sábado, 14 de noviembre de 2020

NADAR SABE MI LLAMA

 

VAQUERO DEL MEDIODÍA

2019. Dir. Diego Enrique Osorno.

         En este documental, su realizador nos propone su investigación sobre el paradero de Samuel Noyola, poeta maldito según algunos, pero poeta bendito de acuerdo con su propia autodefinición. Además del pretexto narrativo, en realidad nos conecta con una personalidad muy fuerte, caótica, sumisa o agresora, o como dice alguno de los entrevistados: “latoso profesional”. Samuel Noyola fue un joven regiomontano que se fue a Nicaragua y descubrió la poesía. Retornó para darse cuenta de que no podría ser convencional, ni tener un empleo formal, ni vivir de manera constante en un único lugar bajo la repetición de los días. Tuvo un encuentro con Octavio Paz donde su franqueza le valió el aprecio del gran escritor. De ahí, su salto a una posición en la élite intelectual alrededor de la revista Vuelta sin dejar de ser fiel a sí mismo. Tres libros publicados y sendos ejemplos de una sensibilidad infinita que podía abstraer su realidad y transformarla en imágenes. Luego de una vida siempre al borde del precipicio, Samuel Noyola desapareció.

         Osorno, en su investigación fílmica, llega a los extremos de utilizar a una detective y a una pitonisa para que le ayuden en su pesquisa. En medio de ellas aparecen otros personajes que fueron novias, amigos, colegas escritores, conocidos de ocasión, discípulos. Cada uno ofrece su propia experiencia con Samuel para que se vaya construyendo un perfil que termina siendo congruente. Todos coinciden en sus percepciones y así, junto con filmaciones (sobre todo de Juan Robles) y fotografías, vídeos de noticiarios, recortes periodísticos, el espectador puede darse cuenta de quién era Samuel Noyola y esa es la cualidad que le da universalidad al documental. Lateralmente, se convierte en documento indirecto de la cultura literaria de Nuevo León, primero, luego del país, en un tiempo específico por las entrevistas a Gabriel Contreras, Óscar David López, María Belmonte, para pasar a Juan Villoro o Humberto Beck, personas destacadas en las letras del estado.

         Hay muchos momentos entrañables en el documental. Pancho Serrano, quien fuera su discípulo, y protector en cierto momento, expresa: Si hay una ciudad donde vale la pena ser poeta, es Monterrey. ¿Por qué? Por toda la adversidad que tienes alrededor… Monterrey es una ciudad decadente. Luego pasa a hablar de la última vez que lo vio donde le dijo que era preferible que se fuera de Monterrey porque ya no tenía nada que hacer aquí. Otras anécdotas relatan cómo pasaba de la ira a la calma y viceversa, o cometía fechorías. Algunas de sus exnovias narran alguna carta o un poema que les escribió. Su hermano mayor se emociona hasta las lágrimas y casi no puede contar sobre el pasado. Al final de cuentas, Samuel fue todo un personaje que se tornó enigma.

         Conocí a Samuel en mi primer año dentro de Difusión Cultural UDEM. Llegó a asistir, por poco tiempo, a quien era nuestro dibujante en aquel famoso Salón Versalles, entonces sede de esta dirección a mi cargo. Luego dejé de verlo, me enteré de sus triunfos literarios, hasta que hace algunos años (no recuerdo cuándo, pero tiene que haber sido en su última vuelta a Monterrey antes de desaparecer) llegó a visitarme a las oficinas del Teatro de la Ciudad. Si comparto estos hechos personales es solamente para enfatizar un sentimiento de tristeza por su ausencia que se va asentando y estableciendo a lo largo del documental. En el otro extremo, está la alegría de que haya dejado su poesía para trascender y que Osorno se haya preocupado por dejar su registro en cine. Y la última imagen rinde homenaje al verso nadar sabe mi llama porque esta ha podido permanecer viva.

El director Diego Enrique Osorno



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