JIGSAW: EL JUEGO CONTINÚA
(Jigsaw VIII)
2017. Dirs. Michael y Peter Spierig.
Un reinicio
de franquicia con esta séptima secuela de una cinta inquietante que develó otro
rostro del género de terror en 2004 (Saw: juego macabro) y permitió
conocer al talentoso realizador James Wan, el cual, desde entonces, ha crecido
y consolidado su posición como cineasta. Ahora tanto el guionista original
Leigh Whannel como el propio Wan fungieron como parte de los
productores ejecutivos por lo que la supervisión estuvo asegurada. Los
realizadores Spierig tienen experiencia en el cine de horror y son eficaces en
su manejo (su cinta La hermandad, 2009, es una interesante variación
sobre el vampirismo debido a una plaga). La premisa de esta serie de películas
reside en el pago de culpas: las víctimas de John Kramer son personas que han
cometido algo indigno o inmoral en el pasado por lo que se les impone un
castigo, usualmente extremo, del cual se pueden liberar si siguen las reglas
que en realidad son bastante difíciles.
Estamos lejos de las
culpas de conciencia (Jason Vorhees en Viernes 13), la representación
simbólica del mal perenne (Michael Myers en Halloween), de los hijos que
pagan los pecados de la conciencia colectiva (Freddy Kruger en Pesadilla en
la calle del infierno) o las proyecciones de la indestructible ciencia
ficción contra la vulnerabilidad humana (Alien, Depredador, Terminator).
Ahora es el dolor físico que se extiende como infierno viviente. Junto
con otras franquicias de final o inicio de milenios (Destino final, Hostal,
por mencionar dos) se alcanzó la etiqueta de “pornografía de la tortura” ya que
las imágenes se regodean en el sufrimiento de los personajes, la premonición de
una muerte artera, la crueldad gráfica, que para el espectador resultan, en
ocasiones, insoportables. Sin embargo, permite el ensueño sádico que satisface:
¿no sería maravilloso que los torturados fueran los seres despreciables que nos
enfrentamos a diario en las noticias? Catársis. Purificación de nuestras mentes.
Imaginen a cualquier pederasta, líder sindical
petrolero y sus hijos, exlideresa magisterial,
o ponga usted a su villano (a) favorito.
Ahora hay
cinco víctimas quienes, por su parte, han sido victimarios. Despiertan en lo
que sería un establo o silo abandonado con sus cabezas encerradas dentro
de un casco metálico con una cadena que les empieza a acercar hacia unas
sierras incrustadas en la pared. La única manera de salvarse es derramando algo
de sangre. Uno de los cinco no logra pasar adelante y los cuatro siguientes son
expuestos hacia otra prueba. Simultáneamente, se muestra una investigación
policiaca porque han empezado a aparecer los cuerpos producto de estas pruebas
causando el pasmo de los detectives ya que John Kramer falleció diez años atrás
y su ADN ha aparecido en los cadáveres. La cinta sigue alternando ambas
narraciones y, como buena película de horror, se tienen diversos niveles
temporales, explicaciones lógicas que se deben a secretos no compartidos o
circunstancias fuera del conocimiento de los personajes.
Con
ecos de la primera cinta en su estructura y final, estamos ante el arranque de
una nueva serie de aventuras con lo que se convierte en juego de herederos:
¿quién seguirá el cuento o aquí le paramos? Una puerta se cierra para culminar
con el horror (un cuerpo descuartizado por rayos láseres cortantes). Los
pecados se pagan y las culpas se confiesan. Todos saldan deudas en esta tierra
con sangre primero, mucho dolor después, y al final, con la vida. Es un cine que
desahoga: los que sufren están ahí en la pantalla y nosotros estamos a salvo en
las butacas (o dentro de la casa lejos de Coronavirus Kramer ¿estaremos pagando
por nuestros pecados del pasado?).
Michael y Peter Spierig,
realizadores de esta secuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario