: Almodóvar todavía refina su manera de contar. Hay secuencias que se presentan de manera alterna, utilizando elipsis para acortar tiempos y evitar escenas que resultarían tediosas y predecibles. A pesar de sus dos horas de duración, la cinta fluye sin tedio ni displicencia para el espectador. Los personajes femeninos son libres: Janis ha seguido una tradición donde madre y abuela vivieron sin maridos, criando a una hija. La propia madre de Ana es una mujer que decidió abandonar al marido para seguir con una carrera como actriz. Todo acorde con una imagen que se repite en estos tiempos que vivimos. El hombre está ausente, es mero accesorio, apoyo, refuerzo.

         Y luego está la sublime actuación de Penélope Cruz, que le ganó la Copa Volpi como mejor actriz en el pasado Festival de Venecia. Un ejemplo de gran evolución que se ha ido desarrollando con los años. La joven Milena Smit cumple perfectamente, siendo una principiante en cine. Almodóvar nos regala a presencias suyas del pasado, ya entrañables, como Rossy de Palma o Julieta Serrano (más anciana). Aparece una bellísima Aitana Sánchez-Gijón, como madre de Ana y el guiño de ojo de Almodóvar es Daniela Santiago, la actriz trans de la serie Veneno, en un fugaz papelito como modelo. Madres paralelas sirve para reafirmar y confirmar la excelencia de Almodóvar como cineasta: uno de los pocos que son originales, vigentes, propositivos en el cine mundial.

Almodóvar con sus actores Israel Elejalde y Penélope Cruz