viernes, 27 de noviembre de 2020

UN SECRETO DEL PASADO

 

TÍO FRANK

(Uncle Frank)

2020. Dir. Alan Ball.

         La joven Betty (Sophia Lillis) narra cómo era su vida adolescente (14 años) en su pueblo de Creekville, en Carolina del Sur. Es 1969 y su abuelo Daddy Mc (Stephen Root) cumple años. Recuerda que asistió su tío Frank (Paul Bettany), profesor de literatura en Nueva York, quien raras veces visitaba a la familia. Fue en esa reunión, donde hubo pleitos, gritos, desprecios, cuando Frank le aconsejó que no se dejara manejar por los demás y que fuera ella misma. Esa conversación le cambió la vida. Cuatro años más tarde, Betty, quien ahora se hace llamar Beth, acude a la universidad en Nueva York. Sin imaginarlo siquiera, y por accidente, descubre que su tío es homosexual y conoce a su pareja de diez años, Wally (Peter Macdissi). Al principio Beth se desconcierta, pero luego, según va adentrándose en sus existencias, cambia de actitud. La muerte del abuelo hace que los tres se dirijan hacia Creekville por carretera y esto permitirá que Frank recuerde un pasado que todavía le atormenta y que es un secreto que le ata con su padre: el abuelo recientemente fallecido.

La joven Beth (Sophia Lillis) se abre al mundo...


El tío Frank (Paul Bettany), aislado, en una reunión familiar...

         La cinta se divide en dos partes opuestas en tono y ambiente (aparte del prólogo mencionado): Nueva York con su ambiente bohemio, apenas empezando a liberarse en cuanto a la sexualidad y al uso de la droga, que muestra los primeros acercamientos de Beth hacia un mundo abierto luego de haber permanecido en un pueblo con personas de ambiciones cortas y mentalidades convencionales. El tono es amable y hasta posee ciertos destellos de humor. Luego, el camino de retorno al pueblo (forzado por el funeral del abuelo) tendrá otro enfoque. Beth y Frank viajan en el auto del segundo. Ella le pregunta sobre su propia historia, su primera vez, a lo que Frank no responde directamente, sólo le comenta que fue con un compañero de la escuela, pero dispara sus recuerdos, una carga que ha traído consigo desde la adolescencia cuando tuvo un amorío que terminaría mal. Aquí, el tono se ha vuelto sombrío.

 Beth descubre la relación entre Wally (Peter Macdissi) y Frank

El viaje donde habrá recuerdos y la total liberación

         Tío Frank es otra trama que sirve para recordar al público que, en el pasado, el asunto de la sexualidad no era sencillo. Todo tenía que ocultarse, tratarse con sumo cuidado y evitar aquello que podría dar lugar a murmuraciones o destrozo de reputaciones. Los microcosmos que eran los pueblos, en contraste con las mentes más liberales de la urbe, servían como prisión para las almas diferentes y, para la mayoría de los hombres y mujeres homosexuales, la mejor salida era escapar de sus entornos. La cinta es un delicioso discurso para el presente: los esfuerzos y reclamos, además del progreso, la apertura de ideas, además del ensanchamiento de los límites de libertad que fueron propiciados por las generaciones que antecedieron, ahora han dado frutos (no todo está ganado, siguen atavismos, discriminaciones y crímenes de odio, pero la aceptación social, en general, es mayor). De ahí que un gran acierto haya sido colocar la película en el amanecer de estos derechos civiles (fines de los años sesenta e inicios de la siguiente década), y todavía comparar esos tiempos con los años cuarenta, o sea, la adolescencia de Frank. Un panorama de evolución. De hecho, otro personaje, un pretendiente de Beth, en sus primeros días en la ciudad, quiere conocer a Frank porque tiene fama de excelente maestro: en realidad, desea seducirlo. También es un joven que procede de otro pueblo y que está en Nueva York para darle rienda suelta a su naturaleza. Es un ejemplo de esos tiempos del presente (de la película, claro) contrastante, pero continuador del caso de Frank en el pasado.

Al final de cuentas, lo que importa es el amor de pareja...

El momento de catársis

         La trama nos introduce a momentos amables y otros trágicos sin llegar a los usuales finales que castigaban al “desviado”, como se acostumbraba en las primeras cintas de Hollywood que sugerían la homosexualidad de sus personajes que requerían de un castigo por su “inmoralidad”. En este caso, tenemos a una pareja que se ama y se protege, se cuida y se demuestra su amor, a pesar de que de pronto surjan discrepancias. El elenco, extraordinario, está conformado, entre otros, por una jovencita Sophia Lillis que tiene la suficiente expresividad para mostrar la sorpresa y la calidez debidas a nuevas experiencias y su posterior comprensión. Paul Bettany ha sido un actor versátil que sabe adecuarse a roles disímbolos y transformarse: en este rol no puede uno imaginarse que sea de ascendencia británica. La trama, con elementos semiautobiográficos, fue escrita por su realizador Alan Ball, otro personaje que contribuyó al desarrollo temático, con el consiguiente gran éxito de la televisión contemporánea, gracias a plataformas (a él le debemos las series Six Feet Under o True Blood, y la oscareada película Belleza americana, el gran debut del genial Sam Mendes, en cine). Una propuesta que entretiene e invita a la reflexión sobre nuestro tiempo (con todo y pandemia).

 El director y guionista Alan Ball

        

lunes, 16 de noviembre de 2020

LA DECADENTE SOCIEDAD JUVENIL

 

METROPOLITAN

1990. Dir. Whit Stillman.

         Al salir de una fiesta de presentación en sociedad efectuada en el Hotel Plaza de Manhattan, en Nueva York, el joven Tom (Edward Clements) es invitado por un grupo de sus congéneres que también salían del mismo lugar para que los acompañe a una tornafiesta. Al principio, Tom se resiste, pero la insistencia es tanta que finalmente acepta. En el lujoso departamento de Sally (Dylan Hundley), conoce a los integrantes de este grupo que se autodenomina SFRP (Sally Fowler Rat Pack) y que consiste en adolescentes de 16 o 17 años, de posición acomodada. Como hacen falta acompañantes y es la temporada de estas presentaciones, le convencen de que siga viéndolos. Tom llama la atención de Audrey (Carolyn Farina) y ella le hace recordar a una antigua novia que era muy coqueta. El muchacho no les informa inicialmente que vive en una parte modesta de la ciudad, porque sus padres son divorciados, pero ellos lo aceptan sin problema: al final de cuentas, su origen también era de clase alta. A partir de este momento se repiten las reuniones, las confesiones de secretos y, luego, el final del grupo.

         Un reparto de actores noveles y desconocidos (donde la mayoría no llegó a destacar a pesar de su excelencia) dan vida a una brillante e inteligente trama donde no sucede más que la vida cotidiana de una clase opulenta, a través de sus jóvenes representantes, que expresan temores y esperanzas. Tom será el catalizador de algunas de sus inquietudes: su aceptación de las teorías socialistas de Fourier, implican la crítica al capitalismo. Sus lecturas de crítica literaria le llevan a expresar que es mejor que leer los libros porque se tiene una sinopsis y las ideas sobre ellos. Las conversaciones se suceden una tras otra. Uno de los jóvenes, Nick (Chris Eigeman), será la voz cínica y retadora porque está consciente de la decadencia de su clase aunque acepta todos los rituales añejos que ha heredado (como las presentaciones en sociedad) o su rechazo a un joven barón, aristócrata de ascendencia europea, como gran ejemplo del deterioro (sobre todo por sus actos inmorales). Audrey ha leído y puede citar a Jane Austen o Tolstoy, dándole importancia primordial al romance y a su vida sentimental. Charlie (Taylor Nichols) es el crítico de sus compañeros y clases, enamorado secretamente de Audrey sin decidirse a declarar su pasión, pero seguro del camino que va a tomar su vida.

         Aunque la primera impresión que puede dar la cinta pueda ser una copia de la obra de Woody Allen (las citas literarias, la clase alta, la geografía urbana), en realidad se está más cerca de la sensibilidad europea de los primeros trabajos de un Eric Rohmer en cuanto a jóvenes que se encuentran para que sus existencias vayan por nuevos rumbos y destaquen sus ideas morales, además de aquellos de un François Truffaut con los problemas amorosos, la literariedad, y de ambos, las palabras, los discursos, la gente que se expresa para darle sentido al mundo que les envuelve, las conversaciones (que son deliciosas y es lo que mejor debe disfrutarse de la película: son su esencia). En su ópera prima, Stillman narra una trama que adquiere la intención de Scott Fitzgerald: la descripción de una sociedad que, por medio de sus jóvenes integrantes, se siente decadente y sabe que, en algún momento, declinará (o se transformará). La realidad ha sido otra.

         Whit Stillman, uno de los cineastas más originales e interesantes que surgieron en el cine norteamericano en la última década del siglo XX ha sido fiel a sí mismo. En un cuarto de siglo, solamente ha filmado cinco largometrajes. Aparte de Metropolitan, nos ofreció Barcelona (1994), Los últimos días del Disco (1994), Damiselas en apuros (2011) y Amor y amistad (2016). Todas ellas con sus mismas críticas sociales, ninguna estrenada por nuestras pantallas, pero felizmente disponibles en vídeo, entonces, y plataformas, ahora. Solamente la última tuvo mayor presupuesto y un reparto más estelar. Un director que es importante conocer y seguir.

El director Whit Stillman



 

 

sábado, 14 de noviembre de 2020

MADAME ROSA

 

LA VIDA DELANTE DE SÍ

(La vita davanti a sé)

2020. Dir. Edoardo Ponti.

 

         Momo (Ibrahima Gueye, un hermoso niño que irradia fragilidad y rudeza al mismo tiempo) tiene doce años, ascendencia senegalesa, musulmán. Llegó pequeño a Bari, la ciudad frente al Mar Adriático y pronto perdió a su madre, quedando bajo el cuidado del Dr. Coen (Renato Carpentieri). En la calle, ataca y roba un par de candelabros a Rosa (Sophia Loren), una exprostituta, ya anciana, que se mantiene cuidando a los hijos de otras. Desesperado, por no poder controlarlo, Coen lo lleva con Rosa para que se disculpe y, al mismo tiempo, pedirle que se haga cargo del niño a lo que la mujer primero se niega, pero luego acepta a cambio de un buen pago. La relación primero es tirante. Momo es rebelde y no acepta a Rosa ni tampoco a otros dos pequeños que la mujer atiende. El niño, además, en secreto, trabaja como distribuidor de droga para uno de los rufianes del puerto. Pronto, se le irá revelando cierta situación de Rosa que será importante para su futuro.

         Basada en la novela de Romain Gary (bajo el seudónimo de Emile Ajar), ganadora del premio Goncourt, ya adaptada al cine en 1977 por el director israelita Moshé Mizrahi con la cual ganaría el Óscar norteamericano como mejor película extranjera (y el César francés para Simone Signoret, su actriz), ahora tenemos la acción trasladada a Italia con un niño de color y una trama secundaria que lo involucra con las drogas, tal vez para darle mayor realismo y actualidad. Rosa es una sobreviviente de Auschwitz, tiene marcado su número en el antebrazo y ya se encuentra al borde de la demencia senil. Contra la obesa y menor Rosa de la novela y cinta original, ahora tenemos a una anciana para darle verosimilitud a que sea una longeva víctima de la persecución nazi y quede el rol adecuado para la octogenaria Sophia Loren, madre del director de la película. Igualmente, el pequeño árabe es ahora un niño de color representante de los refugiados, y un vecino travesti es ahora una mujer transgénero.

         Y aunque la cinta es efectiva en trasladar el dolor de la ausencia de la madre (que luego se comparará a la salida de la casa de uno de los niños cuya madre retorna para llevárselo; posteriormente, la enfermedad de Rosa) o sobrellevar los traumas derivados del holocausto (Rosa se consolará con los bellos recuerdos pero se paralizará de terror ante los fantasmas de la crueldad), la película no resulta satisfactoria en su totalidad. Entre la rebeldía de Momo (que originalmente era un proceso de empatía), su actividad con las drogas, su trabajo con un buen comerciante que apoya a Rosa, se diluye, de alguna manera, la relación con Rosa y es abrupta la transición hacia la comprensión, simpatía y amor por la anciana.

 Sophia Loren, hermosa, mostrando su edad...

         Lo más importante es la presencia de Sophia Loren. A los 85 años (en el momento de filmación), es admirable que siga adelante con su carrera y no le importe mostrarse sin maquillaje, con todas las señales del deterioro que el tiempo ha marcado en su piel, rostro, cuerpo, ¡sin perder su prestancia y personalidad!  Hace seis años había interpretado el monólogo de La voz humana (misma que Almodóvar adaptó para Tilda Swinton) en un cortometraje de su hijo Edoardo. Diez años atrás había aparecido en una cinta biográfica para la televisión sobre su madre y ella misma, después del fracaso de Nine (Rob Marshall, 2009). En una entrevista Loren habla de su retorno debido a que era un proyecto de su hijo, de que el cine ha sido importantísimo en su vida pero primero estaba su familia, además del mensaje de tolerancia y ternura que transmite la película. Eso no se puede negar.

Sophia Loren con el director Edoardo Ponti, hace seis años...



NADAR SABE MI LLAMA

 

VAQUERO DEL MEDIODÍA

2019. Dir. Diego Enrique Osorno.

         En este documental, su realizador nos propone su investigación sobre el paradero de Samuel Noyola, poeta maldito según algunos, pero poeta bendito de acuerdo con su propia autodefinición. Además del pretexto narrativo, en realidad nos conecta con una personalidad muy fuerte, caótica, sumisa o agresora, o como dice alguno de los entrevistados: “latoso profesional”. Samuel Noyola fue un joven regiomontano que se fue a Nicaragua y descubrió la poesía. Retornó para darse cuenta de que no podría ser convencional, ni tener un empleo formal, ni vivir de manera constante en un único lugar bajo la repetición de los días. Tuvo un encuentro con Octavio Paz donde su franqueza le valió el aprecio del gran escritor. De ahí, su salto a una posición en la élite intelectual alrededor de la revista Vuelta sin dejar de ser fiel a sí mismo. Tres libros publicados y sendos ejemplos de una sensibilidad infinita que podía abstraer su realidad y transformarla en imágenes. Luego de una vida siempre al borde del precipicio, Samuel Noyola desapareció.

         Osorno, en su investigación fílmica, llega a los extremos de utilizar a una detective y a una pitonisa para que le ayuden en su pesquisa. En medio de ellas aparecen otros personajes que fueron novias, amigos, colegas escritores, conocidos de ocasión, discípulos. Cada uno ofrece su propia experiencia con Samuel para que se vaya construyendo un perfil que termina siendo congruente. Todos coinciden en sus percepciones y así, junto con filmaciones (sobre todo de Juan Robles) y fotografías, vídeos de noticiarios, recortes periodísticos, el espectador puede darse cuenta de quién era Samuel Noyola y esa es la cualidad que le da universalidad al documental. Lateralmente, se convierte en documento indirecto de la cultura literaria de Nuevo León, primero, luego del país, en un tiempo específico por las entrevistas a Gabriel Contreras, Óscar David López, María Belmonte, para pasar a Juan Villoro o Humberto Beck, personas destacadas en las letras del estado.

         Hay muchos momentos entrañables en el documental. Pancho Serrano, quien fuera su discípulo, y protector en cierto momento, expresa: Si hay una ciudad donde vale la pena ser poeta, es Monterrey. ¿Por qué? Por toda la adversidad que tienes alrededor… Monterrey es una ciudad decadente. Luego pasa a hablar de la última vez que lo vio donde le dijo que era preferible que se fuera de Monterrey porque ya no tenía nada que hacer aquí. Otras anécdotas relatan cómo pasaba de la ira a la calma y viceversa, o cometía fechorías. Algunas de sus exnovias narran alguna carta o un poema que les escribió. Su hermano mayor se emociona hasta las lágrimas y casi no puede contar sobre el pasado. Al final de cuentas, Samuel fue todo un personaje que se tornó enigma.

         Conocí a Samuel en mi primer año dentro de Difusión Cultural UDEM. Llegó a asistir, por poco tiempo, a quien era nuestro dibujante en aquel famoso Salón Versalles, entonces sede de esta dirección a mi cargo. Luego dejé de verlo, me enteré de sus triunfos literarios, hasta que hace algunos años (no recuerdo cuándo, pero tiene que haber sido en su última vuelta a Monterrey antes de desaparecer) llegó a visitarme a las oficinas del Teatro de la Ciudad. Si comparto estos hechos personales es solamente para enfatizar un sentimiento de tristeza por su ausencia que se va asentando y estableciendo a lo largo del documental. En el otro extremo, está la alegría de que haya dejado su poesía para trascender y que Osorno se haya preocupado por dejar su registro en cine. Y la última imagen rinde homenaje al verso nadar sabe mi llama porque esta ha podido permanecer viva.

El director Diego Enrique Osorno



domingo, 8 de noviembre de 2020

LA CULPA Y EL MÁS ALLÁ

 

MORGUE

2019. Dir. Hugo Cardozo.

         Diego (Pablo Martínez) es un joven guardia de seguridad que, durante el trayecto a su casa, atropella y mata a un hombre. Como sucede en un lugar despoblado, lo abandona. Le hablan de su base de trabajo para indicarle que le tocará el turno nocturno en el hospital regional. Ahí empezará a vivir experiencias extrañas que le llevarán a un desenlace inesperado. Considerada la primera producción paraguaya de terror, además de haber sido la cinta más taquillera de 2019 en su país, estamos ante un efectivo cuento de fantasmas. Según su director, se basó en anécdotas y leyendas narradas por el personal del hospital donde se filmó. Ya vista, uno se da cuenta de que ha presenciado una especie de resumen de los estereotipos y trucos más gastados del género: sin embargo, posee ritmo y agilidad, además de que está cimentada sobre una actuación prácticamente en solitario de su talentoso actor. La película seduce al espectador y jamás le permite que se distraiga y le abandone.

         Al inicio de la cinta encontramos a Diego en un supermercado donde no se decide entre dos marcas de navajas para afeitar. Le llama su novia y mientras conversan, al joven se le van los ojos hacia otras mujeres que se encuentran cercanas. Luego, decide robarse las navajas que selecciona. Al salir del lugar y en el estacionamiento, se toma “selfies” con automóviles de lujo y reencuentra a un viejo compañero de colegio al cual le miente sobre su vehículo: al quedar solo, se dirige hacia un carro viejo y destartalado. Durante todas estas secuencias, el personaje es ligero y simpático. Ambicioso en sus deseos, pero conformista en la realidad. Luego viene el accidente donde mata al desconocido para huir asustado. Así, en esta primera parte,  se ha identificado al personaje como simple, nada combativo y cobarde: moralmente negativo.

El excelente Pablo Martínez

         Luego vendrá la segunda parte de la cinta donde el tono cambia. De lo cotidiano, real y conciso, se pasará a lo ambiguo, a lo sobrenatural, a las sombras, los ruidos, los espectros. Cardozo supo reunir los efectos más comunes del género para dosificarlos en el momento más adecuado. El espectador acompaña al joven guardia en sus rondas por el solitario hospital donde irán ocurriendo situaciones extrañas, antes de que llegue el instante en el cual deberá entrar a la morgue para quedar encerrado y vivir experiencias de terror: aquí irá tomando conciencia de sus actos. Esta secuencia será la más larga de la película, donde el realizador (y su actor, claro, quien logra que el espectador se ponga de su parte aunque haya sido deleznable en la parte previa de la cinta) supieron manejar la claustrofobia y la sucesión de diferentes hechos, cada uno más fuerte que el anterior. Saber antologar, unir y equilibrar elementos de un género donde ya todo se ha expresado y dicho, es ejemplo de ingenio.

El director paraguayo Hugo Cardozo



lunes, 2 de noviembre de 2020

SOMBRÍA RELACIÓN

 

LA DOSIS

2020. Dir. Martín Kraut.

         Marcos (Carlos Portaluppi) es un enfermero que lleva veinte años trabajando en una clínica. Su eficiencia es tal que, una paciente que había sido considerada sin signos vitales, logra recuperarse gracias a una nueva descarga eléctrica que le aplica. Sin embargo, Marcos practica la eutanasia: lo hace más por compasión, en casos ya perdidos, que por intenciones criminales. Cuando llega Gabriel, nuevo enfermero, joven, ágil, seductor, sus sentimientos son encontrados. Se torna amigable, es bastante simpático hacia Marcos, hasta que, cierta noche, éste lo descubre mientras está matando a una paciente con una jeringa. A partir de este momento, su relación se vuelve más tortuosa.

         Estrenada en el Festival de Rotterdam, a principios de 2020, ahora llega por diversas plataformas esta ópera prima, procedente de Argentina, cuyo realizador se inspiró en un caso que sucedió en Uruguay y que quedara sin resolver. A partir de la anécdota ha creado esta ficción con dos personajes completamente opuestos en finalidades y físicos: mientras que Marcos es obeso, con barba, y sus intenciones son meramente compasivas, Gabriel es esbelto, bello, lampiño, y sus actitudes lindan en la perversión. A la experiencia de Marcos se contrapone la novedad de este joven cuya madre fue enfermera y, de ahí, que le naciera el gusto por la atención hacia los pacientes (o al menos es lo que le expone a Marcos en una primera plática). La trama deja muy clara la diferencia en intenciones de cada uno de los enfermeros, al grado de que se acepta sin reservas las acciones de Marcos, pero se condena y asusta la tranquilidad de Gabriel.

         Gabriel se torna en el doble de Marcos, en su complemento oscuro, en su obsesión, en su lucha contra el mal (acorde con su propia escala de valores). Atento, porque le cura la mano luego de un accidente con un abrelatas manual y le regala uno eléctrico (Marcos acostumbra comer latas de chícharos). Ambiguo, porque lo deja encerrado en un elevador para aprovechar un cambio de turno. Cínico, ya que acompaña a Marcos para ver al director del hospital para que lo acuse, algo que no puede ocurrir en el último momento. Seductor, porque corteja a Noelia (Lorena Vega), una enfermera amiga de Marcos, aunque también es solícito y afectuoso con éste. Una investigación sobre el incremento de mortalidad en la clínica, hará que Marcos empiece a buscar los antecedentes de Gabriel.

         La dosis se desarrolla dentro del terror psicológico. Gracias a sus perfectos intérpretes (Portaluppi, veterano y siempre magnífico; Rogers, con menos experiencia y mucho carisma personal), además de una fotografía impecable que utiliza mucho los reflejos de los personajes en cristales para dar idea de la apariencia, además de matices azules y verdes que contrastan con el aspecto de la clínica, se va manteniendo el suspenso y al espectador solamente le queda la intriga, la curiosidad por conocer de qué manera irá resolviéndose esta sombría relación y, en un giro que incluye humor negro (y absurdo), además de una mezcla de melancolía y deseo, nos remite a una completa soledad. Lo mejor es que la cinta no se vuelve juez implacable, moralizante, por lo que la vida sigue su rumbo.

El director Martín Kraut con su ópera prima