CURTIZ
2018. Dir. Tamás Yvan Topolanszky.
Más ficción que realidad, esta película no es una “biopic” (detestable neovocablo) en el estricto sentido de la palabra. Utiliza al personaje de Michael Curtiz (1886 – 1962), húngaro de origen pero nacionalizado norteamericano ya que llegó a los Estados Unidos en los años veinte para iniciar y concluir una carrera cinematográfica bastante exitosa y trascendente, aunque siempre se le consideró solamente un artesano eficiente. El cambio de puntos de vista, además del final de la historia en estos tiempos posmodernos que nos ofrecen una ilusión de verdad, ha cambiado dicha percepción de la crítica seria de mitad de siglo veinte y nos ofrece un mero relato. Al revisarse la filmografía de Curtiz se encuentran verdaderas obras maestras, sobre todo si se aplican nuevos criterios de revaloración, de reflexión, del conocimiento de muchas variables que, en tiempos pasados, se desconocían: las películas eran juzgadas como objetos culturales en sí mismas, sin referencias ni contextos. En esta cinta se utiliza como pretexto, la filmación de Casablanca para que sirva como interpretación de la relación que el director tuvo con su hija Kitty. Además, se introduce un personaje ficticio de la Oficina de Guerra que obligaba a los estudios a objetar o cambiar sus tramas para llevar un mensaje de invencibilidad norteamericana: la gran esperanza para quienes peleaban y veían las películas o para quienes se quedaban, esperando el retorno de los jóvenes soldados.
Al inicio de la filmación de Casablanca hay muchas presiones sobre lo que se va a narrar. No quiere elevarse a la calidad de héroe a los oficiales nazis. Rick, el personaje interpretado por Humphrey Bogart deberá ser omnipotente. No es posible que el defensor de la paz sea un extranjero y que su mujer le sea infiel. Michael Curtiz (Ferenc Lengyel) tendrá muchas discusiones por tantos motivos. Al mismo tiempo, reaparece su hija Kitty (Evelin Dobos), a la cual había traído desde Hungría quince años atrás pero tenía olvidada, como a su exmujer, y recluida en Nueva York (todo un país entre ellos). Kitty busca recuperar el amor de su padre y Curtiz, siempre duro e intransigente, la evita. La cinta desarrollará diversos puntos de esa relación que le servirán al realizador como experiencias básicas para introducirlas en Casablanca. Se muestra el proceso de filmación y la rudeza de Curtiz hacia técnicos, extras y estrellas. Se sugiere que no aceptaba a Bogart como galán (y esta película lo estableció como tal), además de sus descortesías hacia una intransigente Ingrid Bergman (quien no era conflictiva). Su torpeza para el manejo del idioma que le hizo famoso y que daba lugar a grandes pifias. Igualmente, se destaca el uso de su posición privilegiada para seducir a mujeres que buscaban un lugar en el cine o encontrarse con un protector.
La cinta, entonces, es un gran metarrelato; una ficción que intenta explicar al personaje bajo un contexto temporal. Se parte de personajes reales para hablar de una época histórica, pero también de un sistema de producción artístico-cultural, y aunque al final se expresa que Curtiz nunca pudo arreglar su relación con su hija, estamos también ante la suposición sobre un hecho que se sobreentiende al investigarse la vida y familia del realizador. No por eso, la cinta carece de valor. Filmada en blanco y negro, donde solamente entra el color rojo para indicar el inicio de una filmación y siempre con Kitty en el fotograma, quizás para recordar que esto es solamente una película. Casi al final, se verá la imagen de la luz que sale de un proyector y la pantalla se pinta de azul para indicar el triunfo de la creatividad. La recreación de una época de Hollywood resulta impecable y excepcional, si se parte del hecho de que fue filmada en Hungría. Hay unas escenas donde una mujer está enviando rollos de pruebas de producciones que se encontraban en filmación y se mencionan diversos títulos de 1942. Se privilegia al personaje de S.Z. Sakall (Jozsef Gyabronka) quien fuera el actor (también de ascendencia húngara), amigo cercano de Curtiz, quien interpretara a Carl, el mesero aliado en la resistencia, y en la trama se convierte en otro rostro de la conciencia del director.
La atmósfera de la Warner Bros.
en los años cuarenta
Una biografia magistral
Para quien desee sumergirse en la vida
y obra de Michael Curtiz, se recomienda una magistral biografía (A Life on
Film), que cuenta con una filmografía completa e infinidad de notas, escrita por el académico Alan K. Rode, de casi 700 páginas,
publicada por la Universidad de Kentucky en 2017. Mihály Kertész nació en
Budapest el 25 de diciembre de 1886. Luego de varios oficios, entró al negocio
del incipiente cine para dirigir su primera película en 1912. En 1926 emigró a Estados
Unidos para ingresar a la Warner Bros. y dirigir su primera cinta
norteamericana (El tercer grado) donde permanecerá hasta
1954 para luego ser independiente. Seguiría filmando hacia 1962, enfermándose
durante la filmación de su última cinta (Los comancheros) para morir el
10 de abril a los 75 años. Durante el rodaje, John Wayne, productor y estrella,
se encargó de codirigir debido al estado precario del ya debilitado realizador.
178 películas, muchas de la etapa silente ya perdidas, pero memorables las que
corresponden al sonoro: Ángeles con caras sucias, Mi reino por un
amor, El suplicio de una madre, Música en el alma, como pocos
ejemplos de una carrera exitosa y creativa. Curtiz solamente ofrece un
vistazo general del gran personaje pero deja muy claro que era todo un genio.
El realizador Topolanszky, Evelin Dobos,
Ferenc Lengyel y la productora Claudia Sumeghy
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