lunes, 24 de agosto de 2020

MADRE QUE LLORA

 

LA LLORONA

2019. Dir. Jayro Bustamante.

         El realizador Jayro Bustamante expresó en una entrevista que “La llorona es la metáfora de la Madre Guatemala que llora por sus desaparecidos”, pero si comparamos con la realidad de otros países, puede ampliarse a muchísimos casos donde la impunidad y la injusticia están presentes. Del mismo modo, la vieja leyenda virreinal tiene la posibilidad de aplicarse a distintas situaciones, pero esta creación de Bustamante y su coguionista Lisandro Sánchez es extraordinaria y muy cercana a nosotros. Partiendo de personajes ficticios, sin especificar una época determinada, se presenta al anciano general Enrique Monteverde (Julio Díaz), anterior dictador de Guatemala, siendo juzgado por la Suprema Corte que lo declara culpable de genocidio, ante el alborozo de la gente. No obstante, un Tribunal Superior cancela el veredicto y provoca una gran fisura social. Una multitud se reúne afuera de la mansión de Monteverde para protestar de día y de noche. Sus consignas, música y arrebatos de ira, se sienten y escuchan a lo largo de la película.

 El exdictador EnriqueMonteverde
Natalia, Sara y Carmen: antes del juicio

         A Monteverde lo acompañan su esposa Carmen (Margarita Kenefic), alta, distinguida, con cabellos canosos, y su hija, la doctora Natalia (Sabrina de la Hoz) junto con la hija de ésta, Sara (Ayla-Elea Hurtado). Ante el veredicto de culpable, la servidumbre abandona la casa, excepto la fiel indígena Valeriana (María Telón) y el chofer-guardaespaldas Letona (Juan Pablo Olyslager). A los pocos días llega Alma (María Mercedes Coroy), procedente del mismo pueblo que Valeriana para ayudar en la casa. A partir de este momento, comienzan a ocurrir hechos extraños entre los habitantes de la casa. Sara logra tener una buena relación con Alma a la cual irá sembrando de dudas. Natalia, fiel a su padre, no puede dejar de lado el hecho de que el padre de su hija hubiera desaparecido de repente, años atrás. Carmen no logra comprender lo que está sucediendo, acostumbrada a su privilegio de clase (“para que un país siga adelante no hay que parar. Debe uno seguir siempre de frente porque si miras hacia atrás, te conviertes en estatua de sal”).

                                                 La enigmática Alma        

         Lo más significativo es el sollozo que el anciano Enrique escucha durante la noche. Tiene que tomar un arma y salir a buscar al intruso que ha entrado en casa, para darse cuenta de que no hay nadie. O la visión de Alma emergiendo vestida desde la alberca para seguirla hasta su cuarto que resulta estar anegado, inexplicablemente, como alegoría de las lágrimas. O la humedad que provoca moho en las paredes del cuarto del ex dictador para ahogarlo con la falta de respiración. O la mirada de Natalia hacia la muchedumbre para reconocer entre ellos a los desaparecidos que ha visto en volantes con sus fotografías. O la enfermedad en los ojos de Carmen, enrojecidos como si hubiera llorado, hinchados de tanto dolor. O la transferencia de una tragedia en el sueño de Carmen para que pueda cumplirse el destino, al ya no poder soportar la verdad y el cinismo de su marido. Alrededor de todo está la sirvienta, Valeriana, quien realiza limpias y rituales contra el acecho de la brujería, de los malos espíritus, cuya intervención será indispensable para el momento más álgido de la trama.

 Alma y Valeriana

         Un elenco excepcional, sabiamente escogido, con una factura impecable, en una película de gran atmósfera porque sabe conjugar lo real con lo fantástico, dando a cada parte el tono preciso. Bustamante complementa así una trilogía de cintas donde ha analizado tres palabras insultantes en Guatemala: “indígena” en Ixcanul (2015), “hueco” (que es ofensiva para los homosexuales) en Temblores (2019) y “comunista” (porque se usa para todo aquel que busca indagar en la historia para darle su justa medida) en esta excepcional, imperdible, ejemplar La llorona (2019): otra demostración de la fuerza e importancia que ha adquirido el cine latinoamericano.

El realizador Jayro Bustamante


LA CIVILIZADA BARBARIE

 

ESPERANDO A LOS BÁRBAROS

(Waiting for the Barbarians)

2019. Dir. Ciro Guerra.

 

         El Magistrado (Mark Rylance, soberbio) está encargado de su fortaleza situada casi en la frontera de esta tierra colonizada por el Imperio. La vida transcurre tranquila, sin problemas, porque hasta las cárceles están vacías y se utilizan como almacenes. La llegada del Coronel Joll (Johnny Depp, tan pesado como siempre, pero ahora adecuadísimo a su asqueroso papel) cambia las cosas. Es un hombre que cree en la tortura, la violencia y la muerte. Lo expresa: “El dolor es la verdad. Todo lo demás siempre deja lugar a dudas”. Y ha venido a supervisar el estado de este puesto militar porque sospecha que los nativos que se encuentran en los alrededores, a los cuales denomina  “bárbaros”, se están preparando para atacar.

         El Magistrado no lo cree. Aboga por la inocencia de aquellos que sabe bien que no son sospechosos ni peligrosos. Los ataques inician contra los pueblos cercanos, las cárceles se llenan, el Magistrado busca la manera de ayudar y evitar las injusticias hasta que cae víctima de su mismo idealismo. Basada en una novela del premio Nobel, el sudafricano J.M. Coetzee, quien también escribió el guion, y que fuera publicada en 1980, época en que el Apartheid estaba en su punto más claro (y cuya influencia mayor fue “El desierto de los tártaros” de Buzzati, donde otro fuerte esperaba por años, en vano, el ataque de sus propios e inventados bárbaros), la película resulta un ejemplo cruel del significado del colonialismo y sus efectos. Así como ha sucedido en la realidad, los Imperios se han agotado con el tiempo por las mismas reacciones que sus acciones han provocado. En esta alegoría no hay gentilicios ni época ni lugares definidos. La película enoja, conmueve y luego llega a satisfacer al espectador.

         Ciro Guerra, el realizador colombiano, ofrece así su primera gran producción internacional, siendo fiel a su temática base donde la llegada de “conquistadores” viene a influenciar o destruir la esencia de una cultura nativa, así sean los exploradores de inicios de siglo veinte que llegan a la selva (El abrazo de la serpiente, 2015) o los narcotraficantes que involucran en su guerra a regiones antes vírgenes (Pájaros de verano, 2018), o estos militares que requieren imponer su hegemonía por medio de la brutalidad.  

viernes, 21 de agosto de 2020

NO JUZGAR A LA LIGERA

CRÍMENES DE FAMILIA

2020. Dir. Sebastián Schindel.

         Alicia (una contenida y ya madura Cecilia Roth) cree firmemente en la inocencia de su hijo que se encuentra detenido porque su ex mujer lo ha acusado ante el juez de abuso sexual y violación de la orden que le restringía el acercamiento a ella y su hijo. Asistimos al juicio donde el espectador debe tomar partido ante las grandes dudas que le crean. Alternadamente, está Gladys (Yanina Ávila, toda una revelación), la sirvienta de Alicia, quien es semianalfabeta además de presentar cierto retraso, y es, a su vez, madre de un pequeño que llama tía a Alicia y ésta le corresponde en atención. Un hecho que se va presentando de manera fragmentada a lo largo de los primeros dos tercios de la cinta nos lleva hacia otro altercado con la justicia y hacia una mayor desviación de la atención.

         Al realizador argentino Shindel le atrae el tema de la injusticia, sobre todo para el débil e ignorante, como pasaba con El patrón: radiografía de un crimen (2014) donde un joven campesino era explotado hasta la desesperación por un tipo abusivo y corrupto; y su variante, en cuanto al desamor y egoísmo maternal en El hijo (2018) donde un pintor sufría del extrañamiento de su esposa escandinava que llegaba a extremos inconcebibles con tal de apartarlo de su hijo y de su vida. Ambos temas son reciclados en esta cinta que mezcla elementos de melodrama (amor maternal que ciega), intriga (secretos guardados), con gran ironía (el reconocimiento del fracaso trae como consecuencia otro tipo de felicidad).

         Hay una secuencia que muestra a la sala del tribunal de justicia a oscuras, cuyas luces se encienden para mostrarla vacía. A ella llega una mujer policía que custodia a Gladys y la sienta en su silla para esperar el momento en que habrá acción. Con esta imagen, el espectador tiene la idea de lo que es un complejo limbo ordenado y frío donde se juegan los destinos de los seres. Todos los días, la balanza se va inclinando hacia uno u otro lado dependiendo de declaraciones, intenciones, miradas, palabras, calumnias o verdades que siempre quedan en suspenso. Shindel ofrece las dos caras: el espacio de legalidad que cree en el valor del ser humano en contraste con la corrupción que puede callar personas o despojar documentos cruciales.

 Una extraordinaria Yanina Ávila

         Un elenco impecable en una cinta compacta que apenas llega a los 95 minutos. Al terminar, nos damos cuenta de que es historia muchas veces contada. Sin embargo, la forma, el detalle, las transiciones y la narración no lineal, ofrecen otros matices. El espectador se crea diversas expectativas y va formando su opinión. Un hombre con bello rostro de sacrificio y lágrimas, una mujer que habla de golpes y amenazas con cuchillo, una patrona que reclama  escandalizada, un esposo que ya está cansado por tantas malas experiencias familiares. Y finalmente, como corolario, unas frases de Bertolt Brecht que solicitan compasión y supresión de juicios contra un alma inocente.

El realizador Sebastián Schindel


lunes, 17 de agosto de 2020

ES EL PROGRESO

 

JIRAFA

(Giraffe)

2019. Dir. Anna Sofie Hartmann.

         Dara (Lisa Loven Kongli) es una etnóloga alemana que trabaja en un proyecto de registro, tanto de historia oral como fotográfico, de viejas granjas del siglo XIX en la región de la Lolandia danesa. Debido a la construcción de un túnel que unirá bajo el mar a Dinamarca y Alemania, tendrán que ser derrumbadas. Dara revisará espacios que pronto quedarán desalojados y entrevista a sus últimos dueños. Igualmente visitará otros que ya fueron abandonados pero siguen ocupados con objetos, muebles, libros, fotografías, que ella revisa y lee. En la carretera hay una cuadrilla de obreros polacos que instalan una red eléctrica. Entre ellos está Lucek (Jakub Gierszal), un joven de 24 años con el cual Dara inicia una relación íntima que será temporal: ella estará hasta finales de septiembre, él acabará su contrato en octubre. 


         La sinopsis comentada es la parte ficticia de una cinta que mezcla también elementos documentales. Dara revisa y registra almohadas, sillas, cubiertos: objetos que pertenecieron a diversas personas y que siguen siendo testimonio indirecto de ellas, para dar a entender que aunque se piense que al morir todo termina, siempre queda alguna huella. Dara lee el diario de una mujer que fue la última dueña de una propiedad: en él relata sus historias de amores que resultaron efímeros, como ocurrirá con ella al terminar su trabajo y Lucek al retornar a Polonia, porque ese es el paso usual al cual estamos condenados, donde algunos seres viven de paso con frecuencia y otros alcanzan su transición al morir . Dara escucha el testimonio de una pareja que representa a la generación más reciente que fundara la granja donde viven y de la cual tendrán que mudarse pronto, algo que sienten hasta las lágrimas pero que aceptan porque “es el progreso” y así notamos algo que en este siglo XXI, por la rapidez y la liquidez, significa destrucción y construcción de una manera obsesiva.

         La realizadora Hartmann muestra a sus actores (Dara, Lucek) interactuando con personas reales (los trabajadores polacos, los granjeros que serán afectados, las personas que encuentra en los espacios que visita) en estos hechos de un microcosmos que puede expandirse a otras circunstancias y lugares del mundo. La jirafa del título, tal vez, tenga el significado (muy obvio) de una visión global asentada sobre realidades terrenas. La película nos comparte preocupaciones muy válidas en cuanto a lo efímero, las relaciones finitas, la necesidad de preservar, al menos, unas fotos, unas líneas, unas voces de aquello que el progreso va borrando irreversiblemente.

La realizadora Anna Sofie Hartmann



domingo, 16 de agosto de 2020

MIEDO ADENTRO

 

SPUTNIK

(Спутник)

2020. Dir. Egor Abramenko.

         Es 1983 y dos cosmonautas soviéticos se encuentran en el momento de retornar a la tierra. Ambos platican sobre sus planes y, de pronto, una sombra atraviesa por su ventanilla. Más tarde veremos que la cápsula ha aterrizado en terrenos de Kazajistán. Un campesino que se acerca descubre que uno de los navegantes ha muerto con el cráneo abierto. El otro, ensangrentado, está sobre la portezuela. En Moscú, la adusta  Dra. Tatiana Klimova (Oksana Akinshina) está siendo acusada de negligencia ante un caso donde arriesgó la vida de un joven al cual logró salvar: las estrictas autoridades le exigen que renuncie o vaya a juicio. En ese momento, aparece el coronel Semiradov (Fedor Bondarchuk) quien le ofrece una tercera salida: que lo acompañe a la unidad investigadora que se encuentra en las afueras para que evalúe el estado actual del astronauta sobreviviente Konstantin (Piotr Fyodorov). Luego de unas entrevistas donde el hombre le confiesa que no recuerda nada, Semiradov hace que Tatiana sea testigo de algo increíble: por las madrugadas, en cierto horario, mientras Konstantin duerme por el efecto de somníferos, sale de su boca un ser extraterrestre que se ha alojado dentro de su cuerpo. Tatiana empieza a tomar otras medidas en su tratamiento y va sintiendo afecto por el astronauta, mientras va descubriendo las características del monstruo.


         Un homenaje a Alien: el octavo pasajero (Scott, 1979), donde el extraterreste era un parásito que se alimentaba en el interior del cuerpo humano para surgir matando a su anfitrión, pero que también recuerda la base de El aguijón de la muerte (Castle, 1959) donde el miedo era el alimento para otro parásito que podía recolectarse si la persona moría temerosa. En este caso, la inteligente variable reside en definir al huésped en estado simbiótico. Solamente abandona al cuerpo humano para alimentarse de la sustancia que se forma cuando se tiene un miedo absoluto. Y en este caso, la metáfora que deviene comentario político es precisamente la extinta Unión Soviética donde el temor era cotidiano ya que las amenazas, por cualquier situación, eran constantes. El monstruo no puede vivir mucho tiempo fuera del cuerpo humano y es, entonces, cuando la científica piensa que puede salvar a su amado, separándolos.


         La gran cualidad de esta excelente producción es que no se queda en el espectáculo derivado de la ciencia ficción. El terreno de la conciencia personal, la culpa, los antecedentes psicológicos, así como la memoria, ofrecen una dimensión humana a sus personajes. Konstantin está consciente de los hechos que vive el extraterrestre al alejarse de su cuerpo, mientras que éste puede digerir elementos que afectan a su anfitrión. Hay una subtrama que se intercala durante la narración que será significativa para el espectador al terminar la película, y para la comprensión del personaje femenino. Entre los horrores de una sociedad sometida y amagada por sus autoridades cuyo valor por la vida humana era negativa (fíjense en el alimento que se le sirve al monstruo), además de la implicación de que dicha amenaza ya estaba profundamente marcada dentro de cada habitante, fue la motivación de colocarla dentro de la Unión Soviética. No obstante, el miedo es constante y a todos nos acecha. El enemigo puede estar dentro de nosotros sin saberlo (y en este tiempo covidoso puede entenderse a la perfección).

El realizador Egor Abramenko con Fedor Bondarchuk

        

viernes, 14 de agosto de 2020

SÓLO CINCO MINUTOS

 

PROYECTO POWER

(Project Power)

2020. Dirs. Henry Joost and Ariel Schulman.

 

         En Nueva Orleans, sin definir fecha, pero quizás en un futuro cercano (ya fuera de pandemia), se distribuye una nueva droga. Es una pastilla que se llama “Power” y tiene la ventaja de brindar superpoderes por cinco minutos, aunque otra alternativa es que, quien la tome, pueda explotar de inmediato, ya que nadie sabe cuál será la forma en que le afecte. En un prólogo se muestra al productor Biggie (Rodrigo Santoro) distribuyendo la pastilla sin costo a quienes pueden traficarla. La cinta inicia con la pequeña Robin (Dominique Fishback, carismática y graciosa), estudiante de secundaria, quien es atacada por tres tipos que quieren robarle la droga que vende, pero es rescatada de último momento por su amigo, el policía Frank (Joseph Gordon-Levitt), que utiliza esta sustancia para ayudarse en sus misiones, ya que le endurece la piel y evita las balas. Aparece, por su lado, el exsoldado Art (Jamie Foxx), quien busca a otro de los traficantes para que le indique quiénes son los que le facilitan la droga, lo que le lleva a enfrentarlo luego de que toma la pastilla que lo convierte en hombre flamígero. Posteriormente, Art encuentra a Robin para que le ayude a su mismo objetivo, y es entonces cuando ella descubre el motivo que mueve a este personaje, al cual primero veía como enemigo.

 El exsoldado Art con la carismática Robin

         Como puede notarse, la película nos lleva a un mundo variante y opuesto al de los X-Men (2000 – 2019) donde las mutaciones se logran solamente por cinco minutos aunque sin que se sepan las consecuencias posibles. La cinta nos muestra algunos ejemplos, aparte del mencionado en Frank: un ladrón que logra la invisibilidad, otro personaje alcanza gran tamaño y una mujer emana un frío intenso que se calma con calor. Contra la elaboración y equilibrio narrativo de la serie iniciada por Bryan Singer y continuada por otros, en este caso tenemos una mezcla de situaciones que se alargan, con el afán de impartirle coherencia a la película, para luego, una vez que han sido atadas, apresurarse a darle conclusión. Todo se torna ligero en cuanto a personajes (el que mejor queda definido es el de la joven Robin): por ejemplo, el cambio de actitud de Frank hacia Art es inmediato, sin conflicto fuerte, meras truculencias para atrapar al ingenuo y permitir el sarcasmo de los “iniciados”.

 El policía Frank

         No obstante, el ritmo es perfecto. Todos los antecedentes son de interés y manejados con acción impecable. La película, por su ligereza, no se siente tediosa y queda perfecta como divertimento efímero. Hay química entre el trío de protagonistas. El par de realizadores, Henry y Rel, como se autodenominan coloquialmente, tienen en su haber películas muy eficaces, con gran sentido comercial (Viral, que viene a ser como un antecedente formal de lo que estamos viviendo ahora, con pueblo en cuarentena, aunque virus más contundente y peligroso; Nerve: un juego sin reglas como otra variante de los retos que se hacen los jóvenes aunque en este caso manipulados por una mente perversa; las franquicias 3 y 4 de la fallida y engañosa Actividad paranormal). En este caso se puede disfrutar de presencias agradables y entretenimiento banal que viene insistiendo en el subtexto constante del amor a la familia, el empoderamiento de la mujer, las actitudes cambiantes tanto en educación como alternativas de vida para los jóvenes del nuevo milenio (que, no obstante, han dado lugar a muchos cuestionamientos por esta “nueva normalidad”).

Los realizador Henry Joost y Ariel Shulman


miércoles, 12 de agosto de 2020

LA ANHELADA SOLEDAD

 

GRETA

2019. Dir. Marco Praça.

 

         Pedro (Marco Nanini, impresionante) es un enfermero gay que ya ha pasado la edad de su retiro (anda en los 70 años), pero sigue asistiendo puntualmente al hospital donde trabaja en la ciudad de Fortaleza, al noreste brasileño. Al iniciar la cinta lleva a su amiga transgénero, Daniela (Denise Weinberg) a dicho lugar porque se ha sentido mal: tiene problemas renales. Al no encontrar cama disponible, Pedro ayuda a un rehén de la policía, acusado de homicidio, a que escape para acomodar a su amiga. Como el hombre está herido, a Pedro no le queda más remedio que llevarlo a su casa donde lo atiende y le deja pasar la noche. Daniela, al día siguiente, enojada porque la habían colocado en el espacio destinado a pacientes masculinos, decide irse del hospital. Pedro, mientras tanto, ha cuidado del homicida, Jean (Demick Lopes). Al reencontrar a Daniela le dice que se encuentra muy mal y que tal vez le quede poco tiempo de vida.

 



         Así inicia un drama existencial. Tanto Pedro como Daniela han sido viejos amigos y aunque han continuado con sus vidas y sus pasiones, les ha llegado la edad. Pedro, apasionado de Greta Garbo, sobre todo de su rol en Gran Hotel (Goulding, 1932) donde la actriz sueca expresaba su famosa frase de I want to be alone (quiero estar sola) insiste a sus parejas que le llamen Greta mientras se enfrascan en la actividad sexual.  Eso le cuenta Pedro a Jean la primera noche cuando comienza una relación que oscila entre el miedo y la atracción, donde la sensación para el espectador es ambigua: Jean pudiera ser un simple vividor que fornica con Pedro por tener un escondite que le libere de la cárcel. Pedro disfruta del placer carnal pero tiene presente que la víctima de Jean murió por 41 cuchilladas. Jean, en esos momentos de pasión con su obeso protector, se transforma y exuda ternuda. Pedro, de pronto se contradice al pedirle que se vaya de su casa, porque quiere estar solo, pero de inmediato queda el deseo de tenerlo a su lado. Pedro está perdiendo a Daniela, su amiga íntima, a la cual acompañó en su transformación y carrera y vida. La amenaza de soledad ya no le da sentido a una mera frase de la Garbo.

 La extraordinaria Denise Weinberg
El ambiguo Demick Lopes

         Daniela, por su parte, trabaja como cantante en un antro de mala muerte y se ayuda rentando una recámara a los prostitutos callejeros para que atiendan a sus clientes. Pedro se convierte en sospechoso de la policía por haber apoyado al escape del homicida. No obstante, y por fortuna, a la cinta no le interesa ni el tema del suspenso ni de conflicto policial. Es un rudo, duro viaje hacia los infiernos personales. Sus personajes marginales buscan la manera de encontrar la felicidad acorde con sus sueños y fantasías, necesidades y desahogos, aunque nunca sea suficiente y se pase de fracaso en fracaso. El realizador Praça conforma una atmósfera turbia y audaz al presentar escenas explícitas de sexo que no llegan a la vulgaridad porque complementan al mundo en que se encuentran inmersos Pedro y Daniela, así como la sordidez que dio lugar, nunca profundizada, al personaje de Jean.  

 

         Praça debutó con esta película luego de haber sido asistente de otros realizadores populares en su natal Brasil. En 2008 había presenciado la función de una comedia que le inspiró esta película: se dio cuenta de que el tema tratado con ligereza daría lugar a un drama serio porque lo que había en el fondo era amargo y crucial para sus personajes. El actor que interpreta a Pedro tiene una larga y admirable trayectoria en cine y televisión. El realizador coloca a una mujer cis en el rol de transgénero, pero en un papel menor e importante finalmente está una estrella trans. En una época cuando el presidente brasileño ha denostado y atacado públicamente a la comunidad LGBT+ es importante que surjan estas voces que la respetan, dentro de sus propios contextos y circunstancias.

 El impactante Marco Nanini

         Pedro repite hasta el cansancio la frase de la Garbo. La cinta va mostrando las etapas del rápido inicio, auge y caída de una relación apasionada donde aparentemente la soledad será vencida. Más tarde, el personaje tendrá que asumir de una vez y para siempre, su destino de anhelada soledad.

 El director de "Greta" con su actor, luego del estreno en Berlín 2019.

 

 

                   

domingo, 9 de agosto de 2020

EL HÉROE IMPETUOSO

EL HOMBRE ARAÑA: REGRESO A CASA
(Spider-Man: Homecoming)
2017. Dir. Jon Watts.




         Peter Parker (Tom Holland, simpatiquísimo) es un joven adolescente quien, entusiasmado por haber participado brevemente junto con los Vengadores (en Capitán América: guerra civil), como Spider-Man, debido a sus cualidades especiales, espera su siguiente misión gracias a su mentor Tony Stark (o sea Iron Man, o sea Robert Downey Jr.) quien lo vigila a distancia y le ha dado un traje con todos los adelantos tecnológicos posibles. Un prólogo (ocurrido ocho años antes) muestra a Adrián Tooms (Michael Keaton) como ingeniero encargado de recoger todo el escombro dejado por el combate contra los extraterrestres, pero es relevado, de manera contundente con respuesta violenta, por el gobierno federal. Entonces, junto con sus empleados, decide quedarse con toda la basura metálica, ya almacenada, con la cual crea armas destructivas, y él mismo, también por las ventajas de esos artefactos sobrantes, se convierte en el personaje de Vulture (o sea Buitre) para vender armas y vengarse de diversas maneras. La cinta mostrará la lucha entre este joven aspirante a héroe y su némesis.



         La película inicia de manera inteligente: Peter ha llevado un videodiario en su teléfono celular poco después de la hazaña con los Vengadores. Ha esperado cierto tiempo a que se le llame, sin éxito, por parte de Stark, y mientras tanto se dedica a ayudar a su ciudad, evitando robos y realizando actos menores. Es la gran cualidad de esta película que muestra a Peter como estudiante, dentro de su ambiente con acoso de otro compañero y romance no declarado hacia una jovencita, sin ser popular en la escuela, acompañado de su fiel amigo, el gordito de ascendencia filipina Ned (Jacob Batalon) quien es muy hábil con la cibernética (que se entera accidentalmente de la verdadera personalidad de su amigo). Vive con su sobreprotectora tía May (Marisa Tomei, siempre maravillosa) y de esa cotidianidad, surge el descubrimiento de las malas intenciones de Vulture y el inicio de la confrontación.



         Al equilibrar esos hechos cotidianos con la acción usual del género, la cinta se humaniza y evita la insistencia ante el estatus de la persona superpoderosa. El carisma de Holland (y su talento: no olvidemos su gran actuación como el niño perdido en Lo imposible) y su vulnerabilidad quinceañera (aunque en realidad es mayor en edad) permite el sentido de protección del espectador (quien se torna momentáneamente en inesperada tía May) por lo que la empatía envuelve a la cinta por completo: no importan tanto las escenas de acción (realizadas con humor: fíjese en la secuencia donde el héroe persigue a los vendedores de armas, saliendo desde la fiesta donde se encontraba y pasando por diversas casas donde provoca inesperados destrozos). Finalmente, Peter es todavía un niño impetuoso.



         Para una generación que se ha alimentado de una buena dosis de superhéroes, compuesta principalmente de jovencitos, tenemos la película perfecta al mostrar a un personaje de su misma edad, en un ambiente común para su realidad (amores juveniles, computadoras, contentos y descontentos) que viene a ser un modelo a seguir en esta época de valores cambiantes (o perdidos). Estamos idealmente ante el héroe anhelante, el aspirante a seguir el ejemplo de sus ídolos mayores, que sigue la regla moral, que espera el momento apropiado dentro de su realidad para florecer, aunque en los ojos del cinéfilo ya lo ha hecho.



         Sin desmerecer a las joyas que filmara Sam Raimi hace quince años, con Tobey Maguire, o hace un lustro Marc Webb, con Andrew Garfield, este relanzamiento de un héroe más vulnerable, más ingenuo, más cercano a sus espectadores jóvenes, resulta un producto fresco y revitalizador. Ya es lugar común resaltar el sentido de familia (en este caso se presentan dos extremos en dicha situación) en el cual Hollywood insiste. Mucha mercadotecnia pero el producto final realmente cumple con lo que promete. Memorable cinta veraniega en su año de estreno que ahora nos hace disfrutar otro verano menos afable y bello que entonces: ¡en casa!

Tom Holland, Michael Keaton y el director Jon Watts

 

NO HAY SALIDA

 

MONOS

2019. Dir. Alejandro Landes.

 

         En las montañas de algún país sudamericano, un grupo de adolescentes juega al futbol a ciegas. Luego, se dan cuenta de que ha llegado su “mensajero”, un hombre de baja estatura pero cuerpo musculoso, quien los pone a ejercitar, a informarles que les ha traído una vaca como regalo de la organización, a la cual deben ordeñar y cuidar para demostrar su agradecimiento. Los ocho jovencitos (hombres y mujeres) son alineados, nombrándoles con sus apodos, para hacer peticiones y recibir indicaciones. Así, el joven Lobo (Julián Giraldo) pide permiso para “asociarse” con Leidi (Karen Quintero). Se le concede además de nombrársele responsable del grupo. También se les pide a todos que cuiden a la Doctora (Julianne Nicholson) quien es una rehén norteamericana a la cual tienen prisionera. Todos estos mandatos se salen de control: luego de emborracharse por la “noche de bodas”, Perro (Paul Cubides) empieza a disparar al aire con una ametralladora y accidentalmente mata a la vaca. Lobo le impone un castigo pero luego se mata. Entre ellos deciden un plan para explicar los hechos.

 

         El guionista-realizador se enfoca en las relaciones entre estos jovencitos que se hacen llamar “monos”, imitando sus sonidos para afianzarse como grupo. Hay diversos conflictos que se irán sucediendo a lo largo de la trama. Se asiste a sus juegos particulares (cuando uno de ellos cumple sus quince años, el festejo consiste en darle esa cantidad de azotes), a su manera particular de desenvolverse dentro de las variables que han conocido en su pequeño universo (Leidi critica a Lobo porque no sabe besar y le pide que practique con su amigo Rambo), a su trato que vacila entre el afecto y la disciplina férrea con su prisionera (las jovencitas la peinan con trenzas; luego, una de ellas la amenaza de muerte si acaso los atrapan durante una emboscada militar), a su niñez deteriorada que hace que traten a sus armas como juguetes.

 

         Igualmente, el personaje de la rehén se mueve entre cierta ternura que siente hacia sus personas (inocentes pero crueles) contra el temor de llegar al maltrato y, por supuesto, a la muerte. La Doctora (luego sabremos que es una ingeniera) vendrá a ser el eje alrededor de las acciones de este grupo de jovencitos que han sido arrastrados por la miseria hacia estos grupos rebeldes con la promesa de mejoría cuando es notorio el abuso y la explotación. No obstante, nunca se ofrecen antecedentes ni pistas acerca de sus vidas pasadas. Es dar por hecho que han sido reclutados con facilidad ante algún sentimiento de su falta de futuro por otra alternativa que ofrece disciplina y atención. De ahí que el suicidio de Lobo se deba ante su fracaso como líder: si en la vida no tenía alicientes, ahora se han roto sus expectativas.

 

         Monos es extraordinaria. Su estilo seco y directo expresa y comunica todo lo necesario para que el espectador comprenda su discurso (la situación política del país sin importar a cuál se refiera, las desigualdades sociales, las guerras que se desatan en locaciones alejadas de la urbe, los secuestros por intereses usualmente más allá del entendimiento). Y lo más interesante es que no ofrece un punto de vista moralizante ni sentimentaloide con estos jóvenes (al estilo Chicuarotes o la multimencionada Ya no estoy aquí, de la cual ya nadie habla). No se busca la empatía, ni la fácil solución. Es el reflejo de un caso que ya se repite desde hace muchos años en todas partes del mundo. Corres y corres buscando alguna salida y finalmente, con tus ojos llorosos y atemorizados, te das cuenta de que no existe.

(En la foto siguiente, el realizador Alejandro Landes)


 

 

 

viernes, 7 de agosto de 2020

CONTRA LA TRADICIÓN

 

SÓLO NOS QUEDA BAILAR

(And Then We Danced)

2019. Dir. Levan Akin.

 

         Merab (Levan Gelbakhiani, excepcional) es un joven bailarín de la escuela nacional de danza en Tiflis, Georgia, donde esta manifestación cultural es la que prevalece como antigua, emblemática tradición que le ha dado identidad a su pueblo. El estricto maestro que diariamente conduce las clases de un grupo de jóvenes aspirantes a pertenecer a la compañía nacional expresa la necesidad de respetar dicha danza, tenerle respeto y, exige a los varones, que mantengan el sentido de masculinidad en este arte, a pesar de que ciertos movimientos de manos y cuerpos sean suaves y delicados. El viejo director de la escuela expresa que “la danza georgiana implica la inspiración de un pueblo”. Cuando llega otro joven que muestra sus buenas aptitudes a la clase, Merab tiene sentimientos encontrados: rivalidad, otro posible obstáculo a vencer para alcanzar su meta; y simpatía, ya que Irakli (Bachi Valishvili) muestra calidez y deseos de compartir cuando ambos ensayan muy temprano, previamente a horarios de clase.

 

         Merab es hijo de bailarines quienes, desencantados, interrumpieron su carrera dentro de la compañía de danza: ahora se han separado y el joven vive con la madre, mientras que el padre tiene un puesto de fierros viejos en un bazar. Un hermano de Merab, David, también es estudiante de la compañía pero no ha mostrado disciplina. Estos casos familiares sirven para que el maestro esté constantemente criticando y corrigiendo a Merab. El acercamiento hacia Irakli va creando una amistad que alcanza otra faceta cuando ambos descubren que se atraen y llegan al contacto físico. En algún momento, Irakli desaparece. Merab inicia su propio viaje interior: la contradicción entre la masculinidad de la danza contra su deseo y ansiedad por la ausencia de Irakli. La cinta entra en otras etapas y experiencias consecuentes con la nueva realidad de Merab que vendrán a darle su expresión de libertad ante las convenciones sociales y la tradición de la danza.

 

         El realizador Akin, nacido en Suecia pero con ascendencia georgiana, expresó en una entrevista que la cinta se le ocurrió luego de enterarse del ataque que sufrieron cuarenta jóvenes en Tiflis que deseaban realizar su marcha del orgullo gay en 2013, pero fueron reprimidos y atacados por una marcha alterna organizada por la iglesia y grupos conservadores de Georgia que les excedían de manera numerosa. Al ser país democrático, acepta por ley a la homosexualidad, pero en la práctica la situación es distinta. La película tuvo que filmarse con cierta privacidad. El actor principal, bailarín de danza contemporánea, dudó varias veces antes de aceptar su papel en la película. En sus exhibiciones en Tiflis, la cinta sufrió varios ataques y protestas, pero finalmente se convirtió en éxito de público.

 

         El tema de la tradición cultural queda representado por la danza nacional y se convierte en el símbolo del conservadurismo que debe transgredirse para que se respeten los derechos de personas que tienen otras orientaciones sexuales e identidades. Merab, al descubrir su naturaleza, se da cuenta de que la única manera para sobrevivir a la incomprensión, la prohibición, la censura, los prejuicios, será enfrentando y modificando a la tradición. En una sociedad que le limita las alternativas de una vida personal, romper con las reglas rigurosas de masculinidad y las normas o estilos inapelables de danzas cultivadas y repetidas desde la Edad Media se convierte en su propio renacimiento personal. Otro paso a la libertad.  (En la foto inferior aparece el realizador Levan Akin, al lado de sus excelentes actores).