EL
DIABLO A TODAS HORAS
(The
Devil All the Time)
2020.
Dir. Antonio Campos.
Una narración que se expande por veinte años para discurrir sobre la fe, ya sea su pérdida o su usualmente errónea interpretación. Construida en diversos tiempos, es difícil de sintetizar sin revelar situaciones clave. Un acercamiento posible sería comentar que el joven Willard (Bill Skarsgård) regresa endurecido por la guerra luego de haber tenido que rematar a un oficial que había sido desollado y crucificado por los japoneses. El encuentro con una chica que le gusta y su posterior casamiento le devuelven la fe, tiene un hijo llamado Arvin (el cual, en su juventud, será interpretado por el talentoso Tom Holland) al cual dará una educación agreste y de sobrevivencia que le llevará a actuar de cierta forma con el paso del tiempo. Alrededor de este personaje aparecerán muchos otros, representativos de su tiempo y forma de pensar.
La acción sucede entre dos pueblos de
Ohio y Virginia Occidental que muestran una mentalidad cerrada y centrada
alrededor de la iglesia protestante y el fanatismo religioso. El realizador
Campos (al cual debemos la estrujante Christine de 2016, acerca de una reportera
que se suicida frente a las cámaras de televisión), junto con su hermano Paulo
Campos, adaptó con mucha fidelidad el guion de una popular novela de Donald Ray
Pollock (hay edición en idioma castellano) que está habitada por jóvenes
predicadores que llevan su fe hasta el crimen por creer en la resurrección o
que utilizan su influencia religiosa en jovencitas púberes para arrancarles la
virginidad. O tenemos oficiales corruptos que tanto permiten la prostitución
como ocultan evidencias. O un fotógrafo que se excita con la pornografía visceral
junto con su esposa. Es un amplio panorama de caracteres definidos por su
entorno. La atmósfera es oscura y Campos entra en el ámbito del Film noir contemporáneo
en donde los criminales cometen sus tropelías a la vista, sin conciencia, en
muchas ocasiones pensando en la rectitud de su comportamiento.
Con narración magistral en cuanto a la conexión temporal, la cinta inicia en 1957, cuando el pequeño Arvin asiste junto con su padre a lo que llama “el tronco de la oración”, un espacio detrás de su casa donde ha colocado una cruz, en conmemoración de aquella vivida en la guerra, para agradecer o exigir la clemencia divina. En el momento y la circunstancia debida, habrá una imagen patriarcal que nos devuelve a la Biblia con Abraham y un sacrificio: hecho que marcará a Arvin para poder llegar a una redención (y cierre personal) años más tarde. El tiempo vuelve a 1945 para vivir los momentos del encuentro de las parejas que habitarán a esta narración. El realizador Campos utiliza la música de manera inteligente y se escucha, por ejemplo, “Wheel of Fortune” de la cantante Kay Starr, que habla del azar, para enfatizar la unión de parejas para que se cumplan sus destinos.
Para redundar en su efectividad visual,
se utiliza a un narrador omnisciente que nos cuenta todos los detalles
alrededor de cada uno de estos personajes: sus secretos, sus pasiones, hechos
que solamente ellos podrían conocer y que, en algunos casos quedarán ocultos para
los demás. De antemano sabremos cuál será el fin de ellos y es lo que torna excitante, y en suspenso, aquello de lo que uno como espectador se está enterando. El propio
novelista Pollock es quien narra los hechos: una técnica utilizada con frecuencia
en el cine de suspenso y crimen del cine norteamericano en sus tiempos dorados.
Así, fragmentada pero con plena coherencia, sin dejar cabo suelto, y con el
apoyo de un reparto estelar (Robert Pattinson, Mia Wasikowska o Riley Keough,
entre otros) además de otro emergente (Eliza Scanlen o Haley Bennett), estamos
ante otra visión de la fe y cómo contribuye a orientar, modificar o destruir el
destino de cada uno.
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