BETTER DAYS
(Shao nian de ni)
2019. Dir. Derek Kwok-cheung Tsang.
Nian (Zhou Dongyu) quiere entrar a la Universidad de Beijing. Por eso se dedica a prepararse con mucho empeño. Un día, una compañera se suicida tirándose desde un piso alto de la escuela. Nian se compadece y va a colocar su chamarra sobre el cuerpo inerte. A partir de ese momento, empieza a ser víctima del acoso de Lai Wei (Zhou Ye) y otras compañeras que la golpean y vejan. Una noche, mientras se dirige a su casa, se da cuenta de que unos pandilleros arremeten contra un muchacho. Ella intenta dar aviso a la policía, pero es detenida por los mismos jóvenes quienes la obligan a darle un beso a su víctima si quiere que ya lo dejen en paz. Ella le ayuda y él, Bei (Jackson Yee) le ofrece protegerla, ante lo que Nian se burla (“si no puedes cuidarte a ti mismo”). Cuando las cosas llegan a límites insoportables, la chica busca a Bei para solicitarle su apoyo. De esta manera inicia una relación amorosa, pero con la debida distancia y respeto. No obstante, los hechos toman otra dirección inesperada.
Cada año, cerca de diez millones de jóvenes chinos toman los exámenes nacionales que decidirán su ingreso a las universidades. Arriba de cierto puntaje, tienen libertad de elección y acceso a las de mayor prestigio. El sueño de la joven Nian es entrar a la Universidad de Beijing: su situación es precaria y su madre se dedica a la venta ilegal de productos de belleza. Es callada y débil de carácter, por lo que resulta la víctima perfecta de los usuales acosadores escolares. Un tema que se ha visto en múltiples ocasiones, tratado de manera brillante como la alemana Nido de escorpiones (Schlöndorff, 1966) o la norteamericana Carrie (De Palma, 1976) o la mexicana Después de Lucía (Franco, 2012) encuentra otra extraña cara en esta producción china al tratar un tema que no se había considerado previamente y que deja claro el hecho de que la violencia escolar es universal. Siempre existen los prepotentes o impotentes que resuelven sus inseguridades atacando a quienes saben que no responderán.
Nian recuerda a la chica que se ha suicidado como alguien que buscaba ayuda nunca recibida, por lo que su salida fue quitarse la vida. Ella tiene sueños y un propósito en la vida por lo que debe quitarse los obstáculos de alguna u otra manera: de ahí que recurra a la misma violencia. Por su lado, Bei es la cara opuesta de su circunstancia. Un joven ladrón que sabe que no alcanzará otros horizontes: se sabe sin cabeza para el estudio, rechazado por su madre desde pequeño, con la única mirada en el presente. El encuentro fortuito donde ambos viven, a su manera, el acoso y los golpes de la vida, hará que unan sus soledades y complementen sus propósitos: ella alcanzará su objetivo académico, él cuidará que se haga realidad al encontrar a quien le muestre preocupación por su bienestar ya que Nian lo ama (“nadie me había preguntado si sentía dolor”). Su relación tendrá un giro inesperado ante circunstancias que estarán fuera de sus voluntades. Y la pareja estelar de actores posee una química extraordinaria.
La
cinta tuvo algunos problemas iniciales con la censura china porque, en
realidad, es una sutil crítica al sistema educativo del país. El acoso
tecnológico, las burlas por las diferencias sociales, la abierta representación
de una chica soberbia apoyada por padres con mayores comodidades, resultaba la
aceptación de una realidad que se desea ocultar. La cinta parte de hechos que
son naturales: su director comenta que es imposible explicar al “bullying”
porque siempre ha estado ahí debido a la naturaleza humana. Así que entonces,
se muestra el ambiente donde se produce (en este caso China, pero pasa en todas
partes). Ese es uno de los grandes logros de esta película que se va tornando
más oscura según se va desarrollando, destacando su importancia, jamás dejando indiferente al espectador.
El director Derek Tsang
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