UN BLANCO, BLANCO DÍA
(Hvítur, hvítur dagur)
2019. Dir. Hlynur Palmason.
Un auto va por
la carretera y le rodea la blancura de la neblina y de la nieve a su alrededor.
De repente, en una curva, sigue en línea recta, se estrella contra la barra de
contención y se precipita al vacío. Por edición rápida, vamos notando cambios
de tiempos a través de la imagen de un jacalón que está siendo transformado en
casa habitable. Ahí vive Ingimundur (Ingvar Sigurdsson, extraordinario),
policía semiretirado y viudo de la mujer que fue víctima del accidente que se
ha presenciado. Atiende las sesiones de un psicólogo y la compostura de su
casa, aparte de cuidar de su nieta Salka (Ida Mekkin Hlynsdóttir, hija del
director y toda una revelación) mientras su hija y su yerno, quienes tienen
otro hijo pequeño, trabajan. Una noche, su hija le entrega una caja con
pertenencias de su madre porque no había tenido tiempo ni ánimo de reunirlas.
Ingimundur empieza a revisarlas y encuentra evidencias de que su esposa le fue
infiel.
A partir de
este momento, la cinta se deriva en sus dos grandes temas: el amor que un
abuelo tiene por su nieta a la cual le mostrará sus lados tiernos, amables,
pero también monstruosos (algunas reacciones; el cuento de terror para que la niña
duerma; aparte, la fragilidad de las relaciones amorosas que se imaginan
perfectas, duraderas, suficientes, sin que se considere la realidad humana
donde el deseo lleva a probar otros cuerpos y llegar a conclusiones
incomprensibles. Ingimundur se obsesionará por comprobar y entender los motivos
por los cuales el gran amor no llegó a solidificar. Mientras la obstinación por
alcanzar la verdad se incrementa, igualmente será mayor el daño hacia las
relaciones afectivas, el entorno social y laboral, para que se pueda llegar a
la explosión emocional y luego volver al equilibrio.
Palmason,
artista visual antes que cineasta, no deja de lado su sensibilidad ante la
imagen. Una piedra que se atraviesa en su camino es lanzada al vacío para que
veamos una trayectoria larga y accidentada hasta llegar al fondo del mar. Previamente,
hemos visto fragmentos de un auto destrozado, de restos de flora marina,
vidrios astillados, donde la referencia hacia la primera secuencia es
inevitable. Sin mostrarse una tragedia la hemos reconstruido. Y ahí están las
imágenes alternas de todos los protagonistas de la historia para recordarnos
que estamos ante una película que habla de relaciones humanas y que eso es más
importante que volver a la anécdota tantas veces narrada. Y al final de cuentas
no quedan más que los recuerdos felices: proyectar en la mente el objeto del
deseo, del amor que perdura contra toda falta porque eso es lo único que nos
queda hasta el último instante.
Hlynur Palmason, director
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