LOS
BUENOS MODALES
2023, España.
Dir. Marta Díaz de Lope Díaz.
En el prólogo de esta divertida comedia
humana se parte de un hecho triste: Rosario (Elena Irureta, maravillosa) y su
hijo Roberto llegan al entierro de alguien, para ser rechazados por la doliente
Manuela (Gloria Muñoz, deliciosa) y su hija Mónica (Inma Cuesta). Pasan ocho
años y la acción ahora se centra en dos sirvientas: Trini (Pepa Aniorte) quien
cuida al pequeño Daniel, del que luego sabremos que es nieto de Manuela, y
Milagros (Carmen Flores Sandoval) quien cuida a Carmen, nieta de Rosario. Un
viaje al parque hace que los niños se conozcan y Daniel invite a Carmen a su
fiesta de cumpleaños. Ahí se reencontrarán Rosario y Manuela, quienes vuelven a
hacerse de palabras y harán saber que son hermanas, por lo que reclamarán a las
sirvientas la situación que, en realidad, sucedió sin que ellas supieran nada.
Es entonces cuando Milagros obligará a Trini que se entrometan para lograr que
las dos mujeres se reconcilien.
De manera brillante, la narración va
llevando al espectador a la revelación de secretos (el primero será el
parentesco entre Manuela y Rosario), debidos a una cuestión del pasado. La
comedia se va desarrollando entre dos situaciones: por un lado, el de las
patronas, y en otro, las sirvientas cuya intención principal reside en curar la
soledad de los niños que atienden: es agosto, son vacaciones, y los pequeños se
entretienen viendo televisión, por lo que la relación que inicia en el parque
sirve para crear una amistad inesperada y momentos de felicidad en compañía.
Al ver la película, se recupera la idea
de las simples comedias teatrales que España nos brindaba en los años cincuenta
y sesenta, debidas a las plumas de Alfonso Paso, Miguel Mihura o Juanjo Alonso
Millán: los hechos casi inverosímiles de casualidades que la ficción permitía
con toda libertad, además de los personajes secundarios que servían como
pretexto para arreglar confusiones o eliminar discordias. La cinta es muy
simple en su anécdota, pero es compleja en la forma de narrarla, además de
contar con impecables elementos técnicos, y un conjunto de talentosas y
carismáticas actrices.
La cinta va mostrando la cálida relación entre las sirvientas que, además, son vecinas en el edificio donde viven, en contraste con el distanciamiento y frialdad de las hermanas. En su afán de producir el acercamiento, su propia amistad se va enfrentando con problemas mientras que las otras mujeres van encontrando su camino personal. Los personajes son sólidos: tanto Manuela como Rosario son mujeres solas que viven cocinando las delicias aprendidas del pasado como recetas maternas; ambas, casi septuagenarias, tienen sus manías propias: Manuela vive repasando el viejo álbum de fotografías para platicar con su madre o limpiando patológicamente la cocina de la casa de su hija, que es lo que desconcierta a Trini, quien, por su lado, es una mujer sola que da clases particulares a los hijos de sus vecinos, además de trabajar en el servicio doméstico.
Milagros, por su parte, es casada con
marido alcohólico, y trabaja para el hijo de Rosario, cuya mujer, vegetariana,
desprecia a su suegra y tira a la basura, la comida que ella, amorosamente,
cocina para su hijo. Sin querer, insinuando al espectador, tal parece que
Rosario sufre, en su familia y en carne propia, por lo que sucedió en el
pasado. La película es tan disfrutable, tanto por la forma en que uno se va
involucrando, como por las actuaciones espléndidas y el buen oficio de su
directora. Da gusto no andar recibiendo mensajes feministas e insulsos, sino
ver a una directora que muestra a mujeres con los pies en la tierra, enfrentando sus realidades con
fortaleza y mucha gracia.
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