miércoles, 1 de julio de 2020

EL CINE QUE PURIFICA


JIGSAW: EL JUEGO CONTINÚA
(Jigsaw VIII)
2017. Dirs. Michael y Peter Spierig.
         Un reinicio de franquicia con esta séptima secuela de una cinta inquietante que develó otro rostro del género de terror en 2004 (Saw: juego macabro) y permitió conocer al talentoso realizador James Wan, el cual, desde entonces, ha crecido y consolidado su posición como cineasta. Ahora tanto el guionista original Leigh Whannel  como el propio Wan fungieron como parte de los productores ejecutivos por lo que la supervisión estuvo asegurada. Los realizadores Spierig tienen experiencia en el cine de horror y son eficaces en su manejo (su cinta La hermandad, 2009, es una interesante variación sobre el vampirismo debido a una plaga). La premisa de esta serie de películas reside en el pago de culpas: las víctimas de John Kramer son personas que han cometido algo indigno o inmoral en el pasado por lo que se les impone un castigo, usualmente extremo, del cual se pueden liberar si siguen las reglas que en realidad son bastante difíciles.
         Estamos lejos de las culpas de conciencia (Jason Vorhees en Viernes 13), la representación simbólica del mal perenne (Michael Myers en Halloween), de los hijos que pagan los pecados de la conciencia colectiva (Freddy Kruger en Pesadilla en la calle del infierno) o las proyecciones de la indestructible ciencia ficción contra la vulnerabilidad humana (Alien, Depredador, Terminator). Ahora es el dolor físico que se extiende como infierno viviente. Junto con otras franquicias de final o inicio de milenios (Destino finalHostal, por mencionar dos) se alcanzó la etiqueta de “pornografía de la tortura” ya que las imágenes se regodean en el sufrimiento de los personajes, la premonición de una muerte artera, la crueldad gráfica, que para el espectador resultan, en ocasiones, insoportables. Sin embargo, permite el ensueño sádico que satisface: ¿no sería maravilloso que los torturados fueran los seres despreciables que nos enfrentamos a diario en las noticias? Catársis. Purificación de nuestras mentes.
Imaginen a cualquier pederasta, líder sindical
petrolero y sus hijos, exlideresa magisterial,
o ponga usted a su villano (a) favorito.
         Ahora hay cinco víctimas quienes, por su parte, han sido victimarios. Despiertan en lo que sería un establo o silo abandonado con sus cabezas encerradas dentro de un casco metálico con una cadena que les empieza a acercar hacia unas sierras incrustadas en la pared. La única manera de salvarse es derramando algo de sangre. Uno de los cinco no logra pasar adelante y los cuatro siguientes son expuestos hacia otra prueba. Simultáneamente, se muestra una investigación policiaca porque han empezado a aparecer los cuerpos producto de estas pruebas causando el pasmo de los detectives ya que John Kramer falleció diez años atrás y su ADN ha aparecido en los cadáveres. La cinta sigue alternando ambas narraciones y, como buena película de horror, se tienen diversos niveles temporales, explicaciones lógicas que se deben a secretos no compartidos o circunstancias fuera del conocimiento de los personajes.
                   Con ecos de la primera cinta en su estructura y final, estamos ante el arranque de una nueva serie de aventuras con lo que se convierte en juego de herederos: ¿quién seguirá el cuento o aquí le paramos? Una puerta se cierra para culminar con el horror (un cuerpo descuartizado por rayos láseres cortantes). Los pecados se pagan y las culpas se confiesan. Todos saldan deudas en esta tierra con sangre primero, mucho dolor después, y al final, con la vida. Es un cine que desahoga: los que sufren están ahí en la pantalla y nosotros estamos a salvo en las butacas (o dentro de la casa lejos de Coronavirus Kramer ¿estaremos pagando por nuestros pecados del pasado?).
Michael y Peter Spierig, 
realizadores de esta secuela



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