RÁPIDOS Y FURIOSOS 9
(Fast & Furious 9)
2021. Dir. Justin Lin.
Repito lo que comenté cuando reseñé la edición 7 de esta extraordinaria saga imposible, ilógica, irresponsable: “Lo que comenzó como un renacimiento del cine de carreras de autos, y la lucha entre la ley y el rebelde, para dar lugar al concepto de familia interracial (el policía blanco Brian se enamoraba de Mia, la hermana de Toretto, el multiétnico fortachón que, a su vez, adoraba a Lety, la chicana) se fue tornando en franquicia de aventuras. De delincuentes pasaron a apoyar al Gobierno, subrepticiamente, dando lugar a locaciones internacionales para vivir las aventuras más imposibles y, no obstante, magnéticas. Si se quiere dar un ejemplo de lo que significa diversión para un mundo dominado por la tecnología y salido de la ya transformadísima fábrica de sueños, aquí se tiene la respuesta. Bien valió la espera…”. Y ahora, se subraya con mayor fuerza esa espera debida a la fatal pandemia. Rápidos y furiosos 9 es una delicia que, por fortuna, ha vuelto a las manos del maestro Lin (aunque las anteriores ediciones no han sido menores: ¡para nada!).
Ahora, la trama se va al pasado, cuando Dom (Vin Diesel) pierde a su padre, piloto, en una carrera de autos. Tal parece que su hermano menor, Jakob, ha sido el culpable. Por tal motivo ocurre un distanciamiento que es reforzado por una apuesta que gana Dom. Ya en el presente, inicia la nueva aventura, debida precisamente a Jakob (John Cena) quien roba la mitad de un dispositivo que, al juntarse con la parte faltante, puede intervenir a todos los satélites y, de esa manera, dominar al mundo. Para localizarlo, Jakob ha encontrado y encerrado a Cipher (Charlize Theron), la culpable de la muerte de Elena, la esposa de Dom. La cinta irá desarrollándose entre la búsqueda, encuentro y posterior derrota de los villanos (algo que no es novedad en este género, por lo que no se está revelando nada). Sin embargo, lo fascinante de esta película es que, de pronto, hay reflexiones acerca de lo que significan estos personajes y sus acciones violentas, pero imposibles y, no obstante, triunfales. En otro aspecto, hay la alternativa de diseccionar los sentimientos familiares y detener la acción para que se lleve a cabo una secuencia de revisión personal en Dom. Todavía más: la reaparición de personajes y las redenciones debidas a traiciones y reveses.
Alrededor de todo se encuentran efectos especiales de primera categoría: truculentos e improbables, como un gran imán que funciona, finalmente, acorde con las voluntades de los protagonistas, y que resultarían inexplicables si se les busca una explicación lógica. Luego, está el espacio exterior. Uno nunca se imagina cuáles serán los siguientes límites que se romperán según vayan sucediendo las ediciones de las películas. La sociópata y cruel Cipher ocupa un rol secundario que irá tomando mayor fuerza según va progresando la trama, y uno imagina que, ya fue estelar en la edición previa y se le guarda para futuro, como pasará en la siguiente, con otro personaje, acorde con los usuales adelantos que se presentan al fin de las cintas.
El reparto ha sido una cualidad
importante, elemento que, en muchas ocasiones, define éxito o fracaso. Al
conjuntar a Vin Diesel, Michelle Rodríguez, Ludacris, Tyrese Gibson, Sung Kang,
como una gran familia que debe anteponerse a todo, se transmite ese sentimiento
de unión y solidaridad. Justin Lin es un maestro para impartir ritmo a las
secuencias de acción, además de saber equilibrar perfectamente las diversas situaciones
que están ocurriendo. En esta ocasión, el guion final fue obra de Lin junto con
un escritor con menor experiencia, Daniel Casey, que supieron mezclar intimidad
con explosión. Ritmo y gracia, elementos que hacen largas y soporíferas a otras
películas, aquí dejan a uno con deseos de que no termine estas delicias que nos
están narrando (140 minutos que parecen muchos, muchos menos).