CIELO DE MEDIANOCHE
(The Midnight Sky)
2020. Dir. George Clooney.
En 2049, tres semanas después del “gran evento”, el científico Augustine decide permanecer en la base que se encuentra en el Ártico. Todas las demás personas han sido evacuadas. Su finalidad es establecer contacto con las naves que se encuentren en misiones espaciales y prevenirles de que no retornen a la Tierra. Entre sus intentos de comunicación y el descubrimiento de una pequeña de siete años que lo acompañará, Augustine recuerda su pasado: el sacrificio de la posible relación con una colega por dedicar todo su tiempo a la ciencia. Una vez que logra comunicarse con la misión Aether donde viajan cinco astronautas que retornan de un posible planeta habitable, cercano a Júpiter, la acción se comparte con lo que sucede en esta nave.
Séptimo largometraje dirigido por el versátil Clooney quien se ha interesado en explorar diversas facetas de la sociedad desde la ficción (la magistral e incomprendida Suburbicón) o desde la historia del siglo XX (Buenas noches y buena suerte o Confesiones de una mente peligrosa), ahora utiliza al género de la ciencia ficción para ofrecer una alegoría bastante oportuna para estos tiempos en que vivimos una especie de apocalipsis temporal. Aunque nunca se menciona, se sugiere que hubo algún error que desató una radiación general que se diseminó por todo el planeta. En el Ártico apenas está por llegar, pero es un hecho que toda señal de vida desaparecerá. Su intento por evitar que los seres humanos que se encuentran fuera del planeta puedan buscar otros horizontes para un nuevo comienzo será lo que le permita aferrarse a la existencia a pesar de su estado delicado de salud.
La cinta se divide, entonces, en este contraste: un planeta que agoniza irremediablemente, y una nave espacial que señala la alternativa de una esperanza. Entre la tripulación está una pareja de oficiales que han mantenido relaciones: ella espera un hijo. Todos están deseosos de retornar a casa sin imaginar la terrible realidad. Augustine debe conformarse con mantenerse vivo y aferrarse a los recuerdos, a la materialización de un fracaso personal y al deseo de que sus teorías fueran ciertas (él había planteado la existencia de un planeta habitable). Esto es lo que le da mayor sentido y atractivo a la película: el afán por la salvación de la humanidad a pesar de que ella misma se vuelva su propia enemiga (compare con la gente que se aglomera en estos días a pesar de la amenaza de contagio por el Covid).
Sin
embargo, la cinta se siente desarticulada: las dos tramas se sienten aisladas entre
sí. El espectador ata cabos y disfruta de espléndidos efectos especiales. Los
conflictos son semejantes a otras cintas del género (la lluvia de basura
espacial, la muerte inesperada de una astronauta, la corporización de una
culpa). Y está presente, siempre, la idea de la derrota. Si muere Augustine, la
humanidad fenece por completo. Habrá un nuevo Jardín del Edén. Una improbable
nueva humanidad. Unos limitados Adán y Eva.
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