PIG
2021.
Dir. Michael Sarnoski.
Robin Feld (Nicolas Cage) vive en una choza perdida dentro de una región boscosa, alejada de la ciudad de Portland. Junto con una marrana, busca trufas, una especie de hongo que crece bajo tierra, cerca de los árboles, y que es muy apreciada por los grandes cocineros. Cada semana llega Amir (Alex Wolff, todo un descubrimiento), un joven que le compra las trufas para revenderlas por su lado. Cierta noche, alguien llega para golpear a Robin y secuestrar a la cerda. Entonces, empieza su travesía para recuperarla. Para ello, busca a Amir quien será el que lo lleve a la ciudad y, paulatinamente, el espectador se vaya enterando de la identidad, antecedentes, motivos de este personaje que valora sus pequeños momentos, su vida libre de compromisos, los recuerdos que atesora, y a su única posesión que vale la pena. La marrana tiene olfato preciso para localizar a las trufas. Como si fuera mascota doméstica, acude al silbido de su amo y duerme a su lado. Esta marrana (“pig”, cerda) viene a ser el paliativo a su soledad. Al quitársela, su vida pierde uno de los soportes, cimiento importante.
Sin embargo, al ser una cinta de Nicolas Cage, uno puede esperar la historia de una venganza. La recuperación a como dé lugar del animalito y el castigo a los perpetradores. Nada de eso sucede: está el impulso por tenerla de vuelta, pero para lograrlo, ocurre otro proceso personal. El retorno a la ciudad hace que Robin se confronte a sí mismo, al pasado que abandonó quince años atrás, cuando ya nada valió la pena para continuar con lo cotidiano. Y es que Robin Feld fue uno de los chefs más importantes de la ciudad. Sus platillos eran memorables y daban lugar a que los comensales se sintieran bien: las parejas se reconciliaran y vivieran nuevamente el amor original de su relación. Robin hará varias escalas para llegar a la pista final. Hay violencia, pero es apagada, sin respuesta. Robin se autoflagela como purificación antes de seguir adelante. Amir, a su lado, no comprende lo que está sucediendo, pero para eso están las palabras, y es su conversación la que también lo centrará en este momento de juventud. La manera de Robin para ir consiguiendo el punto final de su travesía personal es la expresión de la verdad a sus interlocutores. Un antiguo chef, al cual despidió cuando era joven, recibe una lección de su realidad. Otro personaje será desarmado de su prepotencia ante el recuerdo palpable (un platillo) de otros tiempos mejores.
Y
está la recuperación de Nicolas Cage, alejado de tantas películas con altos o
bajos presupuestos, centradas en la acción impersonal y constante. Ahora, ya
viejo, vuelve a demostrar las cualidades que alguna vez se notaron en Educando a Arizona, El beso del vampiro, Adiós a
Las Vegas o Códigos de guerra. Aquí,
la dirección se centra en su persona, en su capacidad actoral para
transmitirnos toda la guerra interna que está viviendo. Y está contenido: es la
comprobación de su calidad que algunos actores deben de sacrificar con tal de
permanecer en el candelero de Hollywood. De vez en cuando surge un gran papel:
aquí lo tiene. La cinta está dividida en tres capítulos, cada uno con el nombre
de algún platillo, porque es el mundo alimenticio, del arte de la cocina, el
que viene a servir como metáfora de la búsqueda de una verdad. Y, sin embargo,
es también efímero, como la vida misma. Robin Feld supo eliminar todo lo
superficial en su existencia para encontrarle sentido y darse cuenta de que solamente algunas cosas o hechos o personas, valen la pena para tomar en cuenta.
El director Michael Sarnoski
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