GREYHOUND:
EN LA MIRA DEL ENEMIGO
(Greyhound)
2020.
Dir. Aaron Schneider.
A principios de 1942, ya con Estados
Unidos dentro de la Guerra Mundial, el capitán Krause (Tom Hanks) comanda al
Greyhound, un barco escolta para otros navíos mercantes y de provisiones en
camino hacia Inglaterra. Los alemanes han establecido una serie de barreras con
submarinos para bloquear estos apoyos y debilitar al enemigo europeo. Es la
primera misión de Krause quien se encontrará en situaciones bastante difíciles
(fallas mecánicas, el frío intenso, ataques simultáneos y las expectativas de
una tripulación, en su mayoría con cierta trayectoria).
Krause es un hombre de profundas
creencias religiosas. En un prólogo, se encuentra con su novia Evelyn
(Elizabeth Shue) a quien propone matrimonio. Ella se niega: le pide que espere
a que puedan estar tranquilos, sin esperas de por medio. A lo largo de la cinta
tanto la fe como el recuerdo amoroso serán los soportes morales para llevar a
cabo la tremenda carga de llevar a buen fin tanto a miles de hombres como la
mercancía y suministros necesarios para apoyar a los aliados. Lo que menos
importa es alimentarse o descansar.
La cinta, de corta duración (apenas 90
minutos incluyendo los créditos finales), se centrará en la tensión personal. La
mayoría de los hechos suceden, verbalmente, en la cabina de mando. Hay, por
supuesto, panorámicas hermosas y aterradoras del inmenso océano donde pululan los
lobos submarinos. Cuando la cámara sale al exterior es para incrementar el
suspenso y la amenaza: un barco que pasa casi al ras de otro, las sombras de
los torpedos amenazantes, las explosiones. Y con todas esas limitaciones, el
espectador se mantiene atento. Los efectos especiales sirven para matizar y
complementar a la imaginación.
En estos tiempos cuando Estados Unidos
se encuentra bajo un liderazgo discutible, donde el mando supremo se pierde
entre la payasada y la irresponsabilidad, el cine nos devuelve a los tiempos de
gloria y sentido patriótico. Dentro de la inutilidad y el absurdo de la guerra existía
todavía la ética y la responsabilidad personales, el deber de ofrecer la vida
por los demás. Se entiende que Hanks (quien escribió el guion) haya hecho
realidad un sueño largamente acariciado que era llevar esta novela de C. S.
Forester (El buen pastor, 1965) al cine, en el momento adecuado. El
hecho ficticio que relata (y que es una metáfora global de todos los sacrificios que involucró durante el tiempo del conflicto) sirve para alabar el civismo y la entrega heroica.
Tom Hanks y el director Aaron Schneider
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