sábado, 31 de octubre de 2020

LOS PRINCIPIOS PERSONALES

 

ROMAN J. ISRAEL, ESQ.: UN HOMBRE CON PRINCIPIOS

(Roman J. Israel, Esq.)

2017. Dir. Dan Gilroy.

         Roman J. Israel, Esq. (Denzel Washington, fenomenal) es un abogado que ha luchado por la justicia y los derechos civiles desde que era joven en los años setenta. Ha trabajado toda su vida en el bufete de un ejemplar maestro y activista quien, al inicio de la cinta, sufre un infarto, luego entra en coma y muere. Por tal motivo, Roman queda a la deriva cuando el bufete cierra por bancarrota. Otro discípulo del fallecido, George Pierce (Colin Farrell, excelente), es quien se encarga de liquidar el lugar y le ofrece empleo a Roman quien, primero lo rechaza, hasta que la necesidad lo lleva a aceptarlo. George es una persona que ha lucrado con su carrera, alejado de los ideales que Roman ha perseguido y sido fiel toda su vida. Luego de cometer varios errores debidos a su honestidad, su franqueza que en ocasiones ofende, y comparar su existencia con la realidad actual del sistema legal, Roman se desvía del camino. Accede a una situación que se sale del compromiso ético y moral para conseguir un dinero que le permitirá adaptarse y disfrutar un tiempo de todo aquello que ha sacrificado por seguir sus ideales. Llega una crisis de conciencia, un enfrentamiento con su destino, una confrontación consigo mismo.

         Segundo largometraje como director de un guionista espléndido quien debutó en 2014 con otra película que cuestionaba la ética personal (Primicia mortal) a través de un reportero sin escrúpulos que llegaba a la conclusión de que “la sangre vendía noticias”. Ahora tenemos a un hombre que ha vivido acorde con sus principios, que recuerda lo que fue el activismo social en los años de su juventud que permitió el triunfo de los derechos civiles; que siempre se ha dejado existir bajo la ley moral pero quien, al morir su guía espiritual y ejemplar, queda a la deriva. Todo lo que ese hombre frenaba y conseguía (“creía en sus creencias”) le era desconocido en la realidad al abogado que era mano derecha, intelectual magnánimo en su tema (de memoria todo el código penal, lo que nos daría idea de cierto autismo). La pérdida de casos, el fracaso que conlleva una víctima de su error, la grosera actitud de los jóvenes que han olvidado su pasado de raza, vienen a ser golpes para sus principios.

         Una oportunidad que transgrede dichos principios y viola la rectitud de su actuación le hace cruzar el puente hacia la vida que siempre ha sacrificado. Ya no ser el hombre descuidado, con sobrepeso, peinado afro pasado de moda, saco amplio y corbata demodé, con tributos a los héroes de su juventud (tiene carteles con las imágenes de Bayard Rustin y Ángela Davis), aparte de haber escogido una vida dedicada a su profesión más que a una familia (porque ambas no eran compatibles): ahora llega el departamento de moda, la ropa costosa, los restaurantes de lujo, el día en la playa, los caprichos y tentaciones nunca cumplidos. No obstante, aparece la crisis de conciencia.

Cuidadoso retrato de alguien que se sabe culpable, se perdona a sí mismo pero al mismo tiempo se autocondena: se ha traicionado a sí mismo pero busca recuperar el equilibrio. Cinta con consecuencias que permiten la salvación, la liberación. El ser humano debe vivir acorde con sus principios morales y éticos: por desgracia, la sociedad los doblega creando contradicciones, tentaciones, cuestionamientos.

El director Dan Gilroy dando instrucciones a Denzel.



 

lunes, 26 de octubre de 2020

CONVERSACIONES

 

EN LAS ROCAS

(On the Rocks)

2020. Dir. Sofia Coppola.

         Laura (Rashida Jones) está casada con Dean (Marlon Wayans) y tiene dos hijas pequeñas. Escribe, pero se encuentra en un período de bloqueo creativo. Cierta noche, Dean retorna de un viaje de negocios, la besa mientras ella duerme, pero al reaccionar, el hombre simplemente se hace a un lado y se acuesta a dormir. Al día siguiente, Laura se encuentra con su padre Félix (Bill Murray) y le cuenta el hecho. El hombre, rico ex galerista y comerciante de arte, le comenta que es señal de infidelidad. Laura no puede aceptarlo, pero ante la influencia de las ideas de su padre y otros pequeños incidentes, empieza a dudar… Sin la terrible sequedad de Las vírgenes suicidas (1999) o Ladrones de la fama (2013), ni la insoportable pretensión de cine artístico mostrada en Perdidos en Tokio (2003), ni las desarticulaciones de En un lugar del corazón (2010) y María Antonieta (2006) o el desastre total de La seducción (2017), Sofia Coppola ¡finalmente! ofrece una cinta sencilla, con personajes claramente humanizados, cercanos a una sensibilidad contemporánea, donde se trata un asunto que, por tanta repetición, ahora sorprende por su frescura: las relaciones maritales.

         Laura vive un matrimonio convencional: el marido trabaja intensamente para alcanzar el progreso de una empresa que apenas ha iniciado y que va por buen camino. Los viajes de negocios se han intensificado y el tiempo que pasan juntos ha disminuido. El sentido de alejamiento que Laura presiente luego de ese beso nocturno se refuerza con las sospechas de su padre: el hombre ha sido un mujeriego cuyas acciones le llevaron al rompimiento de su propia relación. Esa protección del padre experimentado hace que la joven dude y la involucra en diversas aventuras de espionaje para que pueda convencerse de las faltas del marido, al equipararlo con su propia experiencia. Desde el inicio de la cinta, ha quedado claro que Félix abandonó a su esposa por una de sus asistentes, a la cual luego también dejó. Todo el tiempo se la pasa flirteando con cualquier mujer que encuentra. Félix es un tipo simpático que sabe ganarse la confianza de los demás: una persona agradable en lo exterior.  

         La cinta tiene una estructura que fluye cálidamente. Los personajes se van construyendo en forma paulatina y todos quedan definidos por sus acciones, sobre todo, luego por las palabras. Es una película donde los personajes conversan para darle significado al mundo que les envuelve. Sabemos que Laura escribe y no avanza, después lo enfatiza. Nos enteramos de la coquetería de Félix porque en todo momento está en su papel de seductor, ya sea con una mirada o saludo a alguna dama, o contando una historia a un agente de tránsito que lo ha detenido. Sin embargo, Félix es un hombre solitario que busca la compañía de una hija y Laura es una mujer que solamente desea la atención de su marido. Estos reflejos indirectos de situaciones (Félix quiere la atención de su hija: quizás su posible fracaso les una; Laura teme que su matrimonio se vaya a pique como el de sus padres por infidelidades) son los que tornan congruente y muy interesante a la trama. La química entre Rashida Jones y Bill Murray es innegable. Marlon Wayans, usualmente comediante pero ahora en papel serio, lo muestra como actor versátil.

domingo, 25 de octubre de 2020

ENTRE UN PERRO Y EL MUNDO

 

1.-MI PERRO TONTO

(Mon chien stupide)

2019. Dir. Yvan Attal.

 

         Henri (Yvan Attal) es un escritor que tuvo un éxito literario un cuarto de siglo atrás que le permitió tener muchas comodidades, como la enorme casa donde vive ahora junto con su mujer y cuatro hijos. Desde entonces, solamente ha podido publicar novelas sin importancia y guiones de películas de baja calidad. Culpa a su familia porque las responsabilidades le han evitado tener la tranquilidad de años atrás cuando, en Roma, pudo producir su gran creación. Todos los hijos viven en casa: el mayor no hace nada y pasa el tiempo inmerso en las drogas. La hija, igualmente, tiene novio y solamente exige dinero. Uno de los hijos menores le gusta surfear y desea continuar con el deporte en su vida. El otro es brillante, pero su activismo social lo mete en problemas. Una noche encuentra en su jardín a un enorme perro gris, babeante y apestoso que toma posesión de la casa. Le nombra “Estúpido” y lo adopta contra las quejas de su mujer. La llegada del perro será el inicio de una transformación completa en su cotidianidad: los hijos se irán alejando, la esposa lo abandonará, para que su soledad sea la mejor consejera.

         Basándose en una novela del norteamericano John Fante (1909 – 1983), publicada póstumamente en 1986, estamos ante una deliciosa representación del proceso creativo. Es el cínico sentido del humor que Attal explota en su personaje, lo que le da mayores fundamentos a lo que sería otra comedia de rupturas familiares. Henri toma de manera casual, pero objetiva, la partida de cada uno de sus hijos. Entiende que la rutina les ha enfrascado en disputas y dependencias que no les ha permitido crecer. Además, su constante queja del bloqueo en su inventiva e imaginación, soportan indirectamente la aceptación de la desbandada. De la misma manera, el amor que siente hacia su mujer, se ha debilitado por su falta de solidaridad.

         Cada hijo es un caso especial. La dependencia en las drogas o los proyectos fallidos. Las relaciones sentimentales tortuosas. Uno que se aprovecha de la madre, también con estudios literarios, para que le escriba ensayos que son mal calificados por evidente fraude. El más brillante es el más preocupado socialmente por lo que su activismo le lleva a juicio y cárcel temporal. Cuando la esposa decide también dejar al marido, no queda más que el perro, elemento que servirá para que el escritor realice una introspección, examine su vida previa y presente, para que todos esos elementos permitan que termine el bloqueo. Al final del día, cada uno de los integrantes de esta familia habrán encontrado un camino para su satisfacción individual.

El director, guionista y actor Yvan Attal



 *********************

2.- DOS/UNO

      (Two/One)

      2019. Dir. Juan Cabral

         La brillante ópera prima del argentino Cabral hace su propia interpretación de la globalización y de cómo una persona puede tener su equivalente al otro lado del mundo: a pesar de las diferencias raciales o de estilo de vida, las relaciones sentimentales o afectivas son iguales en cuanto a sus efectos sobre lo cotidiano: ahí estriba la realidad. Kaden (Boyd Holbrook) es esquiador en Canadá y se está preparando para competir en las Olimpiadas de Sapporo 2018. Khai (Song Yang) vive en Shanghai y trabaja para una firma publicitaria donde un ascenso le llevará hasta Tokio. Kaden reencuentra a su novia de años atrás que ahora está casada y tiene una hija. Khai conoce a una mujer que entra a trabajar en su firma. Cada uno vive situaciones parecidas en sus vidas. Cuando uno duerme, el otro despierta: algo natural que se explica por las diferencias de horarios.

         La cinta irá narrándose de manera alterna: paulatinamente se irán encontrando los paralelos en las vidas de estos hombres diferentes físicamente, diversos en sus actividades, emocionalmente iguales. En algún momento, el padre de Khai le dice que “no hay que confundir las pequeñas coincidencias con el destino”. Khai ha conocido previamente a su amada Jia (Zhu Zhu) gracias a un sitio donde los exnovios resentidos y vengativos publican fotos audaces de sus anteriores relaciones y le llama la atención: a los pocos días llega Jia a su vida. Kaden reencuentra a su exnovia de una década atrás, Martha (Dominique McElligott), gracias a una foto que le toman sin que se dé cuenta y que aparece en el periódico local. Ella le llama para concertar una cita. Cada relación tendrá sus obstáculos: Martha es casada, Jia levanta celos y sospechas en Khai.

         La cinta nos permite cuestionar si Khai está soñando a Kaden o viceversa. Khai se pregunta sobre las pequeñas cosas que de pronto olvidamos o que creemos haber hecho. Ante el divorcio del padre de Kaden, con 70 años a cuestas, quien ya no valora la presencia de su esposa, el padre de Khai le comenta que nunca se sintió más solo que en el día de su boda. El joven reflexiona y responde que uno se siente solo porque no ha encontrado al otro. Y es precisamente el encuentro accidental que se da entre Kaden y Khai que pondrá todo en jaque: los complementos se unen para que sus semejanzas los aparten. Es lo que sucede a cada momento, en todo el mundo: las diferencias nos unen.

El director Juan Cabral



viernes, 23 de octubre de 2020

SEGUNDAS VUELTAS

 

SEGUNDAS VUELTAS

 

1-    LAS BRUJAS

(The Witches)

2020. Dir. Robert Zemeckis.

 

Nueva lectura fílmica del cuento de Roald Dahl que Nicolas Roeg llevó a la pantalla en 1990 para sumergirnos en la fantasía total de un mundo con brujas acechantes y malvadas cuyo odio hacia los niños las llevaba a emprender la misión de convertirlos en ratones. La narración tiene un gran encanto: un niño es protegido por su abuela luego de quedar huérfano. Para aliviarlo de sus penas y alejarlo de las brujas, lo lleva a un magnífico hotel donde, sin imaginarlo, se celebrará una convención de estas damas realmente monstruosas, disfrazadas de personas convencionales, aunque, su reina, sea glamorosa y moderna. El cuento tenía el objetivo de prevenir a los niños contra la excesiva confianza ante personas desconocidas y exaltar el amor familiar sobre cualquier otra condición. Ahora, en estos tiempos de pluralidad, se ha adaptado para que los personajes principales sean de raza negra con el afán de ir extinguiendo los prejuicios segregacionistas.

Lo más ingenioso de la trama de Dahl es que no se siguen las convenciones de veneno y antídoto. El niño será transformado en ratón para no tener retorno a su forma humana. Sin embargo, esto dará lugar a que tome la vida de otra manera, con propósito y esperanza. La abuela lo aceptará aún como animalito, normalmente repulsivo. La gran diferencia entre la versión original en cine y la que ahora nos presenta el maestro Zemeckis reside en, sobre todo, los efectos visuales y un sentido más convencional y feliz de las nuevas condiciones en que se ha manifestado a la familia, contra el sentido más reflexivo y sublime de la primera versión. Esto queda acentuado desde el hecho de que la cinta ha sido producida y adaptada por el excesivo e insoportable Guillermo del Toro, aunque, por fortuna, evitándonos la pena de que la dirigiera (habría sido varias veces más grotesca, esquemática y superficial). Zemeckis, más contenido y preocupado por el sentido de humanidad (que ha mostrado en todas sus cintas, desde su serie de Volver al futuro pasando por Forrest Gump, Contacto o la extraordinaria Aliados), sabe manejar a sus actores y a las situaciones que les rodean sin llegar a los extremos.

Octavia Spencer es una delicia, como siempre, al interpretar a la comprensiva abuela. Anne Hathaway es una moderna y elegante bruja cuya metamorfosis es horrenda, algo que resulta congruente en esta época prioritariamente visual donde hay que sorprender (una secuencia donde los ratoncitos son perseguidos por los ¡brazos! de esta malvada bruja es hilarante y angustiante para el espectador). No obstante, uno recuerda a la sofisticada Anjelica Huston en la versión original y la Hathaway queda a deberle. La fantasía se agradece porque la magia es atrayente.

El director Robert Zemeckis



 *************

2-   REBECA

(Rebecca)

2020. Dir. Ben Wheatley.

 

Nueva lectura fílmica de la novela de Daphne Du Maurier que el maestro Alfred Hitchcock había trasladado a la pantalla en 1940 para convertirse en cinta de culto e influencia, además de ganarse el Óscar como la mejor de su año. Una novela romántica, con influencias góticas, que recuerda a los textos de las Brönte, además de cuentos de hadas, mezclados con intriga policiaca y ciertos tonos eróticos. Maxim de Winter (Armie Hammer, seductor), viudo, conoce a la simple dama de compañía de una matrona inglesa, de la cual nunca se sabrá su nombre (interpretada por Lily James), para quedar prendado de ella y en cuestión de días, pedirle que sea su esposa. La lleva a su mansión de Manderley, un palacio imponente, donde el ama de llaves principal es la Sra. Danvers (Kristin-Scott Thomas) quien le hará la vida imposible porque ella no deja de pensar en su patrona Rebeca, la difunta esposa de Max. La trama nos llevará a las intrigas, pleitos, miedos que sufrirá la joven dueña de la casa hasta que se descubra un secreto que podría llevar todo a su fin.

Uno se pregunta acerca de la necesidad de rehacer la nueva versión de una cinta que ya es clásica, cumbre de la historia del cine (marcó el debut norteamericano del maestro Hitchcock: el arranque de su nueva etapa), y en realidad, solamente se puede responder que ha incorporado a la trama, la sensualidad y los puntos delicados de una novela que, hace ochenta años, no podía haber permitido cierto erotismo, ni abiertas sugerencias de la ninfomanía de Rebeca, ni siquiera la aceptación de que Max la hubiera matado. El realizador Ben Wheatley es solvente y ha declarado en el más reciente número de la revista “Sight & Sound” que no intentó filmar otra versión de Hitchcock, sino su propia visión sobre la que fuera una popular novela que recorrió al mundo vendiendo millones de ejemplares. En su cinta más conocida en México, El rascacielos (High-Rise, 2015) nos hablaba acerca de un mundo distópico, postapocalíptico en un edificio de departamentos que dejaba claras las diferencias sociales hasta que una situación imponderable las destrozaba. A su manera, esta Rebeca vuelve al tema de la clase aristocrática, su posicionamiento social pero también su mezquindad. La joven nueva consorte pertenece a una clase baja que no está familiarizada con las costumbres de la riqueza, y las mismas clases bajas la miran con desprecio o burla en su interior.

El reparto no queda por debajo de las expectativas. Lily James tiene el aspecto frágil y juvenil que Joan Fontaine exaltaba en la pantalla para mostrarla indefensa ante la maldad, aunque con el carácter dormido que tendrá que despertar cuando la verdadera adversidad cruce por su camino. Armie Hammer es un actor duro que se repite en actitudes y reacciones que notamos en la cinta que le dio esplendor (Llámame por tu nombre, 2018), pero posee la personalidad distinguida de sus bellas facciones y su excelente físico que atrae. Hay diversos momentos en la película donde se siente el erotismo y el deseo entre la pareja (que no se aborda ni se sugiere en la versión original, plenamente romántica). Laurence Olivier era gran actor teatral pero en cine tendía al exceso y también se tornaba mecánico. Kristin Scott-Thomas es una adecuada y perversa ama de llaves cuyo rol no le representaba ningún reto ante la actitud que requería transmitir. Esta nueva visita a Rebeca sigue siendo fiel a la novela, añade las audacias adecuadas, y continúa intrigando e invitando al espectador a disfrutarla. El melodrama nunca muere y siempre seduce.

El director Ben Wheatley



lunes, 5 de octubre de 2020

EL HORROR COMO METÁFORA

 

RELIQUIA

(Relic)

2020. Dir. Natalie Erika James.

         Edna (Robyn Nevin) ha desaparecido. A su casa, situada en un pueblo al norte de Melbourne, llegan su hija Kay (Emily Mortimer) y la hija de esta, Sam (Bella Heathcote). El lugar está vacío y nadie ha sabido de Edna por varios días. Las mujeres encuentran una casa donde los cuartos se han convertido en almacenes de objetos pasados. Cierto día, de pronto, reaparece Edna en la cocina, sin indicaciones de nada extraño excepto un moretón en el pecho. La mujer tiene momentos de lucidez que se alternan con otros donde hay desconocimiento y vaguedad. La casa se va llenando de ruidos extraños y sombras. Kay está a punto de decidir el internamiento de Edna en una casa de reposo, mientras que Sam desea irse a vivir con su abuela para evitarlo. La situación se va transformando al mismo tiempo que la casa, la propia Edna y los sentimientos de hija y nieta.

 El deterioro mental, la acechanza de los viejos...

         La cinta nos habla de un hecho que no es ajeno y siempre se encuentra acechándonos: el deterioro cognitivo que puede ir desarrollándose (sobre todo) en la vejez. Hay un momento en el cual la nieta cuestiona a su madre acerca de la responsabilidad: si no se trata de que ahora es cuando ocurre  el trueque de roles para el cambio de pañales, al no estar de acuerdo en que la abuela vaya a un asilo, y deba tener el amor y cuidado de su propia familia. La casa, plena de recuerdos y objetos que traen indirectamente al pasado, irá adquiriendo distintos pasajes, caminos desconocidos y laberínticos que se equiparan con la pérdida de la racionalidad: no encontrar la salida a pesar de uno mismo. Así como los edificios antiguos tienen resonancias inesperadas y repentinas que traen ecos de otros tiempos, es equiparable con los cuerpos que van perdiendo la energía y vitalidad: Kay y Sam son testigos de extraños ruidos, golpeteos, hasta sombras que se entremezclan con otras.

Perdidas en el laberinto de una casa: de una mente confusa...

         En estos tiempos de acechanza de monstruos invisibles, microscópicos, el género de terror es el que mejor se adecua para metáforas existenciales. En este caso, es el propio cuerpo, su pérdida de la memoria, su confusión entre la realidad y los recuerdos, los motivos para depresión, irritabilidad, ansiedad. Nos causa miedo vernos en ese espejo: todo es posible según van pasando los años. Las generaciones se enfrentan: las probabilidades de que esa demencia se repita en la hija, luego en la nieta, hasta el final de los tiempos, deja solamente lugar para el entendimiento y el afecto. El monstruo de la demencia se revela y asienta mientras las manos se entrelazan para sentirse seguras, confiadas.

La directora Natalie Erika James



sábado, 3 de octubre de 2020

LA INEVITABLE MUERTE, CON HUMOR

 

DESCANSE EN PAZ, DICK JOHNSON

(Dick Johnson is Dead)

2020. Dir. Kirsten Johnson.

         Si algo tenemos segura en esta vida es nuestra muerte. Nadie nos vamos a escapar de ella. Por eso, cuando el padre de la documentalista Kirsten Johnson empieza a manifestar síntomas de demencia, planea matarlo de diversas maneras a través del cine. C. Richard Johnson nació en 1932 y practicó la psiquiatría por muchos años en Seattle. De pronto empezó a confundir sus citas, dar prescripciones equivocadas, por lo que su hija tuvo que ir a su lado. Con el antecedente de que su madre murió luego de sufrir Alzheimer, la cineasta tuvo que tomar decisiones: vender la casa paterna y llevarse a su padre a vivir con ella en Nueva York. Ante esta situación, ya que todavía el hombre estaba lúcido, decidió emprender este proyecto documental utilizando el amor filial como pretexto que podía sublimar un esperado dolor.

         Si la muerte será inminente, qué mejor manera de tolerar la separación si se ensaya de antemano, bajo diferentes formas de accidentes casuales e inmediatos más que una dolorosa y tardada agonía. De igual manera, hay que imaginar el tipo de cielo al cual se llegará y esto da lugar a secuencias oníricas (hay una en donde se rinde homenaje al expresionismo cinematográfico). La experiencia previa con la madre ha hecho que Johnson tome con humor y burla la situación. El documental narra hechos de la vida del psiquiatra, la visita a un viejo amor platónico, los recuerdos de la esposa, las experiencias con los hijos, el hecho de tener unos pies deformes y, sin embargo, en realidad trata sobre la relación entre hija y padre: no hay conflictos. Ambos han llevado una vida conforme y han compartido tristeza y felicidad. De ahí que acepten este juego de posibles realidades.

         De pronto uno se conmueve por el proceso de demencia senil que Dick Johnson va mostrando: las pruebas de memoria o la confusión con la puerta de su departamento, además de los recuerdos intermitentes de su relación marital. Alternadamente, uno se asombra de la frialdad con la que se toman los hechos: los nietos que saben que en unos momentos, su abuelo se olvidará de cualquier hecho reciente o la naturalidad para montar un funeral con amigos y parientes para alcanzar un sueño que seguramente, muchos de nosotros compartimos: asistir al mismo. Lo más importante es que alrededor de todo esté el sentido del humor. Es la mejor actitud que puede tenerse ante los pavores que nos presenta el mundo o la aceptación de nuestra mortalidad.

La directora Kirsten Johnson mientras prepara una secuencia.

El documental mezcla el proceso de filmación con sus resultados.


 

viernes, 2 de octubre de 2020

INSISTIR EN LA DIVERSIDAD

 

LOS CHICOS DE LA BANDA

(The Boys in the Band)

2020. Dir. Joe Mantello.

         Michael (Jim Parsons, genial, alejado de su personaje bobo en la televisión) organiza en su departamento la fiesta de cumpleaños de su amigo Harold (Zachary Quinto). Entre los invitados están Donald (Matt Bomer), Emory (Robin de Jesús), Hank (Tuc Watkins) y su pareja Larry (Andrew Rannells) y Bernard (Michael Benjamin Washington). Luego llegará el regalo de Emory para Harold, un joven prostituto vestido de vaquero (Charlie Carver). Sin esperarlo, llega Alan (Brian Hutchison), anterior compañero universitario de Michael, del cual siempre ha sospechado que es bisexual, pero que irrumpe en un ambiente que le es desconocido. Con el paso del tiempo y del alcohol, la noche se irá complicando, dando lugar a la revelación de varios secretos. Estrenada en 1968 en Nueva York y seis años después en la Ciudad de México, la obra teatral de Mart Crowley marcó un hito cultural al introducir a los espectadores dentro de la vida privada de personajes homosexuales pertenecientes a una clase media, antes de que ocurrieran los acontecimientos de Stonewall en San Francisco y los inicios de las demandas contra la homofobia. Por supuesto que fue todo un éxito porque los espectadores iban (íbamos) por morbo, desconocimiento o en busca de alguna identificación.

         Más de cincuenta años después, la situación ha cambiado radicalmente. Gracias a estos tiempos de diversificación, la comunidad homosexual ya no tiene los mismos obstáculos que antes y se encuentra presente en todos los medios de comunicación. Tenemos ejemplos maravillosos en cine, teatro, internet, sobre todo la televisión. No obstante, siguen existiendo cierto atavismos y fobias, pero se nota el avance. Esto es lo que hace que la película se sienta pasada de moda, elemental, superada. Lo que hizo el autor fue utilizar y transformar ciertas experiencias personales, además de establecer un compendio de los diferentes tipos del personaje gay: la loca, el bisexual, el promiscuo, el reprimido o hasta al que comercia con el sexo. Estamos ante Michael, quien siempre tuvo cierto resentimiento contra Alan y quiso hacer realidad una fantasía común en el ambiente gay: creer que todos los demás son homosexuales en potencia o reprimidos.

         La cinta es, obviamente y al ser una obra fundamental del tema, bastante esquemática en sus personajes y situaciones básicas. El desarrollo de la trama va explicando antecedentes de cada personaje para dejarlos bien asentados y su desenlace es truculento, además de catártico para el personaje principal quien, de esta manera logra una mejor comprensión de sí mismo, la liberación de algunas ataduras con el pasado, pero queda en duda si acaso le servirá para ser mejor persona hacia sí mismo y los demás. Los chicos de la banda es un ícono dentro de la expresión gay y forma parte de su histórica liberación. La película viene a ser una pieza de museo para las generaciones mayores: una forma de nostalgia por lo que no se podía decir y que permitía una complicidad mental, pero que paradójicamente, al mismo tiempo, viene a ser la remembranza de represiones, burlas, escarnio, secretos de familia, entre tantas y tantas posibilidades particulares. Para los jóvenes será una curiosidad, sobre todo para quienes han asumido libremente su orientación.

         Lo que se puede destacar, sin reservas, es la calidad de producción y el fenomenal elenco que la conforma: todos son actores talentosos, atractivos, adecuados físicamente a cada personaje que interpretan. Al productor Ryan Murphy se le debe agradecer que en los últimos años haya revisado la iconografía gay (la serie Feud sobre Bette Davis y Joan Crawford) o reimaginado los subjuntivos históricos (los “hubiera” que muestra la serie Hollywood), Ahora resucitó esta enorme pieza de museo para el mundo (ya lo había hecho en Broadway: al pasar a cine y Netflix, llegará al planeta): todo con el fin de que se comprenda, y se sienta natural, y se siga insistiendo, sin prejuicios tontos, que no todos somos iguales ni tenemos que pensar de la misma manera.  

    Todo el elenco de "Los chicos de la banda" (2020).

    Al frente, el director Joe Mantello y el autor Mart Crowley (1935 - 2020)