NO MIRES ARRIBA
(Don’t Look Up)
2021. Dir. Adam McKay.
Una buena crítica hacia el populismo de Trump (y otros líderes conocidos y cercanos) donde la verdad hacia el mundo se oculta en función de perseguir intereses creados y personales. Al descubrir la candidata a Doctora Kate Dibiasky (Jennifer Lawrence, menos pesada que en otros de sus papeles), un nuevo cometa que llevará su nombre, primero le invade la alegría para luego descubrir con angustia que su trayectoria le llevará a chocar contra la Tierra en seis meses. Informa del hecho a su mentor, Mindy (Leonardo DiCaprio) y al científico Oglethorpe (Rob Morgan) y se ponen en camino a hacerlo del conocimiento de la Presidenta de Estados Unidos. Lo que primero se siente charlatanería, luego se vuelve asunto de importancia y, aunque se envían varios cohetes armados para desviar al cometa, todo se desinfla al descubrir el billonario Isherwell, que el cometa contiene grandes cantidades de metales en peligro de extinción y tierras raras en grandes cantidades. Los planes cambian ante la angustia de los científicos.
La película sirve como comentario satírico ante el mundo en que estamos inmersos y todo lo trivializa: la asistencia del par de científicos a un importante programa matutino con una pareja (interracial, por supuesto) de superficiales conductores deviene en la poca credibilidad de la intensa Kate a la cual le sigue una serie de “memes” insultantes y burlones. Al contrario, Mindy, por su atractivo físico (es un decir: DiCaprio ya es un adulto maduro, grueso) es seleccionado por el Gobierno como responsable científico y se torna en objeto sexual de la conductora Brie (Cate Blanchett) quien se excita cuando el hombre le debe de expresar que “todos vamos a morir”. El tiempo pasa y tal parece que la catástrofe deberá seguir adelante, sin marcha atrás.
Sin embargo, la película se siente pasada de moda ante el nuevo régimen norteamericano. De hecho, en la oficina de la Presidenta hay, en la pared, un óleo que muestra a Richard Nixon (en otro a Nancy Reagan) y claro que la premisa es “hacer más ricos a los ya demasiado ricos”. Por encima de todo interés por el bien común, se anteponen las ambiciones personales. Ya se ha llegado al grado tecnológico de que las máquinas manejen a los seres humanos hasta en sus sentimientos y emociones, o efectúen compras acorde con los índices de popularidad. El narcisismo es rampante: el propio Mindy es seducido por una fama que luego descubre efímera, mientras que Kate, el personaje menos contaminado de la cinta, trata de ponerse bien consigo misma y su conciencia (para ello se apoya en Yule, interpretado por Timotheé Chalamet, un joven incrédulo pero místico). Una ventaja contra todos los defectos de la película estriba en un reparto de grandísimas personalidades (oscareados y nominados al por mayor: otro tinte de ligereza).
Una
cinta sin redención: espejo del mundo contemporáneo donde imperan las No-Cosas (información, mensaje, virtualidades, falta de contacto físico), como lo
expresa el filósofo Byung Chul-Han, que han marcado a una generación de la cual
solamente puede esperarse otro tipo de vida, otro sistema de comportamiento,
otro orden de cosas. Esta destrucción del mundo puede verse como metáfora del
calentamiento global o de la pandemia que no muestra su pronto final. Hay dos
epílogos que son significativos y que no voy a revelar aquí, pero que redondean
estos absurdos que nos circundan. Irregular y vulgar al mostrar todo digerido,
sin dejar de ofrecer un punto de vista contemporáneo.
El director Adam McKay con Lawrence y DiCaprio
No hay comentarios:
Publicar un comentario