viernes, 21 de agosto de 2020

NO JUZGAR A LA LIGERA

CRÍMENES DE FAMILIA

2020. Dir. Sebastián Schindel.

         Alicia (una contenida y ya madura Cecilia Roth) cree firmemente en la inocencia de su hijo que se encuentra detenido porque su ex mujer lo ha acusado ante el juez de abuso sexual y violación de la orden que le restringía el acercamiento a ella y su hijo. Asistimos al juicio donde el espectador debe tomar partido ante las grandes dudas que le crean. Alternadamente, está Gladys (Yanina Ávila, toda una revelación), la sirvienta de Alicia, quien es semianalfabeta además de presentar cierto retraso, y es, a su vez, madre de un pequeño que llama tía a Alicia y ésta le corresponde en atención. Un hecho que se va presentando de manera fragmentada a lo largo de los primeros dos tercios de la cinta nos lleva hacia otro altercado con la justicia y hacia una mayor desviación de la atención.

         Al realizador argentino Shindel le atrae el tema de la injusticia, sobre todo para el débil e ignorante, como pasaba con El patrón: radiografía de un crimen (2014) donde un joven campesino era explotado hasta la desesperación por un tipo abusivo y corrupto; y su variante, en cuanto al desamor y egoísmo maternal en El hijo (2018) donde un pintor sufría del extrañamiento de su esposa escandinava que llegaba a extremos inconcebibles con tal de apartarlo de su hijo y de su vida. Ambos temas son reciclados en esta cinta que mezcla elementos de melodrama (amor maternal que ciega), intriga (secretos guardados), con gran ironía (el reconocimiento del fracaso trae como consecuencia otro tipo de felicidad).

         Hay una secuencia que muestra a la sala del tribunal de justicia a oscuras, cuyas luces se encienden para mostrarla vacía. A ella llega una mujer policía que custodia a Gladys y la sienta en su silla para esperar el momento en que habrá acción. Con esta imagen, el espectador tiene la idea de lo que es un complejo limbo ordenado y frío donde se juegan los destinos de los seres. Todos los días, la balanza se va inclinando hacia uno u otro lado dependiendo de declaraciones, intenciones, miradas, palabras, calumnias o verdades que siempre quedan en suspenso. Shindel ofrece las dos caras: el espacio de legalidad que cree en el valor del ser humano en contraste con la corrupción que puede callar personas o despojar documentos cruciales.

 Una extraordinaria Yanina Ávila

         Un elenco impecable en una cinta compacta que apenas llega a los 95 minutos. Al terminar, nos damos cuenta de que es historia muchas veces contada. Sin embargo, la forma, el detalle, las transiciones y la narración no lineal, ofrecen otros matices. El espectador se crea diversas expectativas y va formando su opinión. Un hombre con bello rostro de sacrificio y lágrimas, una mujer que habla de golpes y amenazas con cuchillo, una patrona que reclama  escandalizada, un esposo que ya está cansado por tantas malas experiencias familiares. Y finalmente, como corolario, unas frases de Bertolt Brecht que solicitan compasión y supresión de juicios contra un alma inocente.

El realizador Sebastián Schindel


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