LAS COSAS QUE DECIMOS, LAS COSAS
QUE HACEMOS
(Les choses qu’on dit, les choses
qu’on fait)
2020. Dir. Emmanuel Mouret.
Maxime
(Niels Schneider) es traductor, aspirante a novelista. Ha llegado a la casa de
su primo François (Vincent Macaigne) que está en el campo, donde vive con su
pareja Daphné (Camélia Jordana) que está embarazada, para intentar escribir una
novela. François se encuentra en París por cuestiones de trabajo y Daphné será
su anfitriona. Mientras pasean por diversos lugares, ambos personajes se
cuentan sus historias de amor, ya que es el interés temático de Maxime. Así, se
irán conociendo las historias de cada uno: Maxime estuvo enamorado de Victoire,
una mujer casada quien nunca lo tomó en serio y decidió ir tras su marido a
Japón. Gracias a ella encontró a Sandra (Jenna Thiam), una vieja amiga, de la
cual se enamoró, pero al presentarla a su amigo Gaspard (Guillaume Gouix), éste
quedó prendado de ella. Por su lado, Daphné narra cómo estuvo enamorada de un
documentalista que le había dado su oportunidad para iniciarse en la edición
cinematográfica, pero éste no le correspondió. Conoció a François, quien estaba
casado, con el cual inició un romance que culminó en divorcio y nuevo
matrimonio.
Esta
larga descripción del argumento es un mero marco de referencia porque la cinta
se va derivando en las historias de los personajes para mostrar las complejidades
de las relaciones humanas, además de demostrar, como expresa el título, que somos
seres contradictorios que en muchas ocasiones hacemos lo opuesto a lo que
decimos, porque ¡es tan fácil hablar, pero difícil de cumplir en los hechos!. A lo largo de la película, sumamente interesante, narrada de manera
magistral al moverse en diversos tiempos y personajes sin jamás dejar cabos
sueltos ni dando lugar a confusiones, sabremos que existe una mimesis del
deseo, donde el conocimiento de que alguien desea a una persona u objeto que
ya no nos llama la atención, despierta nuevamente el deseo. En otro momento, un
documental que ha editado Daphné, sobre un filósofo contemporáneo, servirá para
que un personaje se dé cuenta de que la ira o los celos por alguien dan lugar a
una generosidad impensada porque al dejar de lado esos sentimientos permiten
que se evite la posesión injusta del otro: al final de cuentas un ser libre.
La
cinta se desenvuelve con cierta circularidad, ya que el destino de los
personajes propiciará acercamientos y distanciamientos para que exista todo un
viaje sentimental en el tiempo y que finalmente prosperen las relaciones bien
cimentadas. Hay secretos que se revelarán, otros que se callarán, porque son
necesarios para la buena marcha de las relaciones amorosas. El autor completo
Mouret, ya tiene una larga y distinguida carrera fílmica (su película previa, Srita
J, puede verse en Netflix, basada en Diderot y que sucede en el siglo XVII).
En esta cinta, el tono y la narrativa recuerdan a las películas de los años
sesenta (Rivette, Truffaut, Rohmer, principalmente), en cuanto se centra en
emociones y sentimientos, además de cuestionarse la moralidad y la ética de los
actos. La banda sonora integra fragmentos musicales de Chopin, Mozart, Satie,
Debussy y Puccini, entre muchos otros, que sirven para enfatizar el humor, el
enojo, la melancolía. La cinta nos lleva de la mano por las fases de las
relaciones amorosas con una magnífica calidez y un desenfado impresionante.
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