EL BAILE DE LOS 41
2020. Dir. David Pablos.
El diputado Ignacio de la Torre (Alfonso Herrera) está a punto de casarse con Amada (Mabel Cadena), hija del presidente Porfirio Díaz. Plena de expectativas, Amada se frustra en la primera noche con su marido quien le hace el amor mecánicamente. En realidad, Ignacio lleva una doble vida porque pertenece a un club donde se reúnen hombres para desahogar su orientación homosexual. Cuando conoce al abogado Evaristo (Emiliano Zurita), inicia una relación apasionada. Lo invita a pertenecer al club donde ahora habrá 42 miembros. Ignacio alterna su tiempo entre su casa junto a la mujer que no ama, pero tolera por cuestiones de beneficios políticos, y su amado “Eva”. Todo se va complicando. Amada descubre unas notas y cartas que Evaristo ha enviado a Ignacio. Sin delatarlo, procura que el hombre sea escoltado gracias al poder de su padre, con intención de privarle de su libertad. En este intervalo, se ha planeado la realización de un baile anual del club… Sin mayores antecedentes que los textos en los grabados de José Guadalupe Posada, además de algunos datos sueltos que se pudieron recabar, el director Pablos recurrió a una trama ficticia para ilustrar este hecho que fue un escándalo, y se volvió tan popular que el número 41 se convirtió en sinónimo de “maricón” desde esos tiempos.
La cinta se sirve de estos hechos inventados para mostrar las restricciones y obstáculos que la comunidad homosexual tenía que sortear para convivir y satisfacer su sexualidad. Fuera de algunos escasos personajes, la mayoría de estos miembros del club se presentan como casados, con familias, para cuidar las apariencias. El propio personaje de Evaristo indica que no piensa casarse para no perder tiempo. A Ignacio, estas relaciones no le preocupan tanto porque siente que se encuentra en cierta posición de poder gracias a ser el “primer yerno de la nación”, sin preocuparle que hubiera “habladurías” en la sociedad, dando lugar a que Amada fuera cuestionada con segundas intenciones por sus amigas. El propio Porfirio Díaz, durante una escena, exige que haya un nieto, ante lo que Ignacio hace caso omiso. No acepta los avances eróticos de su mujer. La tormenta se desatará cuando haya una redada durante el baile anual, y sean detenidos los 42 miembros del club, incluido Ignacio. Los hechos ficticios (y las suposiciones históricas) indican que Porfirio Díaz lo protegió para evitar el escándalo mayúsculo dentro de su familia y de ahí que resultara el famoso número final.
Sin
embargo, la cinta no fluye. Una buena recreación de época no basta cuando la
mirada es superficial. La imaginación de la trama crea la eterna caricatura del
homosexual amanerado, con afanes artísticos. La relación apasionada de Ignacio
y Evaristo, entre otras situaciones, no tiene ninguna evolución, a pesar de que
los hechos que se narran ocurren en un lapso de trece años desde la boda hasta
el momento del baile (y la visión de Ignacio travestido es toda una sorpresa ante lo que hemos visto previamente del personaje). Un gran defecto es la manera engolada, lenta, en que el
reparto dice sus diálogos, como si fuera clave para resaltar la importancia del
asunto. Es loable mostrar al espectador contemporáneo cómo han cambiado las
actitudes hacia la comunidad homosexual, así como la libertad para sus
expresiones, pero al ocuparse, sobre todo del melodrama personal, para cumplir
con el título de la cinta en sus últimos diez minutos, no aparece contundencia
alguna. David Pablos dirigió anteriormente Las elegidas (2015) donde
trataba el asunto de la trata de mujeres con un rigor que aquí no aparece.
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