FUE
LA MANO DE DIOS
(É
stata la mano di Dio)
2021.
Dir. Paolo Sorrentino.
Fabietto (Filippo Scotti) vive en Nápoles y disfruta de su familia cuyos integrantes son bastante peculiares: tías obesas, entre las cuales una de ellas ha encontrado finalmente novio a los 43 años, pero es anciano, expolicía y habla por medio de un aditamento electrónico. La matriarca es una mujer que vive enojada y se expresa por medio de groserías. Hay un tío estafador. Sin embargo, su padre y su madre parecen ser las únicas sensatas. La madre es una bromista que no se detiene, aunque le cueste amistades. El padre es comunista y ateo, pero trabaja en un banco. Su hermano es aspirante a actor y, de hecho, audiciona, sin éxito, como extra para una película de Fellini. Ocurren los usuales problemas familiares: el padre ha sido infiel durante años con una compañera de trabajo. La madre le ha soportado, pero cuando vuelve al tema, empieza toda una discusión cotidiana. Además está la pasión futbolera: Maradona y los goles que son, de acuerdo con un viejo tío, producto de la mano de Dios. Y así se van dando las cosas hasta que ocurre una tragedia. Fabietto tiene 17 años y se encuentra en el umbral de la vida. El tono de la cinta va cambiando mientras el joven se va adecuando a la búsqueda de sí mismo.
De manera contrastante, mezclando tonos y géneros, Sorrentino se mete a narrar románticamente su primera juventud en su natal Nápoles. Al inicio, la cinta comienza en un estado de sueño, surrealista: la tía Patrizia, muy sensual, espera un autobús, pero se le aparece San Genaro, en un auto lujoso y con chofer, para llevarla a donde encontrará a un pequeño monje que será el amuleto para su fertilidad. De manera abrupta, sin aviso, la cinta se torna terrenal para que el marido de la tía la llame ramera y la golpee. La obsesión de Patrizia por embarazarse le ha hecho prácticamente entrar en un estado de locura. Fabietto, al ir con sus padres a ver a la pareja en conflicto, vive una de tantas aventuras familiares. Así del sueño a la comedia amable que provoca risas y sonrisas en el espectador. Parece que ese será el tono de la película, pero no es así: a la mitad, entra la tragedia y luego el drama personal.
Fabietto comenzará a descubrir el mundo. Entre las amistades peligrosas (un contrabandista menor), la primera relación sexual (con el personaje menos esperado), las películas que ve (aunque no es muy cinéfilo), el acercamiento a personas que le harán diferenciar la verdad y la mentira de la existencia, asistimos al crecimiento emocional de un muchacho que vive las etapas que, necesariamente, de una manera u otra, debe el ser humano de experimentar para atravesar sus diferentes edades: aquí Fabietto lo hace en poco tiempo, pero de manera substancial. Y bueno, de acuerdo con ciertas personas, todo se debe a la mano de Dios.
Comparado con Fellini, sobre todo
después de La gran belleza (2013) que era un acercamiento lateral y
puesta al día de la “dolce vita” italiana, no puede dejar de notarse aquí su
influencia porque además de nombrarlo directamente, el personaje del “pequeño
monje” con el cual inicia la cinta y que será significativo por su tía
Patrizia, se puede ver salido de cualquier cinta barroca y alucinante del
maestro italiano. Además, no puede dejar de pensarse en Amarcord (1973),
pero Sorrentino sigue siendo fiel a su temática sobre los cambios de la vida,
así como el Andreotti de Il divo (2008) o el músico de Juventud
(2015), ahora tenemos a un jovencito que debe acostumbrarse al cambio, a la
nueva etapa, mientras encuentra sentido a la vida que tiene enfrente…
Filippo Scotti con Paolo Sorrentino en el Festival de Venecia 2021
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