sábado, 9 de enero de 2021

LA VIDA EN EL CAMINO

 

TIERRA NÓMADA

(Nomadland)

2020. Dir. Chloé Zhao.

         Cuando le preguntan a Fern (Frances McDormand en un rol que nadie más que ella podía interpretar) si es una mujer sin hogar (homeless), responde que se considera una mujer sin casa (houseless). Igualmente, cuando la pregunta es si está casada, ella responde que sí, pero que su marido ha muerto y defiende el hecho de que ya no puede quitarse el anillo de su mano. Víctima de la Gran Recesión de 2008 que provocó el cierre de la yesera que era la fuente de empleo en Empire, Nevada, en 2011 (al grado de que el pueblo desaparecería en unos cuantos años más), Fern, ya sola, sin hijos ni empleo, tuvo que tomar una decisión: arreglar su camioneta campera como minicasa rodante y empezar a trashumar en los estados del medio oeste norteamericano, de Nevada a Dakota del Norte, Nebraska, Arizona, California, para buscar empleos con salarios bajos y temporales, dirigidos, y diseñados como paliativo, al grupo de personas mayores que habían perdido sus casas por la falta de pago de hipotecas, desempleo, divorcios, alcoholismo u otros motivos, y que tomaron las carreteras para sobrevivir.

         Basada en un libro de Jessica Bruder, publicado en 2017, que surgió de las andanzas directas de esta escritora vividas entre este grupo de personas, la directora Zhao inventa al personaje de Fern como contrapunto dramático y la rodea de seres reales que cuentan, en sus interacciones, sobre sus formas de ser y pensar. Fern viene a simbolizar el espíritu que mueve a estas personas que tuvieron que cambiar una existencia cómoda por otra forma de vivir. Fern tiene que parar en el camino para orinar o, de repente, evacuar sus intestinos, dentro de su camper en su baño improvisado, teniendo que abrir la ventila superior: hay una conversación donde una de las nómadas cuenta sobre el manejo de sus heces en tinas de diversas capacidades. En otro momento, aparece un perro afuera de su vehículo que fue abandonado por uno de los inquilinos del parque para acampar; la administradora del espacio le pide que se quede con él. Fern no responde, pero también lo deja a su suerte, evitando todo sentimentalismo: no puede tener otras responsabilidades.

         En la cinta se muestran otros aspectos que viven estas personas como la descompostura del vehículo (que en la cinta permite la secuencia de la visita de Fern a su hermana para pedirle dinero: ella le ofrece su casa y Fern le agradece, pero no acepta). También aparece otro personaje ficticio, Dave (David Strathairn) quien muestra interés por Fern y el cual retorna a casa de su hijo porque nacerá su nieto (Fern lo visita en el Día de Gracias, toda la familia la recibe con gusto y ante la invitación de Dave porque se quede permanentemente, Fern simplemente espera a que amanezca para tomar el camino). Ante un lecho cómodo, la mujer prefiere su cama improvisada en la campera. Sin embargo, hay otras pequeñas satisfacciones, Fern asiste a algún baile o se baña en los bellos manantiales naturales que aparecen a su paso.

         Una película que nos habla del supuesto progreso que en realidad forma parte de un deterioro social que se ha generalizado. Dentro del aspecto negativo de la pérdida de comodidades y de una vida normal, si se toma en cuenta lo que  para nuestra civilización es lo común, la cinta muestra ambos lados de la moneda: Fern se ha conformado con su individualidad y su libertad de acción, aunque siempre esté cualquier peligro acechando o no se sepa cuál será el reto del día siguiente. Hay un personaje que tiene seis o siete meses de vida y quiere disfrutarla hasta el último momento. Otra mujer, Linda May, personaje del libro e interpretado por ella misma, aparece, se va y reaparece en distintos momentos porque siempre está la seguridad del reencuentro en esas coordenadas de vida que todos estos nómadas han elegido. Lo que pudiera parecer contradictorio, ya que ante las oportunidades de mejora, se prefiere rechazarlas, se deberá a no poner la expectativa en algo que también podría ser temporal: mejor lo que ya se conoce por más rudo que parezca.

         Es imposible no pensar en Viacrucis (The Grapes of Wrath, John Ford, 1940) que fue la versión fílmica de la novela de Steinbeck (“Las viñas de la ira”) que narraba el esfuerzo y las dificultades que vivía la familia Joad al migrar de Oklahoma a California en busca de una mejor vida ya que la recesión económica había hecho que los agricultores perdieran sus tierras por la voracidad bancaria. En esa película se hablaba de esperanza y el vaticinio de un horizonte despejado (algo que había ocurrido en la realidad). Sin embargo, en esta tierra de nómadas del siglo XXI, la consigna es resignarse a vivir de manera precaria y el panorama no es tan placentero como pudiera pensarse. Ahora, con la pandemia de 2020 uno se pregunta cuál será su nueva realidad, o más bien, su nueva normalidad. Chloé Zhao nos ofrece una cinta que abre los ojos hacia otro submundo que convive con nuestra vida cotidiana (los migrantes que nos piden ayuda), de una manera que estruja y conmueve, porque estamos sumidos en la desilusión (estas películas son nuestros paliativos de vida).

 Frances McDormand y la directora Chloé Zhao




1 comentario:

  1. Una película muy profunda.... hay que verla al menos dos veces... Gracias Roberto

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