BALA PERDIDA
(Balle Perdue)
2020. Dir. Guillaume Pierret.
El género
policiaco ha sido esencial en la evolución del cine francés. Desde los años
treinta con Marcel Carné o Julien Duvivier hasta llegar a mediados de los
cincuenta con Jacques Becker o Jean-Pierre Melville, para que los jóvenes de la
nueva ola lo adoptaran, revisaran y pusieran al día (Truffaut o su mejor
exponente, Claude Chabrol). Desde finales de los años noventa hasta nuestros
días, se ha producido lo que se ha considerado como el neo noir, cintas donde se habla del tráfico de drogas, la
prostitución, pero sobre todo, de manera recurrente, la corrupción policiaca.
En un extremo superior podemos mencionar a Los
miserables (Ladj Ly, 2019) que alcanzamos a ver y reseñar en su exhibición
pública previa a la pandemia. Ahora,
por medio de Netflix, nos llega la ópera prima de Guillaume Pierret Bala perdida.
Lino (Alban Lenoir)
Lino (Alban
Lenoir) es un mecánico excepcional que logra incrementar la aceleración de los
automóviles. En un espectacular intento de asalto a una joyería, donde su
vehículo atraviesa literalmente toda una cuadra de edificio, es atrapado y
enviado a prisión, pero antes hace que escape su cómplice, su hermano que lo
acompañaba, Quentin (Rod Paradot). Luego de cierto tiempo, recibe la visita de un
detective, Charas (Ramzy Bedia), quien le ofrece pronta liberación si le ayuda
con los vehículos policiacos, además de lograr descubrir a unos
narcotraficantes. Un atentado, donde las autoridades logran incautar al veloz
auto que usaban sus ocupantes, permite que Charas se dé cuenta que era el mismo
aditamento que Lino traía en su automóvil. Éste se da cuenta que la única
persona que sabe arreglar ese dispositivo tiene que ser su hermano, por lo que
inicia un operativo donde se descubre que uno de los cómplices es el agente
Areski (Nicolas Duvauchelle) quien mata a Charas y tiene en sus manos a Lino.
Charas (Ramzy Bedia)
Con apenas 90
minutos de duración, la cinta se vuelve efectiva: se establecen las variables
donde cada personaje queda bien definido, para centrarse en persecuciones que
resultan espectaculares. Los hechos van pasando a distintos grados de intriga,
resultados inesperados y, por lo tanto, a niveles que se van superando. Lo más
notable en estos argumentos de corrupción policiaca son los momentos de
desesperanza: al manejar su autoridad y poder, se torna en juez
implacable. No queda otra salida que buscar caminos inesperados para permitir
rutas de escape. Lino se enfrenta ante la falta de credibilidad: su imagen se
vuelve inicialmente negativa al caer toda la culpa en sí mismo, sobre todo al
haber supuestamente asesinado a su protector, uno de los pocos policías
honestos dentro de la ley.
Areski (Nicolas Duvauchelle)
Alban Lenoir ha
sido doble de acción en infinidad de películas. Dicha experiencia (aunada a su
buena presencia y a su efectividad como actor) permite esa ligereza y fluidez
en las secuencias que requieren impulsos y respuestas rápidas. Nicolas
Duvauchelle es el perfecto villano (aparente agente celoso de su labor, frío
asesino en realidad) y ya ha tenido muchas experiencias en el género, aunque
sus cintas no llegaban tanto a nuestras salas comerciales y lo hemos visto a
través de “streaming” (inició entre los muchos legionarios de Beau travail y reapareció con Claire
Denis, como directora en Una bella luz
interior). La cinta deja un final abierto pensando en alguna secuela: ha
tenido mucha aceptación popular, por lo que esperemos que así sea.
El director Guillaume Pierret
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