SUBLET
2020. Dir. Eytan Fox.
Michael
(John Benjamin Hickey) es un columnista de temas de viajes para The New York
Times, que llega a Tel Aviv para escribir sobre la ciudad. Al llegar al
departamento que ha subarrendado, se encuentra con su dueño, el joven
estudiante de cine Tomer (Niv Nissim), quien ha confundido la fecha de llegada
de su arrendatario. El departamento se encuentra desordenado y, ante la
sugerencia de Michael para irse a un hotel, Tomer le suplica que se quede, ya
que necesita el dinero. Al día siguiente, el joven regresa para buscar algo que
había olvidado y es invitado por Michael a quedarse a desayunar. Al enterarse
de que no tiene dónde pasar sus noches, Michael le ofrece que se quede en el sofá
del departamento, a cambio de que sea su guía de la ciudad. De esta manera,
inicia una relación que servirá para que se confronten dos generaciones
(Michael es cincuentón, mientras que Tomer es veinteañero): mientras uno
reflexiona sobre su vida actual, el otro refleja el desparpajo de la juventud.
Michael
es un hombre metódico, quien llama a su esposo cada noche, pero tiene en su
vida algunos puntos oscuros, relacionados con la alternativa de tener un hijo
por maternidad subrogada. Tomer, por su lado, quiere filmar películas de terror
que hagan sacudir a su público porque de eso se trata la vida. A lo largo de
los cinco días de estancia que tendrá Michael en Tel Aviv, su relación se irá
afianzando al poder conocerse mejor. Una noche llega una amiga de Tomer,
bailarina, quien se irá a vivir a Berlín con su novio palestino porque ya no
soporta su realidad: ante ello, Michael se sorprende porque Alemania es símbolo
de persecución antisemita. La chica le responde que eso ha quedado en el pasado.
Por otro lado, cuando Michael le cuenta a Tomer que alguna vez escribió una
novela sobre el SIDA, en los años ochenta, el joven le responde que no deben de
tratarse temas que son tristes y ya superados, a lo que Michael responde que su
trabajo surgió cuando esa desgracia estaba sucediendo, además de haber perdido
a su primera pareja por la enfermedad. En otra noche, Tomer busca por una app e
invita a un joven para tener un trío con Michael. El escritor, al principio
acepta, pero al contemplar el inicio de los escarceos carnales entre Tomer y el
otro, simplemente decide irse a su habitación: ya ha pasado el tiempo de las
aventuras cotidianas, el sexo casual y su vida ha entrado a otra etapa. Tomer
se sorprende cuando Michael le confiesa que solamente tiene sexo ocasionalmente
con su esposo: el joven no puede comprenderlo porque la vida es para
disfrutarla.
Todos
estos hechos narrados escuetamente, que no llegan a describir la belleza de Tel
Aviv ni el carisma de sus intérpretes, dan idea del objetivo que su inteligente
director se propuso al filmar esta historia. El tiempo cambia impulsos y
actitudes. Todo aquello que sucedió, que permitió alguna propuesta para
efectuar cambios en mentalidades y expandir los límites de moralidad y aceptación,
ahora se toma como un hecho. Los años pasan y las nuevas generaciones viven las
circunstancias que les rodean: sexo a la carta sin remordimientos ni restricciones,
movilidad, despego de la historia. Hay una secuencia donde Tomer lleva a
Michael a visitar a su madre quien vive en un kibutz. La mujer le cuenta que
tuvo a Tomer por inseminación artificial porque lo importante no era tener una
pareja, sino darle amor al hijo. Los cinco días bastarán para que esta pareja
de seres tan diferentes encuentre sus puntos de contacto y lleguen a una
comunión espiritual y carnal, sin caer en melodrama ni en soluciones forzadas.
El director Eytan Fox
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