jueves, 4 de marzo de 2021

BRUTALIDAD

 

EL MAURITANO

(The Mauritanian)

2021. Dir. Kevin McDonald.

         Este año se conmemorará el vigésimo aniversario del ataque a las Torres Gemelas. Esta cinta llega en el momento oportuno para recordarnos la angustia, pero también, y sobre todo, los delirios de persecución que se generaron entre la población norteamericana. No podía creerse que se hubiera tenido un desastre de dicha magnitud perpetrada por los enemigos del Medio Oriente. Tampoco podía compararse, injustamente, con los bombardeos y luchas armadas de los Estados Unidos hacia los países donde intervenía en su guerra. De pronto, todos los habitantes orientales se tornaron sospechosos (como sucedió con los japoneses o alemanes que vivían en la idealizada “América”) y empezó el odio entre la población general. Ese impulso afectó mucho a seres inocentes, mientras que los culpables jamás fueron definidos en toda su verdad.

 

         Basada en las memorias de Mohamedu Ould Slahi (interpretado con resignación por Tahar Rahim) acerca de su estadía en la base naval de Guantánamo, en Cuba, adonde llegaría sin ser acusado de nada, más que por sospechas y asociaciones vagas, desde dos meses después del incidente en Nueva York hasta casi 14 años después. La cinta narra cómo la abogada Nancy Hollander (Jodie Foster) se ocupó de su caso, no tanto pensando en que fuera inocente o culpable, sino basándose en el derecho que todo ser humano tiene para defenderse y ser juzgado en una corte. La cinta inicia en 2001, cuando el ingeniero Slahi, residente en Alemania, pasaba unos días en su natal Mauritania debido a una boda, de la cual fue arrestado sin explicaciones. La trama irá revelando la verdad de su estadía en Guantánamo, el recuerdo de sus experiencias de tortura y abuso, hasta el apoyo final de la abogada Hollander.

         La cinta muestra al fiscal militar Couch (Benedict Cumberbatch), católico, con cercanía a víctimas de la tragedia de septiembre del 2001, quien vivirá, acorde con la lectura de evidencias de tortura, un conflicto interior. En contraste, la abogada Hollander inicia con un caso pro bono sabiendo que cualquier persona puede mentir y clamar inocencia a pesar de ser un terrible criminal, pero tiene derechos. Por su lado, Slahi insiste en que su relación con Al Qaeda fue en tiempos pasados, cuando no era extremo, y apoyaba a Estados Unidos, además de que había dado alojamiento una noche en su casa, a un amigo de su familia quien era cercano a Bin Laden. El deseo de encontrar chivos expiatorios para lavar la ofensa pública del ultraje oriental hacia la “pureza” de una nación, hacia que los militares encontraran en Slahi al ejemplo perfecto de los perversos terroristas. De manera importante, aparece la verdadera naturaleza de Guantánamo: una región más allá de las cortes de justicia; espacio de violencia y abuso, aparte de símbolo de la negación de todo derecho humano.

         Durante los créditos finales aparece el verdadero Slahi cuyo parecido físico con el actor Rahim es extraordinario. Se muestran a los demás seres que dieron lugar a los personajes de la trama para describir su realidad actual. El contraste es eficaz: luego de haber sido testigos de brutalidad y exceso, al menos queda la comodidad de que se haya impartido justicia, aunque nada compensa los años de encierro, dolor e intranquilidad. Se piensa en el destino que le toca a cada ser humano y cómo, cualquier mínima circunstancia puede llegar a destruir vidas: en otro aspecto, la ventaja de que existan seres privilegiados que apoyan a los menos afortunados. Y la ola sigue hasta nuestros días alimentando el odio irracional o violando y sobrepasando las leyes que deberían regirnos.

El director escocés Kevin MacDonald



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