LA SAL DE LAS LÁGRIMAS
(Le sel des larmes)
2020. Dir. Philippe Garrel.
Luc (el debutante Logann Antuofermo) viaja desde provincia hacia París para presentar su examen de ingreso en una prestigiosa escuela de ebanistería. Ahí conoce a Djemila (Oulaya Amamra) a la cual corteja con la intención de llegar a la relación sexual que no se consuma. De vuelta a su pueblo, reencuentra a una antigua compañera de escuela, Geneviéve (Louise Chevillotte), con la cual inicia una relación aparentemente formal. Ya que le llega la notificación de que ha sido aceptado en la escuela, la joven le informa que está embarazada ante lo cual Luc se enoja y se desentiende. En París, inicia otra relación con la amoral e indolente Betsy (Souheila Yacoub) quien le propone traer a otro hombre a vivir con ellos.
Vigésimocuarto largometraje (entre muchos cortos, cintas para televisión o documentales) del prolífico Garrel a quien siempre le han importado las relaciones amorosas que se entablan entre sus personajes. En este caso, con un tono que se acerca más al cine que se filmaba durante el tiempo de la Nueva Ola (blanco y negro, narración omnisciente, el gusto por la ciudad que mostraban Rohmer y Truffaut), presenta a un joven que siempre ha estado cercano a su padre (interpretado por el genial veterano André Wilms, del cine de Kaurismaki, Chabrol o ), carpintero que desea una vida mejor para su hijo. Sin embargo, todo el romanticismo del hombre mayor se disipa con la amoralidad del joven. Su egocentrismo lo lleva a tener el mayor goce posible sin pensar en consecuencias ni pensando en las responsabilidades de sus actos. Luc es un joven contemporáneo que vive para el momento. Tiene ambiciones y vive alimentando sus instintos sexuales.
Djemila
le pone límites, al llevarlo con toda precaución a su casa para estar juntos
simplemente, por lo que Luc piensa que es mejor dejarla ya que no tiene caso,
entonces, la noche. Geneviéve se ilusiona en vano, sin imaginar la respuesta del
joven. Betsy viene a ser su equilibrio, la horma de su zapato. Luc no puede
reclamar algo en lo que él ha caído hasta que ocurra una situación inesperada
para su vida. Garrel nos ofrece una cinta esquemática, lo que no es defecto, porque
va definiendo paulatinamente, en pasos, como en una lección, ejemplo práctico, a su personaje masculino,
para luego cultivarlo en su desarrollo personal y que así empiece a enfrentar
las realidades de un mundo que siempre ha alejado de sí mismo. Su gran acierto
consiste en colocarlo cerca de tres tipos distintos de mujeres. Aparte, no juzga: expone y todo llega a una conclusión objetiva.
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