2021. Dir. Neil Burger.
En
el año 2068, la Tierra está en proceso de extinción. Los científicos del mundo
localizan otro planeta semejante al nuestro, pero que se encuentra a 86 años de
distancia. Se crea una misión donde se seleccionan materiales genéticos de
grandes pensadores y científicos para crear una raza de seres que viajarán
hacia ese lugar para poblarlo. Por el paso del tiempo, ellos deberán
reproducirse para que su tercera generación sea la que llegue a dicho planeta.
Con el tiempo, varios jóvenes inician el viaje, apoyados por el mentor Richard
(Colin Farrell, contenido y mostrando que la edad le ha favorecido) quien será
guía y responsable de que haya orden y disciplina para mantener el objetivo de su
encomienda. Dos de los jóvenes, Christopher (Tye Sheridan, con su aspecto dulce
y razonable) y Zac (Fionn Whitehead, cuyo rostro afilado cuenta mucho para su
papel de villano) descubren que una bebida que deben de tomar es la que regula
sus deseos y los ha tornado dóciles e insensibles. Deciden dejar de tomarla y
paulatinamente comienzan a reaccionar a los impulsos naturales. Ambos se
sienten atraídos hacia Sela (Lily-Rose Depp, muy parecida físicamente a su
padre, por desgracia) quien es la responsable del área médica, aparte de
persona de confianza de Richard. Cuando se escuchan ruidos extraños en la parte
exterior de la nave, Richard y Zac saldrán a investigar, pero este último se
rebela, por lo que su lugar lo toma Christopher. Algo sale mal y Richard muere.
Al regresar a la nave, Christopher es electo como jefe, ante el enojo de Zac
quien empieza a promover discordia e introduce intriga dentro de la comunidad
hasta que las cosas toman otros matices inesperados…
Relectura
contemporánea de “El señor de las moscas”, aunque sin darle crédito, donde se
discute sobre la naturaleza de las personas. Los jóvenes, ante la falta de un
superior que mantenga el orden, empiezan a relajarse. La autoridad de
Christopher es cuestionada y Zac será el que tome las riendas, conquistando la
lealtad de la mayoría. Lo que se suponía teóricamente de que sería un mundo
perfecto donde imperaría la razón, apelando a los orígenes de los jóvenes creados
sobre bases de inteligencia y altruismo, se derrumba estrepitosamente. Se llega
a la lucha de la civilización contra la barbarie. La idea del uso de una droga
para reprimir los deseos carnales era para darle tiempo a la maduración de los
jóvenes hasta que estuvieran listos para la procreación. Al encontrarse libres,
se pierde la inocencia, y la cinta la muestra en dos caminos: Christopher
siente un amor puro por Sela, mientras que Zac simplemente desea saciar el
instinto. En el aspecto político, mientras Christopher busca que haya razón y
sentido democrático, Zac prefiere la mentira y el crimen para domar a sus
seguidores y que se sienta su autoritarismo. La metáfora de la humanidad en sí
que puede aplicarse a tanto ejemplo que nos alimenta la historia.
Aunque
la cinta tiene altibajos en el ritmo, aparte de las convenciones inexplicables (obviamente) del género (las destrucciones al interior de la nave no provocan problema; los
espacios son infinitos y cómodos; las provisiones no se racionan), hay
secuencias que despiertan las emociones del espectador ante la manipulación
abierta. Fuera de un par de cortas secuencias al exterior de la nave, la cinta
permanece en ese interior inmenso. El realizador Burger, autor completo (sin
mencionar la fuente de su inspiración, conste), nos ha ofrecido otras cintas
inmejorables en el pasado: El ilusionista (2006) donde se cuestionaba la
realidad gracias al uso de la magia contra la razón o Sin límites (2011)
donde un hombre alcanzaba el poder gracias a una droga que le permitía usar el
100% de su cerebro o Divergente (2014) donde los jóvenes diferentes eran
sujetos a exterminio por una potencial peligrosidad: todos estos elementos
(ilusión, realidad, inteligencia, peligro) explican los motivos por los cuales
se sintió atraído hacia este tema de cuestionamiento de la naturaleza humana donde
resume sus inquietudes.
El director Neil Burger
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