PIENSO
EN EL FINAL
(i’m
thinking of ending things)
2020.
Dir. Charlie Kaufman.
La mayoría de las personas son otras:
sus pensamientos, las opiniones de otros;
su vida, una imitación; sus pasiones, una frase.
Oscar Wilde, De profundis
Tiempos que se entremezclan, narrativas
que se modifican, personajes que siempre son posibilidades de otros. Uso
constante del subjuntivo porque ella puede ser Lucy o Louise que estudia física
cuántica o hubiera sido una simple mesera, además de que Jake, su novio, con el cual ella
está pensando terminar, puede ser maestro en una secundaria o hubiera sido el propio
conserje que acaso escucharía las comedias musicales que montarían los alumnos
a lo largo de treinta años, sobre todo Oklahoma. Nada convencional en
cuanto a lo que Netflix ha acostumbrado producir y presentar a sus espectadores,
el resultado es que le va a dejar confundido o furioso. Basada en una importante
y críptica novela canadiense de Iain Reid (quien además coproduce esta película),
el realizador Charlie Kaufman vuelve a sus mundos oscuros o extraños
(extravagantes como ¿Quieres ser John Malkovich? o El ladrón de
orquídeas, sus guiones que dirigió Spike Jonze) ya que muestra un retrato
de múltiples alternativas tanto en personajes y en situaciones.
Un frío día de invierno, Lucy
(Jessie Buckley) acompaña a su novio Jake (Jesse Plemmons) a la granja de los
padres de éste, quien se los desea presentar. Escuchamos los pensamientos de
Lucy quien inicia sus diálogos con el título original de la película: “estoy
pensando en terminar” y su actitud irá cambiando con el paso del tiempo. Se contradice
expresando que Jake es buena persona. Su conversación alcanza diversos tópicos
que alcanzan a los trenes de Mussolini o las cejas de Brezhnev para hablar de
la época de estancamiento soviética. Al llegar a la granja, Lucy conoce a la
madre (Toni Collette) y al padre (David Thewlis), los cuales, a lo largo de la
velada pasarán de jóvenes a mediana edad, luego a la vejez. En el caso de la
madre, hasta la casi agonía, y el padre en los albores del Alzheimer. Lucy pide
a Jesse que vuelvan porque tiene que preparar un trabajo pendiente, pero en el
camino de retorno, ocurre algo definitivo para llegar a un desenlace.
Además de las distorsiones
narrativas, la cinta incluye muchas referencias que se presentan en su elemento
base para luego ser discutidas por la pareja. Lucy entra al cuarto de
adolescencia de Jake y, por ejemplo, ve que está una antología de críticas de
cine de Pauline Kael (“For Keeps”), una prestigiosa crítica norteamericana que
colaboró por 30 años en la revista The New Yorker (creando polémica y
escuela, además de influenciar en sus lectores) que servirá para que dé lugar a
una discusión sobre la película Neurosis de mujer (A Woman Under the Influence,
Cassavetes, 1974) ya que Lucy repetirá al pie de la letra las palabras
negativas de la Kael para que Jake no lo acepte. Así habrá alusiones
pictóricas, literarias y musicales que siempre terminarán siendo puntos
importantes para aclarar lo que hubiera sido si acaso no se hubieran conocido,
o si hubiera ocurrido en otro momento de su vida, o si acaso el conserje que
miraba embelesado bailar a los jóvenes participantes de la comedia musical se
permitía imaginar otras consecuencias y cierres para su propia existencia. La
frase de Óscar Wilde que he puesto como epígrafe de este comentario se expresa
en un momento de la trama y viene a resumir perfectamente todo lo que esta
fascinante, magnética, confusa película nos comunica.
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