(Sheytan vojud nadaran)
2020. Dir. Mohammad Rasoulof.
Las películas iraníes muestran grandes contrastes entre la vida cotidiana y las restricciones que impone el gobierno islámico. Por las calles circulan automóviles europeos y orientales, existen franquicias de pizzas y cafés elaborados, además de que las familias hacen sus compras en supermercados modernos: todo da lugar a una imagen cosmopolita, como cualquier ciudad europea. Por otro lado, están las persecuciones ideológicas, aparte de las obviamente criminales, que producen un gran número de ejecuciones. En sus inicios, luego de la derrota del Shah de Irán, se acostumbraban fusilamientos. Ahora es la horca que se lleva a cabo de manera sofisticada, donde un botón elimina automáticamente a la superficie donde están parados los condenados a morir, pero también, y muy usual, es que un familiar, o un soldado, sea quien tumbe un simple y primitivo taburete.
Esta
película, ganadora del Oso de Oro en Berlín 2020 fue filmada por el realizador
Rasoulof desafiando a un sistema que lo ha condenado a no hacer cine.
Obviamente, la película no puede ser vista en su país. A través de cuatro
historias, se cuestiona a un sistema que utiliza la pena de muerte como castigo,
aunque sea por las razones más nimias e inofensivas. Igualmente, está el
aspecto moral, el sentido de culpa, los secretos. Por eso, en una de las
historias, un soldado está lamentando su destino porque el servicio militar le obliga
a ser verdugo. Si rehúsa, no tendrá alternativa para poseer pasaporte,
conseguir trabajo, tener todas las ventajas de cualquier civil. Los cuatro segmentos
nos hablan de la interacción que esta práctica salvaje tiene entre sus
protagonistas. Así como existen personas que se acostumbran a una sociedad que
les obliga a mantener una doble existencia, hay otras que no toleran la
violencia irracional debida a mentalidades obtusas y cerradas. Hay que tomar
decisiones para seguir viviendo. El título original en farsi es “El diablo no
existe”. La traducción literal del título en inglés es “No existe el mal”. La
cinta nos comprueba que, por supuesto, se encuentra entre nosotros, siempre,
acechante, real, sin caer en la ciencia ficción ni en la fantasía…
El director Mohammad Rasoulof
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