LOS CABALLEROS
(The Gentlemen)
2020. Dir. Guy Ritchie.
El reportero Fletcher (Hugh Grant) visita a Ray (Charlie Hunnam) quien es el asistente, consejero y segundo del poderoso narcotraficante Michael Pearson (Matthew McConaughey). Empieza a platicarle que, por encargo de Big Dave, magnate del periodismo, ha investigado la vida y hechos de su jefe. Viene a ofrecerle todas sus evidencias por veinte millones de libras. Aparte de presentarlas como si fuera el guion de una película, empieza a narrarle todas sus búsquedas que nosotros, como espectadores, atestiguamos por medio de imágenes. La narración tendrá elipsis, prolepsis y analepsis que, en lenguaje menos pedante, son cortes narrativos, adelantos o retrocesos en el tiempo, por lo que las diferentes líneas de acción de muchos personajes (entre otros están un aristócrata que va a comprar el negocio de Pearson, la esposa de éste que es todo un personaje endurecido, un hampón chino, un entrenador de boxeo para jóvenes que anda sacando del mal camino y hasta la mafia rusa).
El cultivador de marihuana y su esposa
El lugarteniente
El reportero chantajista
Siendo fiel a su estilo de Juegos,
trampas y dos armas humeantes (1998) o Snatch: cerdos y diamantes
(2000), y sí, no faltará quien mencione Revólver (2005) o RocknRolla
(2008), donde persiste pero ya disminuido, donde siguió las enseñanzas de
su incuestionable influencia (o sea Tarantino), el realizador Ritchie retorna
al juego de crímenes, hampones y la justicia que se impone para el menos amoral
de sus personajes. En realidad, aquí no hay figuras positivas ni redimibles,
pero esa no es la cuestión de importancia. Los caballeros nos habla de
una realidad actual donde la perversión ha vencido a los sistemas usuales de
moralidad: el único signo para que Pearson sea el héroe de esta película, junto
con su fiel Ray y el altruista entrenador, es que él se dedica solamente al
cultivo y explotación de la marihuana, a gran escala: una droga que no produce
muerte, sino relajación.
El hampón oriental
El entrenador que redime
La película inicia de una manera
críptica que se irá traduciendo conforme se va desarrollando: sabemos que
Pearson quiere dejar el negocio pero requiere, entonces, de un comprador
solvente y poderoso. Al despreciar el saludo del magnate durante una recepción,
éste quiere limpiar su humillación poniéndolo en evidencia ante el público y de
ahí su contratación de Fletcher. Este tipo de narración es lo que puede
confundir inicialmente, pero luego el espectador se va dando cuenta de que se
está contando como si fuera una película, con escenas alternativas o
imaginadas, pero que va creando los puntos de contacto de la trama. Ritchie se
ha distinguido más por la forma que por el fondo: es más estilo que ideología:
frivolidad contra trascendencia. Igual que Tarantino, sus imágenes son poderosas
y frecuentemente sorpresivas. Contrario a su mentor, no hay un discurso interno
potente ni tampoco se va creando un mundo que tenga continuidad en su obra
total. Por eso estamos ante una película bastante entretenida, a la cual no se
puede dejar de mirar para no perder el hilo de la narración (ante tantas
situaciones y personajes), pero que al final permanece como una buena cinta de
acción que pasa a formar parte del montón.
El comprador millonario
El magnate periodístico
Y dentro de esas imágenes sorpresivas están
los métodos de persuasión que se utilizan con cada personaje amenazante para
que deje de presionar y se aleje de sus intenciones. Están los espacios
inmensos de producción y desarrollo de la marihuana: los espectaculares
castillos británicos que ahora son mansiones desgastadas que requieren de mucho
mantenimiento o los barrios bajos que contrastan en un Londres, o sus
alrededores, contemporáneo y portentoso. O el taller de reparaciones mecánicas
que es propiedad de la esposa de Pearson donde solamente hay mujeres
espectaculares como empleadas. O los inesperados saltos o caídas desde las
alturas que dan otro rumbo a los hechos. No deja de ser un conjunto de momentos
atrapantes e irónicos.
Guy Ritchie
Cuando Ritchie se ha salido de esta
temática ha permanecido con su tendencia de apantallar sin dejar de lado la
banalidad. Tanto Insólito destino (2003) como sus relecturas del
personaje de Sherlock Holmes (donde ni siquiera era necesario mencionarlo, a no
ser por razones obviamente comerciales) que no tenía ni rastro de las
características del popular detective, por no hablar de su desastrosa y
superflua visión de El rey Arturo (2017) hasta llegar a su versión de Aladino
(2019). Su mejor logro ha sido la versión de El agente de C.I.P.O.L.
(2015) por la recreación de una serie de los años sesenta, que permanece
fiel a su época y que recuerda al género de espionaje que cundió por esa
década, ya que al menos se anclaba en cierto tipo de ficción que fue del agrado
popular (aparte del disfrute de unas presencias imponentes). Con esto, podemos
concluir que Ritchie es notable para entretener, algo que logra con creces en
esta cinta.
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