LA
DIOSA FORTUNA
(La
dea fortuna)
2019. Dir. Ferzan Özpetek.
Alessandro (Edoardo Leo) y Arturo (Stefano Accorsi) es una pareja que ha estado junta por más de quince años. Intempestivamente llega a sus vidas Annamaria (Jasmine Trinca), amiga desde siempre de Alessandro (y quien fuera la que los presentó), con sus dos hijos, Martina y Sandro, de 12 y 10 años respectivamente. Ha llegado a Roma para internarse en un hospital. Deja encargados a los niños con la pareja. En el transcurso de estos días, ambos descubren que su amor se ha enfriado y deciden la separación, pero antes tendrán que resolver una situación inesperada. En su decimotercer largometraje, el turco-italiano Özpetek vuelve al tema básico que le importa: la pareja y sus conflictos.
En Hamam (1999), el viril Francesco encontraba el amor en el baño turco heredado por su tía gracias al joven Mehmet pero todo entraba en crisis con la llegada de su esposa. En Las hadas ignorantes (2001), la viuda Antonia descubría al amante secreto de su marido, el promiscuo Michele, quien la llevaba a comprender los desatinos de su matrimonio. En La ventana de enfrente (2003), Giovanna se hacía cargo del viejo judío ya víctima de la demencia senil para terminar entendiendo a su esposo, quien fuera el protector inicial y libre del anciano. En este caso, son dos niños que quedan al cuidado de esa pareja mencionada para que ambos se den cuenta de que su pasión se ha enfriado: ha aparecido el distanciamiento.
Una narración firme, y siempre contenida, nos transporta a un matrimonio bastante disímbolo en sus ocupaciones: Alessandro es plomero calificado mientras que Arturo es traductor. A pesar de sus diferencias, cada uno se complementa: lo práctico de Alessandro contra lo hogareño de Arturo. Un día, en el barrio de Palestrina, donde vivía Annamaria, se conocieron y fue amor a primera vista. A pesar de que hicieron un pacto de tolerancia donde era posible que cada uno tuviera sus amoríos de ocasión, Arturo faltó a su palabra y Alessandro descubrió que su pareja tenía un amante desde hacía dos años. Todo esto sucede durante el lapso en que tienen bajo su responsabilidad al par de niños. La discusión lleva a un pleito que provoca la promesa de separación, pero entonces, la madre muere y hay que llevar a los pequeños con su abuela en Sicilia. El largo viaje en ferry hace que la tensión crezca.
El título se refiere a la estatua de la Diosa de la Fortuna que se encuentra en su santuario del municipio de Palestrina, cercano a Roma. Una leyenda que se cuenta es que si miras fijamente a la persona que quieres y luego cierras los ojos, esa persona caerá en tu corazón y ya no se irá.
Esto lo narra el pequeño Sandro ante los amigos y vecinos de la pareja: una mujer delgada y gorda que vive con una mujer transgénero, la dueña de una tienda y su marido que sufre de demencia senil, que se tornan en otros cuidadores indirectos de los niños. Lo más destacable de las películas de Özpetek es que las preferencias sexuales de sus protagonistas surgen de manera casual: todo está dado de antemano sin juicios ni escándalos, ya que son parte del mundo que se está narrando. Arturo y Alessandro bien podían pertenecer a una pareja heterosexual sin afectar a la trama, pero es importante que se haya tomado esta decisión. Y son estos ambientes particulares los que otorgan otra dimensión de profundidad a personajes y argumento.
A pesar de que las
películas de Özpetek tienen finales aparentemente felices, en realidad no
cierran por completo. Siempre queda la posibilidad de que las cosas queden
inciertas y tomen otro rumbo. Las relaciones de los personajes a lo largo de sus
creaciones, enfatizan que han ocurrido quiebres. A pesar de cerrar los ojos y
mantener el corazón ocupado, la vida se encarga de darles otros giros. Siempre
hay secretos o amenazas potenciales: son los conflictos de las parejas. No
obstante, el espectador queda satisfecho con esos momentos. Un elenco
atractivo, talentoso, pleno de gracia (sobre todo los niños actores) vienen a
redondear esta pequeña joya.
El director Ferzan Özpetek
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